viernes, 30 de agosto de 2013

¡Qué piquete tan bueno!


Los íconos arquitectónicos de nuestra ciudad son pocos; los que han sobrevivido a la desidia del olvido o a la terrible ignorancia de una sociedad que apuesta a la desmemoria se encuentran en el abandono, o han sido destinados a otros fines muy lejanos para lo que fueron erigidos. Tal es el caso de la imponente Concha Acústica de Bello Monte, en otrora espacio pleno de música e impactantes espectáculos que divirtieron a propios y extraños. Pero gracias a la iniciativa de un piquete de artistas liderados por el maestro Orlando Arocha, la primera actriz Diana Volpe y el actor, dramaturgo y director Ricardo Nortier, se ha rescatado este punto cultural junto a la Alcaldía del Municipio Baruta, para entregarle a la ciudad una pequeña sala de teatro de cámara llamada La Caja de fósforos que ha quedado insuficiente para el enorme incendio creativo que han organizado y que se convierte en una tribuna necesaria para las artes escénicas venezolanas.

 

Desde hace ya dos semanas hemos sido testigos, en ese recinto, de un movimiento de artistas emergentes de todas las edades que se han dado cita en una suerte de explosión escénica: 9 directores, 9 dramaturgos y nada más que 50 actores, se han mostrado en espectáculos “en construcción” que permiten ver el músculo de las nuevas generaciones de intérpretes, escritores, productores y directores teatrales, para concluir que nuestro teatro está más vivo que nunca.

 

Lo impresionante de este ciclo, no sólo son las novedosas propuestas de textos y puestas  en escena, si no lo importante de la convocatoria de un público ávido de este tipo de muestras (todas las funciones agotadas) además del rescate de un ambiente bohemio, seguro y de intercambio artístico que hace mucho tiempo no se veía en nuestra ciudad.

 

¿Quiénes son?

Las artífices intelectuales de dicho Piquete son dos actrices egresadas de los talleres de Volpe y Arocha: Carla Mariña y María Gabriela Díaz, inquietas jóvenes artistas  que escogieron a sus mentores como curadores de la muestra que incluyen los siguientes títulos:

 

Necro-lógica de Nathalia Paolini, dirigida por Elvis Chaveinte: donde observamos la sutileza de una dramaturga novel que con fino humor negro propone una crítica al sistema imperante y cómo una mujer decide escapar por la vía más fácil: la muerte.

 

Alrededor de la mesa de Nayaurí Jiménez, dirigida por Gabriel Agüero: se tradujo en una comedia doméstica donde distintas situaciones cotidianas convergen en un edificio en el que la rutina se convierte en hastío y las ilusiones se pierden, en ella destacaron las interpretaciones de Citlally Godoy y Matilda Corral, junto a la correcta dirección de Agüero.

 

Cambiemos de vida de Adolfo Oliveira, bajo la dirección de Carlos Armas, nos enfrentó a la fuerte realidad del cambio de roles y sus consecuencias. En la lista siguen: No molestar 4 microrelatos de Jorge Cogollo, dirigida por Abilio Torres, donde se muestra el avance de este joven dramaturgo que ya ha dado de qué hablar en la escena caraqueña, quizá uno de nuestros jóvenes escritores más productivo.

 


Hay que matarlos a todos, se reveló como una gran sorpresa por ser la ópera prima dramatúrgica y de dirección de la primera actriz Haydee Faverola que demuestra con este trabajo ser una gran artista integral. Por su parte Tenebros de José Miguel Vivas, tomó todo el espacio de la Concha Acústica y en cada rincón de su estructura interna se pudo recorrer la historia adaptada de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, dirigido por Jericó Montilla. Tenebros resultó un texto poco teatral por su apego a la narrativa en donde se puso a prueba la creatividad de una directora ante un texto difícil de digerir (por sus conexiones) más si no se tiene la referencia de la novela.   

 

Finalizan el ciclo Niños lindos de Fernando Azpurua, dirigida por Rossanna Hernández una de las piezas que se notó menos en “proceso” y resultó una grata sorpresa por el desenvolvimiento actoral de sus protagonistas: José Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Slavko Sorman, quienes mostraron su talento en una compleja relación sentimental homoerótica, destaca también en este trabajo la dirección de arte que logró el diseñador Rodolfo Agrella, quien supo combinar los elementos estéticos de forma sencilla pero contundente, junto a una tímida puestista pero bien resuelta dirección de actores.  

 

Gennys Pérez, una de nuestras más polémicas y premiadas dramaturgas quiso probar en este ciclo su texto en construcción acerca del abominable hecho ocurrido en nuestro país sobre el asesinato del fiscal Danilo Anderson. El fiscal, dirigido por Oswaldo Maccio, sin alarde de puesta en escena, sino dirección de actores bien conducidos en lectura, supo atrapar y conmover al público que se conectó con la injusticia, la impunidad y la corrupción que envuelve a nuestro país en un lenguaje muy local que Pérez logró concretar para universalizar su historia.

 

Foto cortesía de El universal
 
Finalmente Laik a Virgyn, original de Karin Valecillos y dirigida por Luis Alfredo Ramírez, logró mover las fibras más hondas del sentimiento del espectador al tocar el tema del exilio derrotado, cuando una joven decide abrirse paso en Nueva York para cumplir sus sueños de llegar a ser como Madonna y debe volver derrotada por las circunstancias a un pobre pueblo del interior del país donde encontrará la mejor forma de cumplir algún sueño. Plena de sensibles matices del melodrama televisivo, con un encantador humor venezolano y en donde el elenco demuestra su descollante talento, este texto se perfila como una radiografía de nuestra idiosincrasia actual frente al fracaso del sueño americano. Destacan las poderosas actuaciones de Javier Figuera como el Portu llorón, Jenifer Urriola como la inseparable y dicharachera mejor amiga de la protagonista y la primera actriz Nattalie Cortez como la madre, en un regio papel que moviliza hasta las lágrimas al más insensible.

 

Falta por ver el cierre con broche de oro y el turno es para la pieza La habitación de atrás, del ya experimentado dramaturgo Ricardo Nortier, dirigida por Carolina Torres, y protagonizada por José Luis León y Luis Vicente González. Con este trabuco de artistas estamos seguros que estaremos frente a una interesante propuesta.

