lunes, 27 de octubre de 2014

La venta de un país

Una comedia musical creada sobre el texto de Isaac Chocrón


Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit

 

El desarrollo del teatro criollo del siglo XXI depende del talento y la sensibilidad de los productores. Ellos consiguen no solo el dinero sino la obra adecuada y todo lo que su espectáculo exige. Se acabó la tradición de que eran los buscadores de mesas, sillas, etcétera. No, un productor es el súper creador del montaje, con todos los riesgos que significa. Así ocurre en  Nueva York, Londres, Madrid y París, además de Buenos Aires, mientras Caracas se asoma tímidamente.

Tal es el caso de Carlos Scoffio Bello  quien se enamoró del teatro de Isaac Chocrón (Maracay, 1930/Caracas, 2011) y produjo La máxima felicidad y Asia y el lejano oriente, por ahora, tras haber resucitado el legendario espectáculo El coronel no tiene quien la escriba de Carlos Giménez; los tres en este crucial 2014. Ahora lleva cuatro semanas de temporada con una pieza  que revela el siniestro poder de la mercadotecnia y cómo se puede vender un país.

En Asia y el lejano oriente, la reciente producción de Scoffio Bello, un grupo de actores se   citan en un teatro para contar, cantar  y bailar una fábula sobre un nación cuyos habitantes decidieron venderla y luego repartirse la ganancia. Ahí están, pues, los diligentes cómicos Gonzalo Velutini, Julie Restifo, Gerardo Soto, Gladys Seco, Oswaldo Maccio, Natalia Román, Fernando Azpúrua, Fabiola Arace, Jan Vidal-Restifo y Marla Flores, convertidos, además en felices bailarines y cantantes, para la lúdica ceremonia de entregar al mejor postor el subsuelo, el suelo, la atmosfera y el cielo del país donde nacieron, crecieron y soñaron.

Estrenada en 1966 y remontada por la Compañía Nacional de Teatro hacia 1985, Asia y el lejano oriente, es una metáfora de Chocrón (era economista, graduado en USA) sobre lo que podría  ocurrir en  una sociedad si es sometida a las manipulaciones típicas de la compraventa y al final fuese asumida por una empresa trasnacional, tras aplicarse unos cuantos mecanismos legales, como un plebiscito, y la entrega de los respectivos cheques a cada uno de los habitante de ese territorio para que se marchen a otros países.

El espectáculo de tan truculento tema, y posible en estos tiempos, argumentado con simpleza, se ajusta perfectamente a los cánones del teatro bien hecho, con música variada y  adecuadas canciones en su tono  y bailes precisos, para hacerlo más grato o digerible al espectador, quien sacará sus  propias conclusiones, porque espectador bobo no hay en estos tiempos y menos en Venezuela.

No es fácil digerir  este cuento teatral, pero el mismo puede ser una realidad si los gobiernos no controlan o están alertas ante el  capital financiero internacional y advierten a sus pueblos sobre tales posibilidades.

Hay que subrayar  la vital y precisa presencia de técnicos y artistas como los asistentes de escena: Sergio Malpica y Stephanie Bor. Federico Ruiz & Santos Palazzi, compositores. Luz Urdaneta, coreografía. Vestuario de Silvia Vidal; ambientación Carlos Medina y luces de Martin Flores.

Está bien realizado este teatro con música y bailes y eso magnifica el producto cultural que proporciona variopintos elementos para  analizar la realidad del Tercer Mundo y de otros continentes donde también hay países susceptibles de ser vendidos. ¡El director Javier Vidal incluso creó un colofón con una canción desgarrada sobre la pérdida  de la patria, dedicada  a quienes no deseen nunca una cosa así!

 

 

sábado, 25 de octubre de 2014

De “Cuando el día viene mudo”


Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
@avencrit

 

Desde el viernes 24 de octubre de 2014 se está presentando en el pequeño escenario del Laboratorio teatral Anna Julia Rojas en Bellas Artes, Caracas, la pieza CUANDO EL DÍA VIENE MUDO del dramaturgo peruano Diego De La Hoz (Lima, 1971), dirigida por Jan Thomas Mora Rujano para el Grupo de teatro Jóvenes Actores de Vargas con las actuaciones de Elmer E. Pinto y Gabriel Sulbarán.

