viernes, 31 de enero de 2014

Murió el teatrero Eduardo Emilio Gil

@eamorenouribe
@avencrit

Se marchó en silencio. Rodeado por familiares y amigos. Ahora ya es polvo. Iba a cumplir  71 años el  próximo 15 de febrero, pero los dioses, y no precisamente los del teatro, lo sacaron de escena. Era el artista Eduardo Emilio Gil, nacido en Niquitao, estado Trujillo, legendaria figura del teatro universitario de los años 60 y 70, pero quien pasa a la historia del teatro por haber rescatado a la Compañía Nacional de Teatro (CNT) -entre los años 2005 y 2012- y dejarla, moderna, fuerte y organizada, como está actualmente, en manos de Alfredo Caldera.

Contó, en su momento, que  cuando llegó a la CNT, “encontré una ausencia de organización y de estructuración de la institución como tal. Es decir no encontré la fortaleza que debe tener una corporación que está estructurada, que debe estar organizada para cumplir unas misiones claras o unos proyectos. Encontré un vacío, no sólo por el proceso del año anterior, donde hubo un tanto de desaparición, de disgregación, de mudanzas, etcétera. No había una estructura de lo organizativo y si había una total carencia de procedimientos que son las fortalezas de una institución. Eso en sus aspectos funcionales. Con eso fue lo primero que me encontré y desde entonces se ha  trabajado para responder a la solicitud expresa del Ministerio de la Cultura para refundar a la CNT. Darle la verdadera orientación territorial, además del trabajo diario de consulta, para poder dotar a la CNT de capacidades operativas basadas en una racionalidad y no en caprichos ni en antojos, sino en perfiles de trabajo de equipos y de proyectos que vayan entrando en relación con las comunidades que no han tenido oportunidad de acercarse al teatro. Y ahora vamos a responder con acciones concretas en el campo del repertorio, de la interpretación, de los niveles estéticos, que es una tarea de competencia de la CNT”.

Gil se propuso y lo logró, y ahora Caldera lo continua, hacer del teatro un encuentro con la gente. “El teatro tiene que buscar y dejarse tocar por la gente, dejarse colorear por la vida de la gente y recrear esa experiencia que es popular porque está en medio de la gente. El perfil del teatro para la CNT, tal como está definido en las políticas del Estado, es un teatro que vaya a todas las regiones, que trabaje para todos los públicos, en especial para los que han tenido menos oportunidades. Es un teatro que se detiene a hablar, a encontrarse, a intercambiar con las comunidades en formas diversas que van desde los foros hasta los talleres, pasando por las conversaciones, apoyando a los grupos emergentes. El teatro del cual yo estoy hablando es un teatro que se va a nutrir de esos nuevos actores que están surgiendo en esas comunidades y que tienen un compromiso. Es un teatro muy libre, muy apasionado, muy activo”.

Gil recordaba que la CNT es una asociación civil sin ánimo de lucro, creada por el decreto presidencial N° 133 del 22 de mayo de 1984, y tuvo como primer director a Isaac Chocrón en los años 80. “Nuestra misión no es otra que apoyar la labor de los trabajadores del teatro que contribuyen al desarrollo de las artes escénicas; facilitar a la población el libre acceso y uso expresivo del teatro como herramienta de consolidación de su participación comunitaria, para complementar la educación integral del pueblo venezolano. Somos, pues, una institución de apoyo a los creadores y creadoras de las artes escénicas nacionales para brindar al público una acción cultural educativa y de entretenimiento de calidad”.
Puntualizó Gil que la CNT, bajo su comando, se convirtió en una “institución” en el sentido más preciso del término. “De ser una simple oficina de producción teatral, ha pasado a ser una organización con bases sólidas desde el punto de vista administrativo, organizacional y conceptual. Ya tenemos manuales de organización, reglamentos internos y de personal nunca antes elaborados, así como definición de funciones, ingreso de profesionales calificados y la creación de cuatro gerencias, que responden coherentemente a las necesidades de un país ávido de la actividad teatral en cada uno de los 23 estados”.

