Por
Bruno Mateo
En la
sala experimental del BOD-Corp Banca Centro Cultural, ubicado en La Castellana,
Caracas, se presentó el domingo 18 de febrero de 2013 el monólogo escrito por el
dramaturgo venezolano y premio nacional
de cultura 2012 Néstor Caballero “Los taxistas tienen su corazoncito”
(1998) con el veterano actor Cayito
Aponte con más de cincuenta años en la escena, dirección de Vladimir Vera y
producción de vayaalteatro.com en la persona de Jorgita Rodríguez.
Un unipersonal que nos cuenta la historia de Rubén Sarmiento, un taxista de Aragua de Barcelona y su esposa, una joven comunista oriunda de Clarines llamada Milagros. La pieza está ambientada desde el Golpe militar dado a Isaías Medina Angarita en 1945 pasando por el derrocamiento de Rómulo Gallegos, la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez finalizada por un alzamiento cívico-militar en 1958 hasta las persecuciones y violaciones a los derechos humanos por parte de los recientes partidos “democráticos” AD y Copei contra los comunistas. Todo comienza cuando Rubén encuentra a su taxi (carro) llamado “Pepón”, personaje que funciona como destinatario de todo la historia, para contarle que su querido amor Milagros, a quien él comparaba con la actriz Claudette Colbert actriz franco-americana de los años treinta, había fallecido por el cáncer como consecuencia de las torturas infringidas por los cuerpos policiales represivos de la reciente democracia que suponemos fue la Digepol, hija de la Seguridad Nacional (Dictadura Pérez Jiménez).
El señor Cayito Aponte merece todo el respeto porque se lo ha ganado en estas cinco décadas de trabajo en los escenarios y aquí en esta pieza demuestra la razón por la cual el público lo admira. El vigor con que aborda a Rubén Sarmiento es envidiable. El da cátedra de actuación mientras lo vemos desdoblarse. El dispositivo escénico de Vladimir Vera es el ideal de un taller mecánico venezolano. Un toque simpático lo dan las luces de los faros a modo de ojos del taxi “Pepón. El contenido del discurso dramaturgístico llega en su totalidad a los espectadores. Nos dan una clase de historia contemporánea sin que nos percatemos de que lo es. Es un drama. Un drama muy bien escrito. Con progresión dramática llevado por un hilo central. Vemos al Sr. Aponte pasearse por distintos estados de ánimo sin saltos chocantes al espectador.
La puesta en escena de Vera se sirve atinadamente de todos los elementos plausibles y emocionales para conducirnos por el camino de la obra. Nos montamos en una “carrerita” de Sarmiento y lo oímos con una atención propia de algo que nos interesa. La dirección se basa en la actuación. El diálogo es el foco de interés. La relación que se logra entre Rubén Sarmiento y “Pepón” es casi un cyborg teatral.
Aún no logro descifrar los nuevos códigos que se está manejando entre el público amante del teatro, pero me atrevo a decir que estamos resemantizando la idea del diálogo. Queremos oír. Queremos comunicarnos y esta producción de Jorgita Rodríguez es un espacio para ello. Logra que el público esté en un carrerita con Cayito Aponte.
Un unipersonal que nos cuenta la historia de Rubén Sarmiento, un taxista de Aragua de Barcelona y su esposa, una joven comunista oriunda de Clarines llamada Milagros. La pieza está ambientada desde el Golpe militar dado a Isaías Medina Angarita en 1945 pasando por el derrocamiento de Rómulo Gallegos, la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez finalizada por un alzamiento cívico-militar en 1958 hasta las persecuciones y violaciones a los derechos humanos por parte de los recientes partidos “democráticos” AD y Copei contra los comunistas. Todo comienza cuando Rubén encuentra a su taxi (carro) llamado “Pepón”, personaje que funciona como destinatario de todo la historia, para contarle que su querido amor Milagros, a quien él comparaba con la actriz Claudette Colbert actriz franco-americana de los años treinta, había fallecido por el cáncer como consecuencia de las torturas infringidas por los cuerpos policiales represivos de la reciente democracia que suponemos fue la Digepol, hija de la Seguridad Nacional (Dictadura Pérez Jiménez).
El señor Cayito Aponte merece todo el respeto porque se lo ha ganado en estas cinco décadas de trabajo en los escenarios y aquí en esta pieza demuestra la razón por la cual el público lo admira. El vigor con que aborda a Rubén Sarmiento es envidiable. El da cátedra de actuación mientras lo vemos desdoblarse. El dispositivo escénico de Vladimir Vera es el ideal de un taller mecánico venezolano. Un toque simpático lo dan las luces de los faros a modo de ojos del taxi “Pepón. El contenido del discurso dramaturgístico llega en su totalidad a los espectadores. Nos dan una clase de historia contemporánea sin que nos percatemos de que lo es. Es un drama. Un drama muy bien escrito. Con progresión dramática llevado por un hilo central. Vemos al Sr. Aponte pasearse por distintos estados de ánimo sin saltos chocantes al espectador.
La puesta en escena de Vera se sirve atinadamente de todos los elementos plausibles y emocionales para conducirnos por el camino de la obra. Nos montamos en una “carrerita” de Sarmiento y lo oímos con una atención propia de algo que nos interesa. La dirección se basa en la actuación. El diálogo es el foco de interés. La relación que se logra entre Rubén Sarmiento y “Pepón” es casi un cyborg teatral.
Aún no logro descifrar los nuevos códigos que se está manejando entre el público amante del teatro, pero me atrevo a decir que estamos resemantizando la idea del diálogo. Queremos oír. Queremos comunicarnos y esta producción de Jorgita Rodríguez es un espacio para ello. Logra que el público esté en un carrerita con Cayito Aponte.
Correo-e: ciudadescrita1@gmail.com
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