jueves, 28 de febrero de 2013

"Hippos-Equino"

Wilfredo Tortosa y su agrupación Kabré Teatro tomaron el reto de adaptarla y llevarla a escena en la sala Rajatabla los días 23 y 24 de febrero con resultados que pueden considerarse a medio camino entre intención y concreción.



La eterna disyuntiva entre lo normal y lo que no lo es, entre los preceptos sociales y los anhelos individuales, ¿qué es lo sano? ¿Quién realmente está enfermo: el individuo entregado con fervor a una pasión propia o la sociedad castradora que se obliga a un deber ser? De estas consideraciones va “Equus” pieza original del británico Peter Shaffer estrenada originalmente en Londres en 1973, galardonada con el Premio Tony a mejor obra en 1975, y cuya temporada en Broadway llegó a tener como protagonistas a Anthony Hopkins y Peter Firth. 


A un consultorio psiquiátrico llega el caso de un adolescente al que una extraña obsesión por los caballos lo lleva a cometer un acto de brutalidad indecible. Detrás de su crimen, una personalidad perturbada lucha por surgir entre los escombros de una crianza signada por el fanatismo religioso y las apariencias morales. Se trata en esencia de un oscuro drama en el que el autor cuestiona como la sociedad moderna ha destruido nuestra habilidad de sentir pasiones, en una historia detectivesca con elementos del psicoanálisis. 

Wilfredo Tortosa y su agrupación Kabré Teatro tomaron el reto de adaptarla y llevarla a escena en la sala Rajatabla los días 23 y 24 de febrero con resultados que pueden considerarse a medio camino entre intención y concreción. La puesta en escena alude a un evidente abrazo entre matices de lenguaje cinematográfico y teatral. Se desarrolló básicamente sobre una plataforma giratoria central que, impulsada por actores fuera de escena, cambiaban las perspectivas, alejando, acercando o modificando el punto de vista del espectador, y también ilustrando los cambios de espacio y tiempo. La representación de los caballos con actores usando cascos de aluminio que imitan la cabeza del animal resultó visual e interpretativamente atractiva. 

Pero los aciertos logrados en proposición escénica, se vieron erosionados por elementos estéticos discordantes y actuaciones deshilvanadas. El vestuario, por ejemplo, no parece responder a la concepción alguna y pierde su significado expresivo. La iluminación, por su parte, logra su cometido y ambienta con satisfacción. Yurahi Castro en el papel de la psiquiatra -personaje conductor de la trama- no alcanza a construir una mínima cuota de personaje, incomprensible, no se asoma siquiera a la ingente duda de la doctora frente a la mediocridad de su propia vida y la libertad pasional del joven infractor, y que en esencia es el núcleo de la obra. El texto lo vocifera mecánicamente y con constantes trastabilleos. Hiram Gaviria y Nadeimi Armao, muestran fuerza y potencial pero requieren guiatura. Resalta sí, el esfuerzo del joven Alirio Valero por alcanzar el espesor psicótico del adolescente. La obra se muestra más como un trabajo en proceso que como un producto final. Necesita conexión entre los distintos elementos. Con empuje sostenido podría resultar en un drama psicológico exultante. 

Walter De Andrade 
Columna publicada en el diario Ciudad CCS el 28/02/2013

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