 

En síntesis El piquete deja un extraordinario y anecdótico sabor a festival de calidad, a confrontación a intercambio de ideas y propuestas, pero por sobre todas las cosas a versatilidad del ejercicio del artista integral, durante estas dos semanas se ha visto como actores se prueban como directores, directores se muestran como actores, escritores se arriesgan a dirigir o actuar y los roles se van fundiendo en una mezcla fenomenal de creatividad y buen gusto, pero por sobre todas las cosas de buen teatro.

 

Abogamos porque este ciclo se convierta en una cita anual donde la creatividad escénica del artista teatral de rienda suelta a sus ideas y por convertirlo no sólo en muestra y tertulia, sino en intercambio formal donde existan foros con el público, críticos y otros artistas para indagar, pensar, y revisar los procesos teatrales, para descubrir cuáles son las estéticas y lenguajes que mueven a los recién estrenados talentos y a los más experimentados que se arriesgan a cambiar de disciplina sobre las tablas; en fin no olvidemos esta primera experiencia y ojala podamos de nuevo afirmar el año que viene: ¡Qué piquete tan bueno!

 

@rosasla /@avencrit

Caracas, 29/08/2013

 

 

martes, 27 de agosto de 2013

De cómo superar las limitaciones.

Tomada de página web de El universal, Venezuela.
Por Joaquín Lugo
@joaquinlugo

En el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, la agrupación Hebu Teatro presenta Las cosas más hermosas, texto de William Gibson, producción ejecutiva de Diana Volpe, producción general de Rossana Hernández y dirección de Orlando Arocha.

La obra relata la vida de Helen Keller, una niña ciega y sordo - muda, cuya familia ha perdido las esperanzas hasta la llegada de Annie Sullivan, su nueva tutora.

La dirección propone un espectáculo donde la revelación de la teatralidad, el simbolismo y el hiperrealismo se entremezclan. Desde el principio, se revela el mecanismo teatral cuando los actores reciben al público, presentan los personajes e introducen la historia. Esto se refuerza con el paso de una escena a otra en la que los actores entran y salen, trasladan objetos y crean nuevos ambientes con los elementos escenográficos. Precisamente, el diseño de escenografía indica la estética simbólica que posee la puesta en escena para presentar cada espacio donde sucede la acción. La ambientación, propuesta del director, plantea un escenario bifrontal en cuyos extremos se encuentra la casa de los Keller y la bomba de agua que da pie a la resolución del conflicto en el otro. Esto es reforzado por el diseño de vestuario de Raquel Ríos que delinea apropiadamente a cada personaje y la iluminación de Gerónimo Reyes que, además, apoya las atmósferas de cada situación.

El hiperrealismo se percibe en la manera en que los actores orientan su interpretación. Hay una línea delgada entre el actor presentando a su personaje y asumiéndolo. Pareciera que es una actuación casi sin intensidad que mantiene las intenciones del rol y la veracidad. En este sentido, los trabajos mejores logrados corresponden a Diana Volpe como Annie Sullivan y Haydeé Faverola como la Tía Ev. Ambas demuestran fuerza y franqueza en sus trabajos. Los roles de los padres de Helen son más complicados de llevar porque mantienen una misma línea de principio a fin, sin embargo Ana Melo como Kate Keller compone un personaje cargado de sentimientos y Gavo Figueira como el Capitán Keller se percibe cabal. Asimismo, el trabajo de Rafael Rodríguez como James Keller es correcto, mientras que Hernán Iturbe como el Sr. Anagnos y el Doctor podría ofrecer más fuerza en ambos roles. El trabajo que más llama la atención corresponde al de Ana Karina Castro como Hellen Keller que ofrece la naturalidad propia de su edad y demuestra precisión para crear un personaje tan complejo.

En definitiva, un montaje que muestra la superación de las limitaciones por parte de un ser humano y se presenta con una opción distinta en la cartelera teatral caraqueña actual.

Función: 18 de Agosto de 2013

lunes, 26 de agosto de 2013

Volvieron los chicos del 69

De izquierda a derecha: Anthony Lo Russo y Orlando Paredes.
por E.A Moreno Uribe
@EAMORENOURIBE

A pesar que la Carta Magna de 1999 veta todas las discriminaciones posibles,  en Venezuela a los gais se les vitupera, irracionalmente, como parte de estrategias políticas, o se les mata en calles o avenidas porque no pagan peaje. No obstante, esa comunidad genera un inédito éxito de taquilla cinematográfica con Azul y no tan y tan rosa y ahora se muestra  en el Teatro Santa Fe por intermedio de la comedia Los chicos del 69. Pulcra  versión que César Sierra hizo de The Boys in the Band (1968) –Los chicos de la banda- pieza de Mart Crowley que fue un ariete para la revolución homosexual en USA, a finales de los 60; esa obra, traducida, se exhibió aquí en el Teatro Las Palmas, en 1978, producida por Conchita Obach y con Yanis Chimaras, “el regalo” para el cumpleañero de la fiesta.

Como homenaje a la nostalgia y para evaluar hasta donde ha avanzado el público, César Sierra mostró, durante las temporadas de  2007 y 2009, Los chicos del 69 en el teatro Escena 8, hasta contabilizar  70 funciones. Y ahora, por apoyar a Karl Hoffmann en su lucha para crear un centro cultural en el este caraqueño, ha remontado su controversial espectáculo con un grupo de comprometidos y desenfadados intérpretes,como son: Orlando Paredes, Carlos Arraíz, José Roberto Díaz, Kevin Jorges, Anthony Lo Russo, Juan Carlos Lares, Martin Peyrou y Agustín Segnini.
Los chicos del 69  es una melodramática radiografía sobre la sociedad gay. Son  siete amigos que  se odian y se quieren y por eso festejan un cumpleaños, en el apartamento de uno de ellos, pero una visita inesperada los obliga a fingir y comportarse diferentes, hasta que todos descubren que la única manera de ser felices es aceptarse a sí mismos y defender lo que son y lo que quieren, sin temor al “qué dirán” ni a las presiones familiares y sociales.