Con una puesta en escena bastante sencilla sin el recurso efectista Mora Rujano nos presenta un montaje basado exclusivamente en las interpretaciones de los personajes para así tratar de trasmitir la esencia un tanto poética del texto dramático, logrando en muchas ocasiones escénicas dicho propósito gracias a las sinceras actuaciones de los jóvenes intérpretes que aunque con algunas fallas en cuanto a la técnica sobre todo de expresión corporal estos nuevos actores nos regalaron una verdadera entrega a la hora de caracterizar cada uno de los caracteres bajo sus responsabilidades. La hora y media de duración del espectáculo nos paseó por los intríngulis del amor puro entre dos jóvenes sin llegar a la consumación corporal de éste con un paralelismo con la literatura y sus distintos exponentes. Un trabajo dramaturgístico interesante desde una perspectiva prístina de la homosexualidad en donde dos varones en cuanto a sexo y género se aman sin llegar a relacionarse sexualmente porque se presume que si lo llegaran a hacer ese sentimiento se rompería.

La planta de movimientos fue conducida a través del elemento coreográfico lo que potencia aún más la tónica poética del montaje que unido con la selección musical hacen un verdadero concierto armónico y estructurado con la idea de la metáfora literaria del texto.

CUANDO EL DÍA VIENE MUDO es un trabajo escénico bien concebido en cuanto a línea estética delimitado.  

 

domingo, 19 de octubre de 2014

Por la calle del medio va “La callejera”.

Luis Vicente González es Perla

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
@avencrit

Poderoso, reflexivo, dinámico, profundo, humano, energético, apasionado, real, doloroso, así puede ser catalogado el montaje teatral CALLEJERA de Luis Vicente González dirigido por Carlos Díaz para el Grupo Séptimo piso que se viene presentado durante este mes de octubre de 2014 en la histórica sala Rajatabla de Bellas artes en Caracas en donde un joven de quince años, oriundo de Güiria un pueblo de Oriente de Venezuela y que acostumbraba a travestirse, es asesinado en una verbena del Día del amor y de la amistad en pleno patio de su liceo por un “tiro de odio” ejecutado por el muchacho de quien estaba enamorado.

En estos tiempos cuando se está viviendo una época de reivindicación  de los derechos civiles y humanos de la comunidad sexodiversa a la vez que han venido apareciendo grupos que se oponen fervientemente a reconocer dichos derechos, incluso llegando a cometer crímenes de odio y en nuestro país ni estamos cerca de discutir en la Asamblea Nacional dicha  homologación; los creadores vienen demostrando que hay que advertir sobre esta situación, es por ello que este año 2014  hacia el mes de junio se organizó en el Celarg el 1er Festival de teatro Rosa para presentar variadas propuestas al respecto; al igual que se muestran trabajos escénicos durante el año; es así que esta pieza de CALLEJERA es una muestra muy acertada de ello.

El trabajo actoral de Luis Vicente González como el adolescente travesti llamado Perla , quien además es el autor, de esta historia más narrativa que dramaturgística, es poderoso con mucha energía quien a lo largo de los 80 minutos de espectáculo nos desnuda su interpretación de este joven violento quien dice que se pone tacones y camina por la calle del medio en venganza de una comunidad que lo rechaza por su sexualidad; el trabajo corporal de su cuerpo estilizado nos golpea con su historia de vida; la plática de la performance de González dibuja un doloroso cuadro de una realidad humana que debemos combatir: la homofobia.