Eduardo Emilio Gil ha corrido contra el tiempo y, al parecer, ha salido triunfador. Recibió el reto de hacer “nacional” a la Compañía Nacional de Teatro y se marchó seguro, como lo apuntalaba con documentos en mano, de que sí logró una gran parte de su cometido.
La Compañía Nacional de Teatro -fundada en 1984 y ahora en proceso de conversión en el Centro Nacional de Teatro-- no tiene en estos momentos un grupo o elenco en particular. Está, eso sí, o sembrando o explorando, lanzando aperturas y vinculaciones hacia las agrupaciones del teatro venezolano. Pero a medida que la organización de la institución le permita mayor capacidad operativa o mayor diversidad para su accionar, puede llegar a tener un elenco estable o un grupo piloto de exploración.

Por ahora, la CNT ha abierto sus puertas a las nuevas generaciones de egresados del Instituto Universitario de Teatro y de Unearte, porque es obligación por parte del Estado que si los forma debe además darles trabajo. Es gente joven bien preparada.

Lo leve de la adolescencia.

 
Cuatro jóvenes talentosos dan vida a "Leve"

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
@avencrit

 
El miércoles 30 de enero de 2014 en la sala Horacio Peterson de la Uneartes de la plaza Morelos, Bellas artes, Caracas se estrenó la más reciente coproducción del Centro nacional de teatro, se trata de “Leve” de la venezolana Karin Valecillos y dirigida por el cubano Ariel Bouza Quintero, el montaje es producto de un convenio Venezuela-Cuba. El elenco estuvo conformado por actores de ambas nacionalidades.

La pieza es la historia de cuatro adolescentes, dos varones y dos hembras, que se reúnen en la azotea de un edificio caraqueño para “revivir la no tan leve etapa de la adolescencia en tránsito a la juventud, cuando tenemos que decir la dura palabra adiós…” (Palabras del programa de mano). Dentro de un juego escénico dinámico en tono casi infantil, los muchachos empiezan a desarrollar el  conflicto. En lo particular pienso que la puesta en escena al igual que la estética funciona muy bien para  el montaje que por momentos me pareció que tenía como espectador ideal al niño, más que al adolescente como tal y esto, tal vez, sea por la concepción escritural un tanto aniñada de los personajes. No sé hasta qué punto el perfil de los personajes (re)presenten al adolescente actual, creo, por las mismas marcas discursivas de los parlamentos y las actividades escénicas, estos muchachos son representaciones literarias más que referencias contemporáneas correspondientes a alguien que vive en la generación 4.0 de la web.

Leve” es una obra ligera en la cual los conflictos se quedan en esbozo  que podrían ser cultivos para un desarrollo posterior un tanto más profundo. La dirección y puesta en escena  de Bouza parece leer ese lado lúdico infantil y lo transforma en códigos escénicos que tocan ese aspecto prístino de la existencia humana como lo es la adolescencia que busca resaltar la pureza y la franqueza de esta etapa a la cual siempre diremos adiós.

lunes, 27 de enero de 2014

Los “Niños lindos” de La caja de fósforos.

Campaña No soy tu chiste

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
@avencrit

La temporada 2014 en La caja de fósforos de la Concha acústica de Bello Monte en Caracas comienza muy acertadamente con la obra “Niños lindos” primera dramaturgia del veinteañero Fernando Azpurua bajo  la dirección y puesta en escena de Rossanna Hernández, también debutante en estas lides. El elenco estuvo compuesto por tres jóvenes intérpretes: Héctor Zerpa es “Martín”, José Manuel Suárez como “Julio”, Teo Gutiérrez que hace a “David” y la aparición del cantante Víctor Valdez.

La pieza es un drama juvenil gai en donde los asistentes pudimos ver que la homosexualidad no está exenta de pasiones y emociones tan poderosas como el deseo y el amor que, en esta ocasión, se convirtieron en algo trágico.

La puesta en escena al estilo circular resuelve bien el espacio en donde se desarrolla la trama, un pequeño apartamento con distintos habitaciones. La escenografía de paredes realizadas en tul permiten la visualización de cada espacio; no obstante, con la puesta circular se puede perder la visualización de gran parte de los detalles actorales.

En cuanto a las actuaciones hay que destacar a José Manuel Suárez quien nos convence en la interpretación de “Julio” una especie de Romeo shakespereano un tanto desquiciado enamorado de su primo mayor que él y es quien lo inicia en la experiencia sexual por allá en su  pueblo del estado Lara hasta tal punto que lo sigue hasta Caracas, ciudad donde se ha radicado. Por su parte, Teo Gutiérrez en su caracterización del primo “David” nos encanta por la organicidad con que la ejecuta, en cuanto al actor Héctor Zerpa en el personaje “Martín” novio de “David” falta que tome conciencia de que está trabajando en teatro por lo que su manera y su decir deben adecuarse a este género porque tiene a su favor la naturalidad en escena.