Lo del título Los chicos del 69 es porque se realiza  en el apartamento número 69 de un edificio caraqueño. Gracias a la ambientación escenográfica, lograda por Héctor Becerra, se transforma en un barroco salón de finales de los años 70 en Caracas, lo cual coloca al público en el mismo espacio escénico y hace más íntima la representación. Con esta novedosa puesta el público se sienten aún más cerca de estos “chicos” que pretende divertirse y quienes terminan por hacer un inesperado striptease de sus mundos íntimos.

El montaje 2013 de Los chicos del 69 es más eficaz y estrujante con sus actuaciones, aunque tiene varios actores de anteriores temporadas. Ahora hay mejores composiciones histriónicas, aunque  Orlando Paredes y Carlos Arraiz son quienes más destacan por las peculiaridades o características de sus personajes.

 César Sierra ha reiterado como en sus respectivos momentos históricos  Los chicos de la banda y Los chicos del 69 mostraron al escéptico público heterosexual venezolano que, pese a lo que pensaran, los gais son humanos y tan reales como cualquiera de ellos, personas que padecían sus mismas desgracias y tenían sus mismas necesidades. Miedo a envejecer, temor a la soledad, necesidad de afecto y la fidelidad, no son temas que pertenecen solamente al mundo homosexual. Son universales.

viernes, 23 de agosto de 2013

El Coliseo fue el primer teatro venezolano

Plano del Teatro Coliseo fechado en 1801 (Detalle)
por Óscar Acosta (Todos adentro)

Desde los inicios de la Colonia en nuestro territorio, las representaciones dramáticas se efectuaban en lugares abiertos en los que se improvisaba un escenario temporal, durante las efemérides de singular importancia como las del patronímico de la ciudad o la ascensión al trono de un  nuevo monarca. A pesar de la precariedad espacial de los montajes, el teatro fue una actividad recurrente en la vida cultural colonial, lo que generó un público asiduo a la escena, que pudo apreciar  importantes piezas del Siglo de Oro español en su momento de mayor auge.

 El 1784, entre las hoy esquinas Conde y Carmelitas de Caracas,  es inaugurado el Coliseo, primer edificio teatral construido en el país. La iniciativa se debió a Manuel González Torres de Navarra,  capitán general de Venezuela,  quien costeó de su propio peculio la construcción del recinto, donándoselo al ayuntamiento caraqueño. El terreno en que estuvo ubicado era propiedad de Fernando Ignacio de Ascanio,  Conde de La Granja,  quien cobraba una suma anual por su arrendamiento. El diseño del coso de espectáculos siguió la línea de los construidos en la España imperial del momento,  una mezcla del llamado “corral de comedias” y el escenario “a la italiana”, con cortinajes laterales, telón de boca y tramoya rudimentaria que posibilitaba el cambio de decorados.

 En los albores del siglo 18, viajeros visitantes como los franceses J.J. Dauxion Lavaysse y Francois Depons dan cuenta de la nutrida asistencia que tenían las representaciones efectuadas en el lugar, a la vez que deploran la calidad del trabajo de los actores. Dauxion Lavaysse testimonia, por la misma época, la existencia de “una sala de espectáculos mucho menor que la de Caracas pero construida con el mismo plan, es decir, sólo hay techo sobre los palcos”, en la ciudad de Cumaná, lo que nos da una idea del impacto que tuvo la construcción de este teatro, hasta el punto de ser secundada en otras ciudades.

 La capacidad del teatro

Un plano original datado en 1801  muestra de manera bastante aproximada como debió ser la edificación. Fue realizado con miras a una refacción que amplió el número de balcones interiores llevándolos a 3, a la vez que dotó de techo al patio del recinto. Siete años duró la proyectada mejora del edificio hasta que, en 1808, es culminada por José Gabriel García, quien a cambio de un contrato de nueve años para administrar el teatro, terminó la obra.   Todas las investigaciones y crónicas que se refieren a esta sala, le atribuyen una capacidad entre 1500 y 2000 espectadores, cifra irreal si tomamos en cuenta que, para la fecha de su inauguración, la ciudad de Caracas no pasaba de los 30.000 habitantes. Estudiando con atención el plano existente se deduce que, cuando mucho, solo pudo albergar un público aproximado de  600 personas. Los balcones contenían una hilera de palcos destinados a los notables de la ciudad, así como a las pudientes familias que podían costear el abono anual. El patio, tenía una capacidad aproximada de 400 personas, sumando las que podían pagarse una localidad en los bancos de madera y las que debían permanecer de pie, hacia el fondo, luego de adquirir las entradas más baratas.  Las funciones, por lo general, comenzaban alrededor de las 8 p.m., prolongándose hasta la medianoche.

 Dañado por el terremoto

La edificación sufrió daños considerables en el terremoto de 1812; no obstante, un dato certifica que seguía funcionando 10 años después.  William Duane, norteamericano de linaje irlandés, autor de Viaje a la gran Colombia en los años 1822-1823, dedica dos páginas a su visita a este teatro. En la narración podemos leer “Tenía curiosidad por ver el teatro que Humboldt describió con mucha precisión (...)  encontré entrada por un real; y me dijeron que el sitio estaba en un área abierta, subí las escaleras y  encontré asiento. (...) Un grupo de asientos, todos llenos con acompañantes, principalmente damas, ocupaba ambos lados del paralelogramo; la planta baja, literalmente era un hueco; el techo, una bóveda circular, era  el cielo sereno. El escenario medía más o menos veinticuatro o veinticinco pies de ancho al frente, flanqueado por lo que los actores llaman bastidores, formando dos lados de un cuadrado. El proscenio tenía una pintura en tela que caía para diferenciar los actos de la obra, era generalmente una pintura con un motivo pastoral...”