La puesta en escena de Carlos Díaz potencia la aridez de la temática. Muy bien apoyada por las potentes voces de Simona Chirinos y Antonieta Colón cuyas voces tejen un vínculo emocional entre “Perla” y el personaje referente de su madre. Los elementos escenográficos fueron los justos y necesarios para completar este corpus minimalista. La iluminación de Dairo Piñeres juega en un tono expresionista con los típicos claroscuros en su composición

En CALLEJERA se aborda un tópico recurrente de la contemporaneidad: la homofobia, sin embargo, lo novedoso en este montaje  es la concepción del personaje del travesti, quien deja de ser la “loca” débil y delicada para ser un jugador de baloncesto callejero con un carácter masculinamente violento.

 

Perla, la callejera está en Rajatabla

Perla,la callejera sigue en  su  deambular  por los teatros caraqueños

Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit

 

Mientras en el Vaticano, el Sínodo de Obispos pretende reconocer los "dones" y "cualidades" de los homosexuales y aceptar los aspectos positivos de las parejas gais, por los teatros venezolanos deambula un estremecedor espectáculo sobre la callejera Perla, conmovedora saga de un adolescente travesti, asesinado en el patio de su liceo, según la obra y la excelente actuación performántica de Luis Vicente González, bien dirigido y generosamente producido por Carlos Díaz y Dairo Piñeres, respectivamente.

Callejera, como se llama este auténtico y asombroso montaje sobre la homofobia y el travestismo, se estrenó hace cuatro meses en el Celarg  y de ahí pasó a la sala Rajatabla, de donde saldrá para los festivales de Occidente y Oriente u otros espacios donde lo permitan. Largo e inconmensurable es su derrotero, lo aseguran sus artífices artistas.

Es un unipersonal que plasma la historia de Perla (así se llama el personaje), un muchacho que se trasviste para ir al liceo, donde se enamora y lo asesina un compañero de clases. Pero lo novedoso del espectáculo, la  forma en que es actuado por González y la violencia teatral del mismo, ya que el personaje es un jugador de básquet que se viste y se desviste, se baña y así, en esa constante transformación, actúa o narra las vicisitudes del muchacho hasta que lo matan y el mismo reseña su funeral.

El argumento está basado en un hecho real, ocurrido en Estados Unidos de América, cuando un joven es asesinado por un compañero de clases en plena fiesta de San Valentín, delante de todos. El muerto solía travestirse ocasionalmente para ir al liceo y lo hacía con vestidos que una profesora le regalaba. Este chico se enamora de su asesino, a quién le pide que sea su acompañante en el baile de los enamorados que se celebrará en el claustro, petición que le hace públicamente días antes de la fiesta.

El autor-actor se apropió de tal suceso para su Callejera  y en el proceso de creación fue incorporándole anécdotas y personajes que pertenecen al mundo de su niñez, en el pueblo donde nació y creció, ficcionándolos para construir la vida familiar y callejera de Perla, al igual que su interioridad. 

El Perla teatral es un delgado jugador que corretea, salta, se tira al piso, durante 70 minutos, dentro del desnudo espacio escénico y con mínimos elementos de utilería va mostrado todas sus etapas. Todo es tan rápido y tan violento que no hay tiempo para seleccionar y regodearse con las estéticas imágenes que compone sino para verlo en su performance destinada a gritarle al mundo que la homofobia en el hogar y en el liceo lo llevaron al final: un disparo por la espalda, cuando aún no había cumplido 15 años.

El guión de Callejera  está constituido por 29 cuadros, de manera que al leerlo fácilmente se le pudiera inscribir dentro del teatro de texto, pero como lo han demostrado, usaron una variedad de lenguajes para la elaboración del exquisito discurso teatral.

 

Estamos ante un trabajo que marca una ruptura estética ante algo tan inhumano como es la homofobia, eso que ahora preocupa a los pastores católicos y los convoca a la reflexión y al amor.

 

martes, 14 de octubre de 2014

TEXTOS Y PUESTAS

Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit


 Hoy, en este espacio no comentaré ningún espectáculo. Estas líneas son para enfatizar sobre algo que me sigue preocupando: ¡hay que permitir que la escena nacional esté más abierta a su propia dramaturgia! Es vital que nuestros autores sean asumidos con propiedad por directores y grupos. Si mal no recuerdo, la dramaturga, Carlota Martínez aludió en su escrito “La dramaturgia en el corral” (Ollantay Theater Magazine; 2002) sobre algunos aspectos que han problematizado la producción escrita teatral nacional. Por mi parte, en el artículo: “Dramaturgia reconocida vs ¿dramaturgia represada?” (Revista Conjunto; 2005) insinúe lo álgido que este tema ha ostentado con sus alcances y limitaciones.