Niños lindos” es una pieza muy bien escrita, sólida en cuanto a historia y discurso, tendremos que esperar más productos dramaturgísticos de Fernando Azpurua para ver su consolidación como escritor, aunque puedo decir que comienza con buen pie. Una obra con una  temática polémica y  más aún en estos tiempos cuando la homofobia se ha recrudecido en el mundo. El joven dramaturgo lo aborda de una forma seria y responsable. La llama se enciende de nuevo en La caja de fósforos.

 

domingo, 26 de enero de 2014

Fresa y chocolate

Un espectáculo contra la homofobia que acentúa la historia criolla.

 
Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
 
 

A buena hora, el teatro criollo tercia y acentúa su presencia en la lucha que se libra en el mundo contra ese crimen de odio que es la homofobia; enfermedad psicosocial que se caracteriza por tener una profunda aversión hacia los homosexuales, otra más de las manifestaciones del fascismo. Conocen los teatreros que el mundo se divide entre países que persiguen la homosexualidad y los que reconocen y amparan los derechos de gays y lesbianas, pero que en unos y otros persiste el odio hacia las relaciones íntimas entre seres del mismo sexo. Y por eso los hacedores de las artes escénicas están en combate.
El grupo Actoral 80, con su líder Héctor Manrique a la cabeza, ingresó oportunamente a la liza anti homofóbica con el excelente espectáculo teatral Fresa y chocolate, del cubano Senel Paz (1950). Bien actuado por Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Wadih Hadaya, y con la pulcra producción de Carolina Rincón.
Fresa y chocolate - nació del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo y después se hizo cine (1994) gracia a los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío- llega al teatro Trasnocho para plasmar la cruda realidad social de la Cuba revolucionaria, durante varias décadas del siglo XX. Plasma la relación de amistad que brota y se establece entre Diego, artista gay que cree en la libertad y trata de ejercerla, y David, estudiante universitario cargado de prejuicios en contra de la homosexualidad, quien además sigue las orientaciones del régimen castrista. La personalidad racional y desenfadada y tierna de Diego penetra y conquista finalmente la mentalidad del revolucionario David, quien reevalúa sus concepciones no solo de la homosexualidad, sino también sobre lo que significa ser un auténtico revolucionario, a pesar de su homofóbico compañero Miguel quien planea utilizarlo para espiar a Diego, persona a quien el régimen considera "aberrante y peligrosa". El desenlace es el nacimiento de una fuerte amistad entre Diego y David, quienes se separan porque el artista gay sale de la isla en pos de otras metas.
No tiene Fresa y chocolate un final edulcorado ni nada que se le parezca, solo una propuesta para que el público analice y tome una posición, porque sí entre los antiguos romanos, griegos, chinos y egipcios la homosexualidad era solo una manifestación más de la sexualidad del ser humano, sin calificativos ni otra relevancia, las religiones judeocristianas y la era moderna hicieron cambiar tal situación, hasta castigar, censurar y prohibir tal expresión, por intermedio de la homofobia, que puede incluso llevar a la cárcel o a la muerte. En Cuba el odio ha disminuido porque incluso Fidel Castro admitió que su régimen se excedió y hasta una sobrina suya, Vilma Castro Espin, ahora es líder y defensora de los derechos de los LGTB.
El montaje venezolano que deja sin aliento al público por la veracidad de su representación, exalta el talento que como sobrio puestista y director de actores tiene Manrique y las notables condiciones que han desarrollado Rodríguez, Pérez y Hadaya. ¡Verlo es decir no a la homofobia!
CODA
Hay que recordar al público venezolano que aunque la homofobia está prohibida en Venezuela, según la Carta Magna de 1999, esa enfermedad esta tan enraizada en que la sociedad venezolana, que se pasaran muchas generaciones hasta que el respeto hacia los demás sea norma de vida y para la educación, y en especial las artes, son las herramientas.Y es por todo eso que Manrique y el GA 80 han escenificado Fresa y chocolate. Ellos creen y manifiestan que "la razón fundamental para montar esta obra es que en la sumatoria de todas las voluntades estará la solución de nuestros problemas como sociedad, en Fresa y chocolate se ejemplifica como la marginación en cualquiera de sus estados sólo lleva a la fractura íntima y pública del hombre y esas fracturas y desarraigos llevan al empobrecimiento de las personas". Y reiteran que "el amor es una fuerza modificadora. Creemos que si hay algo que le está haciendo falta a nuestra sociedad es el respeto a la vida, a las ideas de los demás, porque nos enriquecen".


