sábado, 23 de febrero de 2013

Ver para creer.


EA Moreno-Uribe

Alea jacta es, o La suerte está echada,  es lo que podemos decir  ante la puesta en marcha del Segundo Festival de Teatro de Caracas 2013, del 22 de febrero al 10 de marzo. Con la desopilante comedia, El último amante, de Neil Simon, actuada por la pareja de histriones “todo terreno” Mimi Lazo y Luis Fernández, quien también dirige, se puso en marcha esa mágica fábrica de sueños para los venezolanos.

 Feliz consecuencia de la labor gerencial de la Alcaldía de Caracas,  el Gobierno del Distrito Capital y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la cual permitirá unas 223 representaciones teatrales en sala y  seis en la Fábrica Nacional de Cemento, 101 exhibiciones en espacios públicos y las parroquias del Municipio Bolivariano Libertador, para un total de 330 funciones. ¿Cómo negar así que en la capital venezolana no hay actividad teatral  verificable?

Además hay una generosa programación académica, divertidos foros críticos, necesarios talleres y clínicas artísticas, gratos conciertos y encuentros de DJ, sensata expoventa de bienes culturales y libros.  Todo un macro evento cultural que tiene como lema "Ver para creer", precisamente para que nadie pueda negarlo después.

 Y para materializar esta "utopía contemporánea", Freddy Ñañez, presidente de Fundarte, brazo ejecutor del evento, subraya que el Segundo Festival no se habría realizado  sin haberse logrado lo anterior, lo que se hizo para el Primer Festival, en el 2011. “La primera conclusión es que hicimos lo correcto: inaugurar un espacio para  revisitarnos como país teatral y como ciudad cultural. Compañías, instituciones, críticos, periodistas, pueblo, espacios urbanos, se encontraron para debatir, celebrar y reconstruir el vínculo necesario entre la ciudad y la identidad, entre la creación y la cotidianidad.  La experiencia de reactivar este tipo de eventos te pone en la perspectiva de ser dialéctico con tu propia realidad. “Superar conservando” para decirlo con Hegel”.

¿Qué dejó esa primera edición?
-Un circuito permanente con 10 salas abiertas,  más de 250 compañías activas, cerca de 700 funciones y una mejor ciudad, cuyos habitantes demandan cada vez más y mejores espectáculos
-¿De quién fue la idea para toda esa gestión inicia?

-Me da mucho orgullo decir que la política cultural para Caracas tiene un autor y es Jorge Rodríguez. Todos sabemos que el Alcalde es un intelectual, un escritor, una persona no sólo culta en el sentido clásico del término sino, además con gran sensibilidad por las artes y la ciudad. De esa combinación resulta lo que su equipo viene haciendo: rescate de espacios públicos, reimpulso de circuitos culturales formales, fomento de nuevos espacios para el desarrollo artístico en lo social, un pensamiento recurrente sobre lo humano, lo colectivo; donde la política, la ética y la estética tienen la misma jerarquía. Este Segundo Festival es, pues, consecuencia de un plan coherente que se propone la transformación de la ciudad en lo concreto, pero también en lo subjetivo. Creo que por eso es que en tan poco tiempo se nota un cambio sustantivo en lugares emblemáticos como el centro de Caracas: espacio referencial que fue destruido de un modo programático por la ideología antinacional que se instauró a finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX. Acá relacionamos muy bien los derechos culturales con el derecho a la ciudad.

 -¿Hubo discriminación a la hora de invitar a las agrupaciones para los  Festivales?
-No, pese a la propaganda sostenida  contra el presidente Chávez y en detrimento de este proceso de grandes cambios, la libertad y el respeto a la diversidad de pensamiento es una divisa de la democracia participativa. Ciertamente hay tensiones impulsada  por pequeños grupos que siempre disfrutaron  de la renta petrolera  y aún todavía se sienten dueños de ella. La diatriba política demuestra que estamos en una democracia fuerte donde se debaten proyectos antagónicos de país. Al seno de los sectores culturales ¿por qué iba a ser diferente? Esto que estamos haciendo es propio del espíritu revolucionario.

-¿Puede puntualizar lo que predica?
-Sí, este Festival se propone reunir al país teatral que es un retrato del país real, con sus antagonismos, con sus conflictos. Invitar a los grupos, independientemente de su postura política o afiliación partidista, ratifica a la revolución en su esencia democrática. Creo que todo arte es en sí mismo político, pero es en su confrontación con el público cuando emerge el sentido de una obra volviéndose con frecuencia independiente de la intención de su autor. Los contextos son momentos de lectura y de interpretación.  En este Festival el pueblo es un intérprete activo. Después de todo es en el amor y en la experiencia estética donde podemos vivir un nuevo sentido de la diferencia, de la alteridad positiva.  Por último puedo asegurar que no en vano el presidente Chávez inauguró una relación entre pueblo y conocimiento tan fuerte, tan firme que el teatro venezolano tendrá que agradecer: ya no se le habla a las paredes, ya no se le recita al círculo de enterados, ya no se representa para un club, sino para un pueblo  en formación permanente que sabe pensar y sabe sentir por sí mismo. ¿Quién dijo miedo? Por eso “Ver para creer” será inolvidable para los caraqueños y quienes nos visiten.