    El punto es: ¿Por qué la dramaturgia venezolana todavía debe colarse en lo que se oferta dentro de lo que se programa en salas y circuitos teatrales de Caracas como de las capitales de estado? ¿Esto será su limitación para que nuestra producción dramática nacional logre captar el interés y satisfacción del lector/espectador? ¿Ésta producción textual realmente está en sintonía con su realidad? Son muchas las preguntas.

    Hablar de que es lo que está en cartelera sustentado en textos teatrales de autoría nacional es algo que debe llenarnos de interés. Un interés que, se orienta por quien la escribe, quien la consume bajo producciones que tienen el sello de tal director y el magnetismo de una buena plantilla histriónica; incluso, hasta de quien la fortalece desde las trincheras del diseño y de lo técnico.

    Un escollo que limita su potencial fuerza de reconocimiento/difusión estará atado a la ausencia de certeras políticas públicas y privadas de las casas editoriales y direcciones de publicaciones por emprender con firmeza los riesgos de publicar tanto autores conocidos como emergentes. Para un autor, los costos de publicar excede cualquier esfuerzo económico y verlas escenificadas, algo de suerte o de relaciones muy particulares.

    Si las políticas editoriales de lado y lado fuese menos coyuntural y más sistemática a crear directrices de promoción y difusión de la dramaturgia venezolana, quizás el efecto en mediano plazo será que se consolide no solo el interés de potenciales lectores tanto en el ámbito de los centros medios y universitarios sino del espectador que tendría una biblioteca nutrida con las letras dramáticas nacionales sin distingo de que sean nuevos autores, textos desconocidos o reediciones de textos poco conocidos. Así, obras de Rengifo o Pinto serán mejor comprendidas y asumidas con respeto; así las piezas más recientes de Alejandro Lasser o Tomás Jurado Zabala entre decenas de muchos más, no sea algo nada extraño sino más bien, fundamental.

    Se hace necesario promover a dramaturgos emergentes como: Jhon González, Joussef Bracho, Javier Prato o Jan Tomás Rujano cuya labor espera tener quien les lea o les escenifique en mayor grado: ¿Quién dice que ellos no terminen siendo los autores necesarios en unos 10 o 20 años?

    ¿Qué define al teatro venezolano en pleno s. XXI? Me arriesgo a decir que más allá de su tenacidad por sostenerse en el oficio o de interrogar al país desde su particular arista ideológica o social, se trata de seducir al lector/espectador con temas, asuntos y personajes que esperan tener otros miradas. Sino, vean como es lo que nos propone Luís Vicente González (con su texto "Callejera" de Gennys Pérez con "¿Tequila o Ron?"); son las nuevas lecturas de un país, una sociedad y un tiempo que están impregnadas de vitalidad para conmovernos, sacudirnos o sorprendernos.

domingo, 12 de octubre de 2014

La cocinera o la lealtad de los pobres.