 Hoy día, se conserva el lote de terreno donde estuvo el Coliseo, ocupado por unas cuantas decenas de kioscos de venta. Difícil imaginar, al caminar entre las mercaderías, que el sitio sirvió alguna vez como la tribuna de llantos y carcajadas fingidas que deleitó a los caraqueños de la I República

lunes, 19 de agosto de 2013

APACUANA Y CUARICUARIAM

por Carlos Herrera
@cehs1957

Dentro de la ciudad de Caracas, uno de los grupos emergentes con actividad escénica que merece ser reseñada y aplaudida es Equipo de Teatro “Caímos al Proscenio”. Fundado a mediados en Mayo de 2009 por estudiantes convencidos de la “necesidad de hacer teatro” sustentado por valores como la “integridad teatral” y teniendo como bandera el tratar de contribuir con la comunidad y fortalecer la cultura venezolana. Han ido de paso lento pero desde nuestra percepción, seguros en su quehacer artístico. Bajo la dirección de Ybrahin Medina, han situado experiencias escénicas como la propuesta de corte histórico, Manuel Palacio Fajardo en el año 2009 o, la comedia basada en la pieza Gracias por los favores recibidos de Néstor Caballero (2009). Se suma a lo anterior, su trabajo escénico para época decembrina titulado: “Pesebre Venezolano”.

Ahora, en 2013, este incansable colectivo de jóvenes escenificaron la pieza del maestro dramaturgo, pintor y muralista, César Rengifo (1915 – 1980), Apacuana y Cuaricuriam (1975) donde se plasmó el drama de lucha de nuestros pueblos originarios contra la terrible presencia del conquistador español. Junto a Osceneba (1957) y Curayú o El Vencedor(1947), Rengifo armó “un friso histórico” como una revisión crítica sobre los conflictos que vivieron nuestros indígenas ante el Imperio opresor insular.
Tal y como lo afirmó el desaparecido Gilberto Pinto sobre los aportes que un hombre de arte debía tener y que supo recoger la vasta obra de César Rengifo, en Apacuana y Curiacuriam se haya “la necesidad de reflejar los valores históricos y sociales del país en el teatro venezolano, donde destaca el afán de interpretar la realidad social venezolana” en este caso, la que fue tasajeada por la violencia y la crueldad de aquellos bizarros españoles del s. XVI.

Caímos al Proscenio demostró con muy buena energía - dentro de las funciones que le fueron programadas a dos tiempos por el Circuito Teatral de Caracas en los Teatros Catia y este fin de semana, en el Teatro Principal- el recordatorio al público capitalino que la obra de Rengifo está allí no para servir de válvula de escape, exhibirse como montaje ideológico maniqueo o, peor de los casos, de ser trabajada como propuesta de evasión; ellos asumieron con respeto y sentido de pertinencia elevar un claro mensaje: el arte es ante todo, compromiso y cambio.

El trabajo de producción general de Alberto Marín, buscó ser cuidadosa y logrando maximizar los recursos plásticos tanto en la concreción del vestuario y la utilería. Por su parte, la dirección asumió un doble rol, versionar y puesta en escena de esta pieza de Rengifo. Ambas labores fueron asertivas y empeñosas en ofrecer un digno como equilibrado balance en lo que era teatral y respeto al texto. Hubo manejo equilibrado de la planta de movimientos a pesar del numeroso grupo de actores, apeló a crear justeza lumínica para crear atmósferas para cada unidad dramática y sentimos que permitió que la composición actoral fuese armónica creando ritmo interno, secuencias dramáticas acopladas y sobre todo, verdad en la capacidad individual de los actores y actrices en la conformación de sus trabajos creativos.

Tal y como el mismo Rengifo lo expresó una vez: “Cuando un artista latinoamericano te está haciendo una obra genuinamente enraizada con sus realidades nacionales , con las realidades revolucionarias de su país (..) y que expresa verdaderamente lo sueños, los anhelos, las angustias de su país, te está reflejando la gran revolución que se está manifestándose en América”. Hacer teatro es parte de esa revolución si y solo si, llega a satisfacer las necesidades artísticas del nuevo teatro, aunque éste no tenga cabida en las grandes salas. Sabemos que, con grupos con Caímos al Proscenio las búsquedas de un teatro para el pueblo podrán ser efectivas. Les haremos seguimiento a futuro para verificar que ellos sigan por esa senda.

jueves, 15 de agosto de 2013

Una nueva generación de directores

El teatro venezolano abre un nuevo capítulo en su historia, pese a las condiciones económicas que sufrimos y padecemos desde hace ya más de 20 años y la desaparición de importantes instituciones teatrales que marcaron pauta en los años noventa, amén del cierre de importantes talleres y escuelas teatrales, los jóvenes no desmayan, por su naturaleza e ímpetu no se dejan amainar por circunstancias adversas y el deseo de crear sobre las tablas no desmaya.
Una nueva camada de directores de escena salta al ruedo con arriesgados trabajos que han sido impulsados desde las dos principales fuentes de formación teatral en Caracas: la Escuela de Artes de la Universidad Central y la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) aunados a la formación de agrupaciones independientes como Rajatabla, Contrajuego, Hebú Teatro, Tumbarrancho Teatro, el Centro de Directores para el Nuevo Teatro y el Grupo Actoral 80, entre otros o de instituciones privadas como el Ateneo de Caracas, que aún continúa ofreciendo posibilidades de formación en artes escénicas con los mejores profesionales del país.
12 cosas imposibles antes del desayuno
Liderado por Jericó Montilla, egresada de las filas de la UCV, Teartes se ha convertido en una agrupación experimental que ha dado de qué hablar en el ámbito escénico nacional con sus arriesgados montajes donde la premisa está en el manejo corporal y el texto llevado a escena. El pasado fin de semana tuvimos la oportunidad de disfrutar del re-estreno del espectáculo 12 cosas imposibles antes del desayuno, estrenado en 2011 y que cumplió una pequeña temporada en el Centro TET.
Una suerte de lectura teatral realizada por esta creativa directora acerca de los clásicos infantiles Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del Espejo de Lewis Carrol, junto a Gabriel Agüero, Héctor Castro, Abel García, Marcela Lunar, Ángela Meléndez, Orlando Paredes, Sain-ma Rada, Luis Alfredo Ramírez y Angélica Robles, sus actores, quienes nos hechizan y trasladan al mundo fantástico de esa niña que busca constantemente saber su identidad, encontrarse a sí misma, enfrentándose a personajes “disociados” que la hacen vivir aventuras inexplicables.
Lo más impactante de este montaje es cómo el conjunto artístico logra desde el espacio vacío y sólo con elementos de utilería, vestuario, voz y cuerpo, amén de una extraordinaria puesta en escena llena de atmósferas y desbordada creatividad, un redondo espectáculo digno de exportación para demostrar a nivel internacional el nivel del teatro joven venezolano.
Mención especial merecen la escenas en las que Alicia se topa con el Gato, una alarde de sutileza en el manejo de elementos e iluminación y la capacidad de síntesis creativa que logra Jericó Montilla al resolver la escena en el jardín de flores; sólo una gran directora consciente de lo que quiere y con dedicación a la investigación escénica puede lograrlo.