martes, 21 de enero de 2014

Herejes y grotescos

Por Carlos Herrera
@cehs1957

Cuando la literatura nacional es pretexto para insuflar la creatividad del dramaturgo, lo textual dramático e incluso los proyectos escénicos tienden a mostrar una faz inusual pero magnética. Para el dramaturgo, director y docente universitario venezolano, Javier Moreno (1960) este aspecto le llevó a hurgar en las líneas de la cuentística del país con objeto de extraer historias y personajes urdidos por Guaramato, Picón Salas o Pocaterra permitiéndole dibujar no solo tiempos de una venezolaneidad pretérita sigue su caminar en las sombras de otras centurias sino puede seguir proporcionando a un perspicaz autor teatral el dimensionar nuevos significantes y recorridos de trama que otros osan tenerlos presente a fin de moldearlo con los ropajes de lo teatral.

 Bajo la órbita del grupo Xiomara Moreno Producciones, el autor de piezas como “Muchinga”, “La última cinta de video de Roberto B.” o “Un corrido muy mentado” se nutre esta vez del grotesco drama a fin de construir tres unidades monologales que conforman su obra Herejes y Grotescos. En estos texto se visualizan tres personajes que se ciñen del corsé del realismo porque como figuras de ficción propugnan u tinglado de crítica social tanto a la percepción de choque de lo rural contra lo urbano del s. XIX sino también porque arman una compleja trama de mitos, creencias, hechizos y conjuros que como tensos hilos dan forma a la tela de nuestra idiosincrasia; un tejido que visto con ojos modernos está lleno de olvidos y sin dejar se ser ecos lejanos por sus resonancias con refranes e imbuidos del manto mágico religioso ello ciertamente sigue crepitando con fuerza telúrica en las oquedades de algunos pueblos donde aun se niega a desvanecerse del todo, la Venezuela de la pobreza y la ignorancia

Personajes como Rafael que toma cuerpo por sus creencias cosmogónicas se inscribe dentro del monólogo Salmo Negro – inspirado del cuento "Viaje al amanecer" de Mariano Picón Salas; la figura del Soldado raso que conforma el monólogo El juez y los nudos a su vez basado en cuentos del Oscar Guaramato y finalmente, Juliano extraído dentro del monólogo “¡Matasanos!” que es adaptación homónima del cuento de José Rafael Pocaterra hace que el público otee desde el plano la sencillez escénica un sintético nudo de hablas, un cerrado cosmos de creencias y una franja de trivialidades que connotan la sinceridad interior del mundo cotidiano de tiempos casi plegados al olvido. Franco pero compacto encuentro con el reto de constituir una verdad teatral que sorprende por su atajos ante lo que ya no es usual y hasta crearnos interrogantes sobre algunas realidades que más parecen fotos raídas de una sociedad desdibujada.

Herejes y Grotescos contó con la reposición (estrenada en Octubre del 2013 en la Sala “Cabrujas”) insiste en mostrarse al público exhibiéndose esta vez en la Sala “Horacio Peterson” de la Unearte. Trabajo limpio forma y sentido que sumó pocos elementos pero afinados a crear una pertinente ambientación visual dada por Valentina Herz; la composición de banda sonora original de Mladen Horvat; el acucioso trabajo del director para unificar la respuesta histriónica dada por los actores Manuel Barreto(quien deberá trabajar más tanto las sutilezas de la palabra como lo expresivo corporal) y de José Gregorio Abreu (más en personaje gracias a su dúctil la fuerza interna y fluidez externa). Por último, el apoyo de Mirabile Dictu como ente productor con acompañamiento de la tríada conformada por Yusbely Áñez, Homero Chávez y José G. Abreu lograron capitalizar una propuesta calificable de sugestiva y necesaria para entendernos como venezolanos.