Cortesía de El Correo Del Orinoco

 
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
@avencrit
 
La gente de la la Caja de Fósforos en la Concha Acústica de  Bello Monte, Caracas, nos vuelve a sorprender y esta vez lo hace con su montaje LA COCINERA  de Eduardo Machado, el cual está incluido en la programación del  I Festival de teatro contemporáneo estadounidense que finaliza este domingo 12 de octubre de 2014 en la sala de teatro El Dedal; la pieza fue dirigida por Rossana Hernández con las actuaciones de Rubén León, Layla Vargas, Valeria Castillo, Derwin Ernesto Campos y Josmary González.
“La historia comienza con el estallido de la Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro, la madrugada de año nuevo de 1959, cuando la familia Santana, cercana a Fulgencio Batista, decide huir dejando en manos de Gladys, la cocinera, el cuidado de su mansión. Gladys, tratará de mantener su promesa durante los siguientes 40 años... a pesar de las vicisitudes a las que tiene que enfrentarse”.  
La pieza plantea desde la perspectiva personal del dramaturgo la dinámica por la que tiene que pasar Gladys, cocinera negra, que aguarda lealmente la llegada de su Patrona, mujer blanca perteneciente a la oligarquía cubana “batistiana” y que ella, en medio de su ingenuidad considera su amiga, después de que  ésta huyera el día de la celebración del año nuevo de 1959 por la llegada de Fidel Castro a la Habana, lugar de la residencia de la señora. Toda la obra transcurre en la cocina de la mansión habanera, por lo cual la escenografía cumplió la función de ser un elemento importante para la dinámica de la historia. Muy bien elaborada basada en una exhaustiva y precisa investigación de la época (años 50 entrando en los 60), igualmente, ocurrió con el diseño de vestuario y la música que ocupó el ingrediente amalgamador de la ambientación realista.
El trabajo actoral de los protagonistas Layla Vargas y Rubén León son de muy alta calidad en cuanto al manejo de emociones, vemos frente a nuestros ojos  cómo van variando una infinidad de situaciones que te introducen de inmediato en el microcosmo de estas personas. Dos personajes perfectamente delineados. Amén de la maestría con que abordan el  estilo naturalista de la actuación y el manejo de objetos en el escenario. También, por su parte Derwin Ernesto Campos con su personaje de primo gai y que nos muestra la cruel realidad que vivieron los homosexuales durante la primera etapa de la Revolución cubana,  hace un personaje encantador y muy humano que llega golpear la sensibilidad del espectador; Valeria Castillo, hace lo propio con sus dos personajes de señora oligarca y posteriormente su hija “mayamera”; sin olvidar la interpretación de Josmary González como  la joven nacida en el periodo “fidelista” que se da cuenta de su realidad cuando se enfrenta con la otra mitad de cubanos que viven fuera de la isla.
LA COCINERA es un montaje que se puede inscribir entre esas piezas que pasan a la reserva de memoria de los espectadores como imborrables por la alta factura con la cual fue ejecutado.



 
 

martes, 7 de octubre de 2014

Hamlet con zancos

Hay  una  generación  novedosa  y  trabajadora agrupada en Ciane
Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit


¿Cuántas representaciones se han realizado de  Hamlet   en Venezuela? Difícil responder con exactitud, ya que la historiografía teatral carece de los  folios básicos para una información veráz. Lo único que atestiguamos es que el  Hamlet   mostrado por Ciane, durante cinco noches del pasado septiembre en el teatro Bolívar de Caracas,  es único; ningún grupo de teatreros venezolanos se había atrevido a tanto en un escenario convencional con una obra tan monumental.

 Hamlet, extensa pieza sobre la venganza y todas las desgracias que sufre su protagonista, un príncipe que descubre de manera fantástica el adulterio de su madre y el asesinato de su padre, todo orquestado por su tío (algunos dicen que es el verdadero progenitor del angustiado vengador) para quedarse con el reino. Este montaje  merece  que se le represente de nuevo y se le haga una especie de foro con el público para ahondar en la saga y enseñar las características de tal teatro “físico”, donde hay apretada simbiosis de teatro, danza y prácticas  circenses

Con este  Hamlet , a la venezolana,  la fuerza dramática se manifiesta  por el deseo de  venganza, la locura, la muerte, el incesto, el sexo,  la lealtad  y la  deslealtad, que de por sí, a través  de los siglos, encienden y desbordan las pasiones humanas.

También,  en última instancia, es importante que en Caracas no menos de tres mil personas hayan visto así un espectáculo arrollador, alucinante y digno de continuar siendo mostrando por toda la creatividad ahí compilada y porque ahora más nunca ese texto escrito por William Shakespeare hacia 1601 tiene total validez, al tiempo que se comprueba que existe  una artista, como Soraya Orta, capaz de crear un discurso teatral apuntalado en los juegos circenses donde la habilidad física de sus integrantes es impactante y aleccionadora por todo ese discurso del arte del movimiento imbricado con el arte de la palabra.