De actores a directores
Hay afirmaciones que aseguran, entre los más experimentados en las tablas que un gran director puede ser aquel que ha pasado por la experiencia de la actuación, apoyamos la máxima y lo comprobamos en dos casos patentes en nuestro joven teatro venezolano: Gabriel Agüero y Luis Vicente González, el primero emerge de las aulas de la UCV y el segundo de la UNEARTE, los dos comprometidos y talentosos actores formados en Rajatabla y Séptimo Piso, respectivamente, pero que han decidido armar casa aparte para sorprender con nuevos lenguajes escénicos y demostrar que ahora es que queda futuro en las tablas nacionales.
Saverio el cruel
Es impresionante el movimiento joven que respaldado por los veteranos Orlando Arocha, la actriz Diana Volpe y el actor-director y dramaturgo Ricardo Nortier se ha creado desde una minúscula sala recién inaugurada en los recovecos internos de la Concha Acústica de Bello Monte: La caja de fósforo es su nombre y alude a lo estrecho del espacio (sólo es para 55 espectadores) pero a la intensidad del incendio que puede bullir entre esas cuatro paredes.
En su segunda temporada de estreno, esta caja de fósforos recibió a la ópera prima del sagaz Gabriel Agüero, incansable creador y demostrado intérprete, quien se arriesga a montar uno de los textos más emblemáticos del Teatro Argentino del siglo XX, hablamos de Saverio el cruel de Roberto Arlt. Texto que marca el estilo dramatúrgico y escénico del país del Sur dando un giro de 180° a la dramaturgia Río Platense para más nunca abandonar lo que se ha llamado el “Neogrotesco Argentino”.
Un hermoso drama en el que un hombre es engañado por la clase pudiente para burlarse de él haciéndole creer que puede tener el poder en sus manos, hasta conseguir envilecerlo y llevarlo a la muerte. Un aleccionador relato en el que la crítica a un sistema político-militar corrompido por las esferas que manejan el dinero hace estragos en una sociedad (cualquier parecido con la realidad es puro teatro).
Lo que impacta de la propuesta escénica de Agüero es cómo logra sintetizar el manejo de la puesta en escena apoyándose en un cuidado y genial aparato escenográfico y en la dirección correcta de sus actores, encabezados por el portento interpretativo de Elvis Chaveinte, otro que dará mucho de qué hablar en lo que a histrionismo se refiere y su compañera Rossanna Hernández derrochando encanto y buen decir sobre la escena, acompañados de una talentosa camada de nuevos talentos que han encontrado un espacio seguro de creación donde realizar sus sueños ellos son: Abilio Torres, Abel García, Sahara Álvarez, Dayana Carmona, Idanis Infante y Alexandra Vivas.
No cabe duda que guiados por los dioses del Olimpo este Deus Ex Machina como se denomina esta naciente agrupación, marcará pauta en las filas del nuevo teatro nacional.
Cuando los jóvenes hablan de la calle
Por su parte, Luis Vicente González, actor, dramaturgo y docente universitario, sorprende de igual manera con una crónica teatral de su autoría basada en la violencia que azota a la sociedad venezolana de la mano de la conmovedora historia de Alias el papi, una contundente propuesta para hablar de la podredumbre de un país que se ahoga en la maternidad adolescente, el tráfico de drogas, la delincuencia y el amor. Sólo dos personajes: Anita y el Papi una pareja de adolescentes del cinturón marginal de la ciudad que se enamoran en el liceo y con un embarazo a cuestas deben sobrevivir llegando a involucrarse en los más oscuros manejos del delito intentando cumplir sus sueños de vida.
El hallazgo, de este espectáculo, en principio, es cómo se logra llevar un tema tan duro e incluso posiblemente rechazado por el espectador común en tanto toca muy de cerca su realidad, de una forma poética y teatralmente eficaz; en segundo lugar el logro de la dirección creemos está en armar una dramaturgia escénica que pasea al espectador desde el más hermoso momento de amor entre los personajes y lo lanza (como en las montañas rusas) a las más oscuras fauces de la descomposición social.
La acertada puesta en escena juega a la acción de concretar todos los espacios de la historia dentro de un salón de clases, que es el punto de partida de estos trágicos personajes, pero sorprende la capacidad de concretar un lenguaje plástico en la escena apoyándose de la síntesis de la imagen en dibujos creados por los propios actores en una pared-pizarra, que aluden de forma genial a momentos de la dramática del relato.
Amén de llegar directamente al público adolescente que puede encontrar en este montaje una eficaz forma de desviar el mal camino por el cual pueden transitar, Alias el papi se transforma en un documento vivo de una sociedad viciada y sin esperanza posible a menos que se cuenten con propuestas como éstas que con creatividad narran una anécdota que pega duro en el sentimiento del espectador.
No se puede pasar por alto el desempeño de los jóvenes actores Kevin Jorges y Josmary González quienes con su talento y registros interpretativos logran una extraordinaria caracterización y contundentes matices dramáticos que hacen levantar al público de sus butacas.
En síntesis tres nombres de nuevos directores que comienzan a proponer sobre la escena venezolana sus distintas visiones creativas de una realidad circundante, tres creadores que impactan por su riesgo en este país donde pesimistamente nadie apuesta a la novedad, pero lo cierto es que el arte como medio expresivo ha conseguido en este trío de teatreros un resquicio donde confirmar que la mejor forma de decir lo que se quiere gritar es el teatro. ¡Ahora es que hay futuro en nuestras tablas!   
L.A.R / @rosasla

Caracas, 15/08/2013 

lunes, 12 de agosto de 2013

La parte productiva.