 -¿Qué espera de este Segundo Festival?
-Más y mejor teatro. Más y mejor organización del circuito y, claro, una ciudad conmovida por la belleza, la profundidad y el desafío artístico que nos proponen sus 150 compañías, es decir: el país teatral. La finalidad de todo esto es garantizar la inclusión, que el dinero, 10 bolívares por boleto, no decida quién entra y quién no, a ver teatro. La cultura en revolución es un derecho y no un privilegio.
Más y mejores espectáculos

Este Segundo Festival de Teatro de Caracas 2013 tiene más de un centenar de piezas  para ver y creer en ellas, pero nosotros hicimos una selección que nos atrevemos a proponer a los espectadores. Y son estas:
 Stop Kiss de Diana Son, Detrás de la avenida y Mátame mamá de Elio Palencia, El fantasma de Bonnie de E.A. Moreno-Uribe, Las siamesas, una y parte de la otra de J.A. Barrios y Después de la batalla de Ángel Rafael Rondón son curiosos montajes sobre la exclusión por la homofobia y las falencias físicas.
César Rengifo está presente porque tres agrupaciones llevan a escena Lo que dejó la tempestad, un trágico eco del asesinato del general Zamora, y  su denuncia sobre los torvos manejos del imperialismo en la comedia Una medalla para las conejitas.
Una vitriólica critica al quehacer de los intelectuales y artistas venezolanos se verá en escena con Acto cultural de José Ignacio Cabrujas. Isaac Chocrón participa con su pieza El acompañante, sobre la soledad de los artistas en la inevitable decadencia. Gilberto Pinto no podía faltar con El confidente, donde su viuda Francis Rueda protagoniza. Mientras Rodolfo Santana desde la escena nos recuerda lo que ocurre en Una tarde un poco fastidiosa. Y no podía faltar Carlos Giménez con Alegría y Mapulín, su único texto de teatro infantil que nos legó.
Gustavo Ott advierte lo peligroso que puede ser la explotación petrolera con su obra Tres noches para cinco perros. César Rojas está presente con su pieza La hora menguada y su versión del shakespereano  Mercader de Venecia. Mientras Ibrahim Guerra prosigue con su teatro hiperrealista y por eso Mimí Lazo presenta A 2,50 la cuba libre, la historia de cinco putas en un bar. Javier Vidal actúa en su melodrama Diógenes y las camisas voladoras, la trágica saga del político que sucedería al general Isaías Medina Angarita, pero enloqueció.
El director Armando Carías vuelve con el grupo El Chichón para enseñar su gran clásico Cajita de Arrayanes, una pieza revolucionaria en todos los aspectos
El velorio de Eudomario, una producción del colectivo Señoras de Maracaibo la cual enseña como el travestismo teatral a la zuliana es una categoría teatral de gran valor estético.
 ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra, Marx en Caracas de Howard Zinn, High de Matthew Lombardo, Las criadas de Jean Genet, Pedro y el capitán de Mario Benedetti, El pelicano de August Strindberg, Las neurosis sexuales de nuestros padres de  Lukas Bärfuss, Goya de Rodrigo García y La ratonera de Agatha Christie (ambas dirigidas por el talentoso Vladimir Vera) son la selecta  representación de la dramaturgia foránea.
El director Carlos Arroyo viene desde Guanare con los espectáculos La colección del peregrino de Daniel Di Mauro, y Cantata de Argimiro Gabaldón de Tomas Jurado Zabala, sobre las atrocidades del conquistador Lope de Aguirre y las peripecias del inolvidable guerrillero.
Marx entre nosotros
¡Que no cunda la alegría ni el pánico, sino las ganas de verlo, escucharlo y finalmente aplaudirlo, mientras la catarsis explota en los cerebros de los espectadores del Segundo Festival de Teatro de Caracas 2012 hasta provocar un millón de preguntas! Se trata del espectáculo Marx en Caracas, sensata venezolanización que lograron el director  Oscar Acosta y el primer actor José León a partir de Marx in Soho, de Howard Zinn (Nueva York, 1922-2010).
Con esta versión escénica, la cual estrenaron durante el XII Festival Internacional de Teatro Colonia Tovar, ellos esperan que los caraqueños redescubran a Marx, precisamente ahora que el imperio del neoliberalismo ha fracasado para proyectar y consolidar una sociedad que le permita a los seres humanos ser y vivir mejor, tener una verdadera libertad y auténticas realizaciones individuales. Advertimos, que es un Marx humano, contradictorio, humorista, carente de dogmatismos e interesado en conocer al socialismo del siglo XXI.

Para ubicar los espacios teatrales, además de las fechas y horas, recomendamos visitar la página del evento: www.teatroccs.org.ve .

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