Simbiosis total

Circo, música, danza y teatro,  simbiosis  de lenguajes  entre  luces cenitales  y  estructuras  metálicas, donde participan motocicletas,  los  zancos  y el fuego,  que muestra este   Hamlet  en su disyuntiva  de  ser  o  no ser. La sólida y creativa preparación física y la  dirección general  es  de Soraya Orta, y  el trabajo vocal de Cristóbal Mendoza y Yurahy Castro; los músicos   y cantos,  responsabilidad de Cristóbal Mendoza.  Los diseños de iluminación de vestuarios son de Peggy Bruzual y  Rufino Dorta. Realización de máscaras de  Crisbel Guzmán,  Devinson Ferrer Y Carlos Valiente.   Montaje y manejo de aéreos, pirotecnia de  Ciane y producción general de Peggy Bruzual. Los interpretes son: Martín Astudillo, Oliver Jaramillo, Scarlett Jaimes, David Abad, Ramón Goliz, Yurahy Castro, Jota Leal, Rufino Dorta, Pedro Pineda, José Sánchez, Devinson Ferrer, Marcos Díaz, Yehisson García, Carlos Valiente, Badyr Paracuto, Cristóbal Mendoza, Crisbel Guzmán, Jhonny Torres, Antony Moreta, Alba Barazarte, Carlos Valiente, Luigi Lobig, Yehisson Garcia, Alba Barazarte, Ivamary Lozada, Badyr Paracuto, Cristóbal Mendoza, Oliver Jaramillo, Marcos Díaz, Yehisson García y Kathy Colina.

domingo, 5 de octubre de 2014

Un tiro de odio

Luis Vicente González da vida a esta callejera
Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit

Ser diferente, alguien que en su rebeldía innata sea visto como un ser que debe ser objeto de segregación, burla, comentarios negativos o, sencillamente, marginarlo de sus derechos es una situación que, hoy por hoy, late con fuerza en las urbes o en lo más profundo de la ruralidad venezolana. Saberse con una tendencia sexual distinta en un ámbito donde las leyes del matriarcado o, peor aun, del patriarcado supone para el individuo asumir con temor un ostracismo o levantar con dignidad la frente y afrontar desde temprana edad el rechazo, la mofa, la exclusión e, incluso, de convertirse en el chiste del grupo heterosexual dominante. ¿Vivir con miedo? o ¿erigirse con rebeldía?, pueda que solo sea dos opciones pero cada una implica que, una vez que el individuo la comprende y la asume sabrá que irá en contra de lo que son las normas sociales, la moral tradicional o las reglas que soportan un grupo.

Esta breve reflexión me permite situar un texto y montaje teatral que, con palabras sencillas diré que “me pateo” mi sensibilidad como espectador; me refiero a la pieza Callejera escrita por el actor, bailarín y profesor universitario, Luís Vicente González, cuya reposición ha tomado los espacios de la Sala Rajatabla desde el pasado 02 de Octubre y que después de haberse presentado en el mes de julio en el CELARG bajo el paraguas grupal de Séptimo Piso y con acertada puesta en escena de Carlos Díaz, vuelve a decirnos que el tema del odio y la intolerancia contra las minorías tiene aun mucho que decir en este país.

La breve sinopsis que se asienta en el programa de mano, vale la pena difundirlo porque mejor que sean síntesis que lo que yo pueda agregar: “El hijo varón que se hizo mujer por rebeldía, casi por venganza. El pies descalzos, el manos sucias, el sin camisa. Revelándose contra su familia y el pueblo entero, Perla anduvo por la raya blanca del asfalto, alterando su vida y la de todos. Se rebeldía y su diablura lo llevaron de la casa a la calle, de la calle al liceo y de allí, a la entrada del cementerio y al final de la raya blanca”.