Foto: Nicola Rocco
por Carlos Herrera
@cehs1957

¿Cuántos de nosotros en los tiempos que corren podemos aseverar que adolecemos de alguna pequeña neurosis, trauma o complejo? ¿Qué individuo en esta sociedad de consumo y llena de elementos alienantes, políticos y hasta culturales hemos sido capaces de atajar algún arranque de locura? Quién define que uno está cuerdo o sencillamente seamos solo un ladrillo más en la pared de la locura general que ante todos es lo normal? ¿En que parte de la sociedad usted cree estar? ¿En la parte productiva o en la parte que está tocada? Pero, una vida sin locuras ¿no es cómo sin comer sin sal? Bueno, la cuestión es que aludiendo el viejo refrán que dice: “!De poetas y locos, todos tenemos un poco!”, uno podría justificar uno que otro alocado arranque ¡claro!, siempre y asumiendo la sentencia de: “¡Sin arrojarle piedras a los demás!”.

Manejando estas interrogantes y discurriendo esos refranes y sentencias, salí ligero del Teatro Catia este fin de semana después de presenciar la divertida comedia Terapia (Comedia en tres sesiones y un diagnóstico) del dramaturgo, Martín Giner (1945 y adscrito a la nueva dramaturgia argentina) ha pergeñado piezas como: Verduras imaginarias; Los autoiluminados, Freak Show, entre otras.
Habilidoso escritor que teje agudas comedias en cuyas tramas descansan elementos del absurdo y situaciones dramáticas y donde los personajes generan al lector-espectador no solo interés sino que le ganan de forma franca debido al ingenioso elemento que subyace en los argumentos. Terapia es una de esas piezas que, sin ser “comerciales o digestivas” al 100% se nos descubre inteligente, provocadora e hilada sobre el encuentro de “un personaje que alucina ver a su madre, y un psicoanalista que no se queda atrás con sus propios traumas”.

Texto que nos hace reír y pensar al unísono. En su fondo sentimos a un dramaturgo perspicaz que supo tomar el señuelo de la comedia para armar una situación inteligente que permite a un grupo como Producciones Espejo Teatro acertar en eso que denominamos sus primeros pasos en la profesionalidad teatral de Caracas. La acertada dirección de Yorbi Bastidas que no desperdicia nada del texto, que supo buscar en los actores los gags y soltura de acción, que concatena el aporte de iluminación para situar atmósferas donde lo lúdico rememorativo era pertinente con lo que se desarrollaba sobre la escena e, incluso, si vender el final de la pieza, hace que lo sigamos con acuciosidad en futuros procesos artísticos. Bastidas hace dupla con la labor de producción de Sofía Mirabal quien entendió parte del secreto que esta clase de proyectos debe contemplar: austeridad pero calidad en los elementos escénicos dispuestos. No es llenar la escena de objetos, no es saturar la puesta con lo ostentoso de una escenografía sino que lo sencillo exprese una base para que la labor actoral esté lo más cómoda posible. La imagen es parte de esos secretos de un buen productor.
Respecto a la resolución histriónica, debemos confesar que la selección actoral fue lograda.

Las desenvueltas caracterizaciones dadas tanto por Domingo Balducci y Elvis Di Marcoantonio hacen que el texto esté allí sin ningún esfuerzo. Ambos evitando caer en la tipificación deformada de personajes paciente / psicoanalista lograron un dúo acoplado. Se percibió presencia y ritmo a lo largo de la hora de duración. El público catiense que merece contar con espectáculos de este nivel respondió con sus risas y aplausos hizo significativo este trabajo ya que el espectáculo estuvo dignamente edificado. Terapia fue un espectáculo con rúbrica de buen teatro que puede verse sin remilgos en cualquier sala de la capital. Esperamos que así sea. Producciones Espejo Teatro es un sí afirmativo por el talento emergente.

domingo, 11 de agosto de 2013

¿Las aventuras de la "Nueva era"?

por Carlos Herrera
@cehs1957

El Teatro Nueva Era tuvo en su haber una reconocida actividad en el mundo del teatro infantil como juvenil. Si mal no recuerdo, lo constituyó el dramaturgo y director, Romano Rodríguez. Tras su periplo se asociaron propuestas (vale la pena mencionar los montajes Pechos de niña, De Melocotón a Rojo Alucinante o Julliet flotando dentro de una burbúja que concitaron el interés y atención no solo del público adolescente sino del adulto debido a que supieron abordar temas que poco o nunca eran abordados por otras agrupaciones.

A raíz de la partida de Rodríguez al exterior, el grupo entró en una fase de reingenieria pasando a conformar acciones formativas en liceos y escuelas así como trabajando con adultos mayores. Ello les permitió no desdibujarse sino diversificarse creando algunas propuestas escénicas producidas por los talleristas y exhibidas en Co producción con el Teatro Nueva Era como por ejemplo el montaje exhibido en el Celarg Sur o no Ser. Sin desdibujarse han proseguido su quehacer dentro del acontecer escénico venezolano aunque sin estar tan estrechamente ligada a la exhibición profesional como lo fue en otros momentos.

Efectuando el seguimiento del quehacer escénico en la actividad semanal, encontramos que, este colectivo artístico retoma las tablas de los teatros comerciales y comunitarios una vez que alternan con sus actividades formativas (talleres)o de participar en Festivales y Muestras organizadas por entes culturales.

Su diversificación dentro de la senda de la profesionalidad creativa ahora cuenta con el objetivo de los niños pero ¡ojo!, digo niños porque su fuerte siempre fue el asunto temático del adolescente lo cual ha ocupado parte esencial donde han estado orientados sus esfuerzos creativos como su dinámica teatral.

Ahora, el Teatro Nueva Era se verificó dentro del Teatro Catia en la Programación Permanente de Teatro llevando en función vespertina su proyecto de espectáculo Las aventuras de un Caballero andante, una adaptación realizada por el José A. España para el clásico de Miguel de Cervantes y Saavedra El Quijote de la Mancha y con puesta en escena de Jennifer Gasperi quien se formó en el seno de esta agrupación hacia 1997 y asumiendo las riendas del mismo a partir del año 2000.

Siendo Alfonso Quijano una persona que, de tanto leer libros de caballería se trastorna creyéndose caballero con la misión de lograr el amor de su idolatrada, Dulcinea de Toboso. Emprenderá con el rústico Sancho Panza, un sin número de aventuras luego de partir de un lugar de la Mancha “del cual no quiero acordarme”, pero que a la postre le permitiría ser conocido como “El Caballero de la triste figura”.

