miércoles, 6 de febrero de 2013

STOP KISS

                                                                     Foto cortesía Daniel Leira

Pocas son las veces que, en la cartelera teatral venezolana  se aborda sin timidez el tema de  la homosexualidad femenina y tras de ella, los asuntos del discriminación o la intolerancia. Y no es que no hayan autores nacionales preocupados por esta clase de historias sino más bien, que nuestros colectivos y directores no rastrean del amplio abanico de la producción textual gestada desde los años sesenta del s. XX a estos tiempos, lo que para algunos grupos sociales es que, toca profundamente su día a día como elemento activos de sociedades en perenne cambio de paradigmas, verdades y entendidos sobre lo que es, lo íntimo de las inclinaciones emocionales y sexuales del ser social latinoamericano e, incluso, el anglosajón.

En tiempos de “apertura”, de transformaciones y cambios de lo que fueron cerradas reglas de ¿cómo el munda heterosexual observa y condiciona al otro?, el individuo sexodiverso sea llamado gay (homosexual masculino o femenino), travesti, o transexual aun se ve y señala como rara avis donde campea la fuerza de lo heterosexual con todo su arsenal que puede ir blindado con costumbres familiares, verdades religiosas y morales o, hasta envestidas del falso ropaje de la hipocresía para sencillamente, atacar, minimizar, marginalizar, invisibilizar o, en el peor de lo casos, de proscribir el acto humano de otro ser que desea saberse auténtico en su condición sexual.

Es así, que, actualmente aun entre las medianías de una pacata aceptación, las luchas de grupos que propugnan libertades y la indiferencia del resto aflora con inusitada potencia de una intolerancia prejuiciosa que golpea con normas, leyes, mutila, encarcela y hasta condena (físicamente o degrada socialmente) a quienes con valentía son capaces de aceptarse, de buscar derechos o, en el más suave de las formas, ser quienes son sin tener que andar explicándole a los demás las variables de su intimidad o mundo sexual.

Hace cuestión de algunas semanas, en la marquesina de un teatro del este de Caracas, (Espacio Plural del Teatro Trasnocho) una productora independiente (asumida por Reinaldo Cervini Villegas) aposto por todo lo alto a invitar a una excelente directora como lo es Consuelo Trum a fin que asumiese el reto de versionar y escenificar la pieza Stop Kiss de la dramaturga Diana Son (EEUU; 1965).

Labor sencilla pero compleja porque la  versión mantuvo su conexión con el texto base; se hacía imperante conceptualizar una propuesta que tuviese elementos actuales para la recepción de espectador, que conjugase calidad en los aspectos formales del empaque técnico artístico donde los diseños de Edwin Erminy; Joaquín Nandez y de Lina Olmos) sostuviesen  atinadas coordenadas visuales para un drama que hará reflexionar.

La dirección precisa en cuanto a lo que deseaba del texto como de la respuesta histriónica cuya responsabilidad era no solo entender la fuerza de fondo del drama que les tocaba asumir sino convertir esas composiciones en un algo verosímil, cierto, creíble y sobre todo, que llegase al espectador. En este caso, -s bien me tocó la peor de las lecturas como fue asistir a la función de prensa- se rescatar tras las pinzas de su performance interpretativa, que los retos de encarnar las vidas de dos lesbianas con relaciones abiertas con sus parejas heterosexuales, era hablar con vedad no del tema de la homosexualidad femenina sino lo medular, la intolerancia.

La labor de Sheila Monterola como Callie se mostró en una fase de construcción que sabemos se consolidará con el pasar de cada función; el papel de Sara, mucho más hilado y con texturas internas como externas se sabrá optimizar ya que una actriz como Karina Velázquez tiene las herramientas necesarias. Por último, el desempeño de loa actores Agustín Segníni (George) y Jesús Miguel Das Merces (Peter) fueron un complemento que dio equilibrio. ¡Un trabajo que debe verse sin prisa y con calma!

CIUDAD CCS
CARACASESTEATRO
Carlos E. Herrera
critica@cantv.net

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