Odio / amor o luchar por ser / defenderse por ser son dos ejes donde la fábula construye una situación, dibuja un marco social hosco e intolerante, crea las coordenadas de un personaje que siempre se supo sostener batallando con las adversidades hasta que el amor convertido en tiro de odio, pone la mortaja de cierre al doloroso canto de su “rebeldía” y su “venganza” contra lo que de él se dice, lo que de el se cuchichea, lo que de él se transformó en rechazo de los intransigentes.

Un trabajo sincero en su forma de contarse y exponerse sobre la escena; sin ambages y sin adornos gracias a una pertinente resolución de puesta en escena de Carlos Díaz que determinó zonas específicas para el juego espacial y donde lo coreográfico y la determinación de ámbitos de acción generasen una potencia al espectador.

El texto de Luís Vicente González es redondo más allá que alguien me haya comentado que es un “performance” al cual le sobra media hora. ¡Discrepo de ello! Las reiteraciones son como agujas lacerantes para que el subconsciente del receptor no olvide y que las situaciones se reengrasen en una historia que por sus casi treinta secuencias, construyen una microhistoria de los seres a los cuales la sociedad machista no desea oír y menos, conocer.

Con trazos de ironía, con dejos de sarcasmo, con plenitud de tensiones internas texto y concreción de acciones en la puesta hace que el lector/espectador sienta un golpe en el alma, que le sacude y al tiempo de quitarle el aliento, le activa la reflexión.

Callejera ha sido un trabajo escénico donde la fuerza de Luis Vicente González como autor y actor se eleva con fiereza inaudita. El público, atento magnetizado no solo por lo dúctil de su capacidad corpo expresiva sino por la síntesis de las imágenes, y la soltura coreográfica (“Vagabundo” de Alan González) todo unido con una atinada atmósfera de luces (diseñadas por Dairo Piñeres) y una banda sonora compacta donde destacan el canto y la voz (Antonieta Colón y Simona Chirinos) capaz de crear un puente emotivo, un nexo con lo que Perla añora, anhela y hasta sueña y que dialoga sea bien con ese mundo familiar que le hostiliza, con una calle/cancha/colegio/liceo que le rechaza o ya, bajo la tumba cuando esos sonidos adquieren la metáfora del amor que redime.

Con Callejera me atrevo a decir que la dramaturgia venezolana tiene un filón de interés y un artista / dramaturgo que de proseguir indagando con estas historias escritas con “h” minúscula, creará una puerta más honesta con lo que esta sociedad espera ver sobre las tablas. Callejera por ende, se constituyó en un trabajo escénico significativo que merece tener por parte del público, más de una lectura.

sábado, 4 de octubre de 2014

El grupo Theja recuerda que la rumba sigue

Con Rumberas la fiesta sigue dentro y  fuera del Trasnocho Cultural
Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit


Venezuela  veta las discriminaciones y fobias sociales, según  la Carta Magna de 1999, aunque en  el país teatral pululan desatinos fascistoides y hasta pretenden  desechar a los artistas mayores de 30 años. Pero el autor-director José Simón Escalona (Ciudad Bolívar, 1954), siempre contra la corriente y burlándose de los necios, trabaja  y muestra  su talento para los venezolanos, desde hace cuatro décadas; es por eso  que durante los tres últimos meses  ha exhibido la alucinante performance La culomántica –reivindicación del esfínter más  comprometido del ser humano- considerado lo mejor del Festival de Teatro ¼ y ahora hace temporada en Trasnocho Cultural con la desopilante comedia musicobailable Rumberas, demoledora sátira contra la homofobia vernácula, donde actúan, desgarradoramente, Nacho Huett, Kelvis Martínez, Juan José Guzmán, Gerardo Lugo, Omar Salas y Carlos Enrique Pérez. ¡Bravo!