Deseo advertir en esta nota de opinión sobre los problemas de asumir sea bien o una versión o una adaptación de cuentos, novelas o narraciones orales por parte de algunos hombres y mujeres de teatro. La mayoría solo apelan al entramado esencial del argumento, elaboran más de las veces artificios de trama que o edulcoran o tergiversan la historia; los personajes que deben poseer características (por ser héroes o que identifican la acción por sus logros) quedan o mal dibujados o en el peor de los casos, caricaturizados haciendo merma de su eficacia en la connotación de valores que los ha hecho populares o inmortales. Las acciones son cambiadas, manipuladas y hasta recontextualizadas ejerciendo un flaco favor a las circunstancias donde cada personaje se desenvuelve.

El ambiente dista ser el apropiado o, lo peor, queda desdibujado por la impericia de los creativos (versionador / adaptador) como de los diseñadores; todo ellos tiende a sobrecargar más de las veces o desfigura en algunos casos en vez de adecuarlos a lo esencial para identificar situación y personaje. Por otro lado, se tiende a adicionar personajes o ingresar acciones paralelas que nada aportan a la fábula.

En fin, se podría abundar y sostener argumentadamente una serie de elementos que, en nada enriquecen una producción “x” o un espectáculo “y” si el pretendido en estar en consonancia con el texto original y ello sumado a que si un colectivo no articula una propuesta de forma consistente en lo artístico, en lo estético, lo técnico y lo conceptual termina por ofrecer al receptor (el público) una propuesta que dignifique con solidez la labor creativa en cuanto a teatro para niños o para todo público.

Lo visto en Las Aventuras de un Caballero Andante ostenta parte de estos elementos y algunas debilidades artísticas que pueden ser reelaboradas con perspicacia a fin de garantizar un proyecto escénico sólido. El grupo tiene con que, solo deben saber separar lo superfluo de lo necesario y así otorgarle a la recepción del niño (que es un público exigente) la valoración y degustación el gusto por obras clásicas y contemporáneas, ¡pero, eso si, bien trabajado desde todo punto de vista! Hay siempre teniendo en mente: ¿Qué clase de teatro infantil merecen tener los niños (as) del país?

miércoles, 7 de agosto de 2013

La última noche de Fedora


Por Bruno Mateo
@bruno_mateo

 
Desde el pasado 17 de julio de 2013  se está presentando el montaje “La última noche de Fedora” del escritor venezolano Ibrahim Guerra  dirigida por Anthony Gómez bajo la producción del actor Alexander Rivera para Mangos Producciones con las actuaciones de Hans Christopher, Luis Enrique Cañas, Yackson Vásquez, Andy Pérez, Frank Silva, Yordan "Dafne" Rosales, Jackson Martínez y Ramón Casanova.

La obra se desarrolla en un night club, la noche en que se estrena la revista musical travesti titulada “La última noche de Fedora”. Esto dará pie para que se vayan suscitando un sinfín de situaciones cómicas, absurdas y patéticas, hasta mostrar e introducir al espectador en una especie de inframundo lleno de intrigas, lentejuelas y muchas plumas. (El Universal  16 de julio de 2013)

La función que vi fue la del miércoles 31 de julio en el lugar  nocturno “Hipocampo” ubicado en el Centro Comercial Chacaíto. La presencia del actor Luis Enrique Cañas como el Director del vodevil se nos hace imponente, su capacidad histriónica permite convocar la atención del público a pesar de que el sitio no es un teatro propiamente dicho y por lo tanto las personas tampoco tienen una relación tácita con el espectáculo.  Hay que acotar que este montaje usa la técnica del “teatro dentro del teatro”  procedimiento dramático que consiste en una representación teatral dentro de la obra representada además de lo que se ha definido como teatro hiperrealista, la intervención directa con el público y éste participa del montaje.  El  Frank Silva como el travesti que hace de la cantante venezolana Mirla Castellanos es convincente. Hay que comparar los gestos de Mirla Castellanos con la interpretación de Silva para percatarnos de su trabajo mimético; lo mismo se puede decir de Jackson Martínez al hacer de Mirta Pérez y su “nave del olvido”. La técnica vocal de ambos en cuanto a la proyección es límpida. Es una técnica bien trabajada. Lo peculiar es la intervención del joven talentoso travesti Yordan Rosales conocido como “Dafne”  en el mundo de las noches gays de Caracas quien utiliza todas sus “armas” histriónicas para traernos una feroz  interpretación fonomímica de la cantante mexicana Gloria Trevi. El personaje de Fedora lo realiza el actor Andy Pérez, quien recientemente en julio  obtuvo el premio de “Mejor actor” en el Festival internacional de teatro Rosa (Diversidad sexual)  2013 dela ciudad de Bogotá su trabajo se puede catalogar como en la onda queer gótica. Es una especie de vampira cuyo trabajo vocal también es impecable tomando en cuenta lo amplísimo del lugar.

Para finalizar puede asegurar que es un trabajo ligero lleno de travestismos femeninos que nos arrancarán muchas risas.

lunes, 5 de agosto de 2013

Jazmines contra la violencia


Por E.A Moreno Uribe
@EAMORENOURIBE

Un puñado de madres de las víctimas de la violencia cainítica que azota a Venezuela se organizaron y salieron a las calles caraqueñas para mostrar las fotografías de las 54 mujeres que perdieron a sus descendientes en manos del hampa o de enloquecidos policías. Singular modo de pedir paz y reconciliación que demuestra la firme voluntad de luchar para impedir más muertes. Ellas le ponen la cara a la esperanza para buscar  el fin de esa violencia que amarga la cotidianidad de esta Tierra de Gracia, violencia que diezma a la juventud pero que arremete contra la sociedad en general.
Son la fundación Esperanza Venezuela, de carácter artístico, social y apolítico, la cual reaparece como coproductora del espectáculo Jazmines en el Lídice, el cual exhiben durante los fines de semana en el teatro Trasnocho. Está bien escrito y correctamente dirigido por Karin Valecillos y Jesús Carreño, con música original de Abiram Brizuela y las estremecedoras actuaciones de Gladys Prince, Omaira Abinadé, Rossana Hernández, Patrizia Fusco, Samantha Castillo y Tatiana Mabo.
Y como de violencia se escribe, conviene precisar que, en el noroeste de Caracas, existe, desde 1943, la urbanización Lídice para rechazar el exterminio que hicieron los nazis de los casi dos mil habitantes de ese pueblo checoslovaco, porque se rebelaron contra la opresión fascista.