Rumberas, pieza 15  de las 34 escritas por Escalona, transcurre en la Caracas de los años 80; una especie de bar gay de mala muerte, oculto en una taguara  de Sabana Grande. Pieza  irreverente que muestra a seis jóvenes  marginados por su condición sexual, pero empeñados en montar un show sobre las legendarias rumberas del Caribe, como María Antonieta Pons, Meche Barba, Ninón Sevilla, Amalia Aguilar, Rosa Carmina y rememorando también a Carmen Miranda y la Tongolele. Todos  hacen travestismo y encarnan y doblan las voces de esas míticas mujeres. Ensayan su espectáculo para entretener a la audiencia  variopinta y al mismo tiempo drenan sus angustias existenciales, especialmente las de Juancri,  peluquero cubano que se asume como la Tongele y coreografía el evento. Todos  empeñados en revivir el brillo de la época de las rumberas caribeñas, como homenaje, con pretensiones culturales, pero que al mismo tiempo les sirve para inaugurar un Cabaret Teatro. Quieren competir con otros bares similares y por eso los persiguen o los asedian las autoridades, desafiando a una sociedad que los tilda de homófilos  perversos, porque pretenden descubrirle al público una cara menos divertida de la vida gay, pero lo que hacen  es transgresor porque subrayan la homosexualidad y sus consecuencias para los años 80.

La música disco de inicios de los 80 como  Fame  de Irene Cara, los boleros de Los Panchos y los Mambos de Pérez Prado  completan la banda musical del espectáculo, preñado de multisápidas nostalgias, porque en esa fenecida Caracas habían más de 15 show parecidos, diezmados por “la plaga rosa” o el SIDA en los años 90.

A buena hora, Escalona y su grupo Theja traen a la escena tales facetas de las noches inolvidables de esa Caracas. Creen que los tiempos han cambiado, aunque admiten que algunos espectadores del siglo XXI se incomodaran…¡pero la realidad es superior a la ficción teatral! ¡La rumba sigue!

El olvido de Nicomedes

Foto cortesía Jonathan Contreras

Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
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Este viernes 3 de octubre de 2014 se estrenó en el Teatro Alberto de Paz y Mateos, ubicado hacia la av. Andrés Bello de Caracas, antigua sede del grupo Theja y que ahora pasó a manos del Estado venezolano la pieza del uruguayo Ricardo Grasso NICOMEDES O EL OLVIDO  bajo la dirección general de Luis Alejandro Villegas, producción del grupo  Teatral Scenik-arte, obra del género del absurdo, o bien como dice la sinopsis escrita por la agrupación, una pieza que nos conduce a través de un humor inteligente a la reflexión sobre los diversos arquetipos de nuestra sociedad. El elenco estuvo conformado por Francisco Díaz Paco como Nicomedes, Yonyi Alberto Gutiérrez es el hombre, Mariana Calderón (Mujer), el cartero es Julio César Marcano, Melissa Hernández es la modista  y la niña es Ana Victoria Moreno. El diseño de vestuario es de Freddy Mendoza, la iluminación de David Blanco.  La producción general está a cargo de Miosothis Pineda y José Félix Moreno.
 
El concepto escenográfico de Luis Alejandro Villegas funciona armónicamente para el espacio de representación, dando la sensación exacta de un edificio derruido, tal cual denota el texto dramático, con ciertos elementos que connotan la relación metafórica con nuestra realidad venezolana, tal es el caso de la puerta que dice “La quinta”, la cual abría el proceso para enjuiciar a  Nicomedes y que nunca llegó, y que simboliza el lento proceso judicial de esta Quinta República. La iluminación ayudó a potenciar los ambientes requeridos en cada unidad de acción del drama. La puesta en escena se desenvuelve entre el teatro de la acción física y una naturalidad un tanto farsesca,  sin embargo, en muchas ocasiones los actores perdían esa condición, lo que hacía poco convincentes algunas acciones. La escena de los “títeres-humanos” puede resultar bastante atractiva lo que ayuda al espectáculo a insuflarlo de creatividad.

NICOMEDES O EL OVIDO es una pieza que sale de la estructura tradicional aristotélica recomendada para apreciar la diversidad escénica. Las funciones son hasta el domingo 5 de octubre de 2014.