Y ahora, en esta segunda década del siglo XXI, gracias a la magia del teatro, en nuestro Lídice hay una casa, la morada de Meche, donde crecen en porrones unos jazmines. Ella hace seis años perdió en manos de la violencia a su hijo Raúl. Sus hijas Anabel y Dayana, a quienes también mataron a sus vástagos, tratan de persuadir a la madre de que se mude a otro lugar porque anda suelto el asesino de Raúl.

La obra se desarrolla cuando ellas junto, a la vecina Yoli; Aída, abogada y amiga de la casa; y  Sandra, la viuda de Raúl, se reúnen con Meche para convencerla de marcharse. Sin embargo, ella está arraigada a su comunidad, pues, pese al dolor, ha encontrado en la pérdida de su hijo un vínculo con otras madres y siembra jazmines como quien cultiva esperanzas. Eso es  Jazmines en el Lídice, realista y estrujante teatro basado en testimonios de 54 madres que perdieron a sus hijos, ellas ahora se protegen y luchan desde Esperanza Venezuela.

Muestra la vida de seis venezolanas quienes encontraron una manera de salir adelante por encima de la tristeza de haber perdido a sus hijos. La pieza pretende ser un punto de partida para recuperarnos como sociedad y evitar que esas tragedias continúen repitiéndose.

Nosotros estamos plenamente convencidos que Jazmines en el Lídice es una manera pulcra y sensible, además de altamente creativa, de acercarse desde lo humano al universo de esas venezolanas, quienes encontraron una manera de salir adelante por encima de la tristeza, y cuyas sus historias son punto de partida para recuperarnos como sociedad. Es también un hermoso homenaje a las mamas que se yerguen y prosiguen luchando por la vida. Se realiza sobre la peligrosa cuerda floja del melodrama lacrimógeno y convence plenamente porque esa realidad que plasma no es ajena al público.

¡Nadie puede negar ahora que el teatro contemporáneo criollo está de espaldas a la realidad en que vivimos!

viernes, 2 de agosto de 2013

El mistral


por Carlos Herrera
@cehs1957

Uno de los colectivos de teatro danza que ha marcado las tablas del país, ha sido sin duda, el grupo Dramo. Con un dilatada trayectoria. esta agrupación fundada por Miguel Issa y Leyson Ponce se ha constituido en la memoria del espectador como del mundo artístico que visualiza el quehacer desde las fronteras escénicas del teatro como de la danza, en un híbrido fusión de fórmulas escénicas como expresivas –cabaret, circo ilusionismo, vídeo y elementos operáticos- que en su armazón se sostienen a fin de afiligranar su poderosa capacidad creativa grupal y someterla sin ambages al exigente rigor de expertos como de un entusiasta público. Dramo han logrado concretar en derrotero logros coherentes que acentúan una línea estética específica, han elaborado desde el riesgo una impronta conceptual como un delineamiento artística específico distintivo en lo que fue el cierre de la última década de los años noventa del s. XX y que lo que ha venido conformando en todos estos años del presente siglo en el país.

Para los que aun no han podido constatar su perspicaz rúbrica escénica no le resulta hablar de Dramo a partir del trazado que lo ha definido en muchos trabajos: la dramaturgia del movimiento. Es esa combinación de las técnicas de la danza contemporánea con el hilado de elementos propios del universo de lo teatral que lo ha caracterizado con firmeza. He ahí que al retrotraernos en su derrotero grupal hemos visto como de la mano de sus fundadores el director fundador, bailarín y coreógrado, Miguel Issa (Caracas 1963) y Leyson Ponce (Cofundador y bailarín y coreógrafo) junto a Adriana Issa como productora y acompañados -en muchas de sus proyectos- por el vestuarista y bailarín, Efrén Rojas, marcaron por decirlo de algún modo, las pupilas y sensibilidad de cientos de espectadores que les vieron configurar trabajos plenos de creatividad, vuelo imaginativo, rigor conceptual, exigencia técnica y, sobre todo, de revitalizarse no solo como grupo cerrado sino de abrir puertas a cuanto talento joven hubiese podido engranar para cohesionar un discurso inteligente, a veces nostálgico y más de las veces, imbuidos de contundente eficacia significante.

La memoria no ayuda a serle fiel a sus logros pero, a vuelos de pájaro al escribir esta nota, evoco dos impecables trabajos de este colectivo: La Zaranda y Répondez s'il vous plait. Ahora bajo la Programación del Circuito Teatral de Caracas organizado por Fundarte y GDF en el mes celebratorio de la fundación de Caracas, Dramo se presentó con la producción coreográfica El Mistral Un viento frío en Verano (2003) de Miguel Issa. Con funciones los días 12 y 13 de julio en el Teatro Principal y luego, el 27 y 28 del mes en curso en el Teatro Nacional supieron ofrecer un exquisito montaje al público del centro oeste donde una potente inspiración creativa a modo de metáfora toma la imagen del viento “seco, violento y angustioso” que estremece estacionalmente la geografía mediterránea para servirse como inspiración del mismo.

Trabajo rico en lecturas evocativa se funden con ese elemento estacional permitiendo que el cuerpo de bailarines exhibiesen con tino corporal y decantada lucidez técnica una composición espacial a fin que no solo el destello de personajes imaginados sino esa capacidad de insinuar otras atmósferas distintas a lo cotidiano caribeño o latinomericano se potenciaran sobre las tablas de nuestros teatros más importantes. El Mistral fue síntesis en forma de revista evocadora con toques travesti donde Dramo reafirmo ese indiscutible sello de capacidad plasticidad que los ha distinguido en cuanto a indagación creativa se refiere.

Coreografía sostenida por danza, teatro y elementos operáticos que tocó a más de uno en la platea y ganó su sincero aplauso porque a pesar de los años que ya cuenta este trabajo aun sigue mostrando lo que para Miguel Issa deseaba transmitir: la nostálgica sensación de un recuerdo.