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Un nuevo proyecto escénico ha sido concretado por la Fundación Rajatabla: Madame de Sade. Estrenada el pasado 27 de febrero en los espacios de esta agrupación por el acucioso trabajo de puesta en escena de su actual director artístico, Vladimir Vera, fue el abordaje de una propuesta que deseó expresar contenidos y, por ende, apeló a un texto basado en aspectos de la vida de la esposa del celebérrimo libertino del siglo XVIII, Donatian-Alphonse-Francois, mejor conocido como el Marqués de Sade. Desde ese terreno, la trama teje una visual sobre Reneé de Sade, quien en los convulsos años de la Revolución Francesa fuese esposa y viuda de tan notorio personaje. Espectáculo que expuso al público tópicos como la fidelidad en contraposición a valores como el ateísmo y el desenfreno por la búsqueda de una verdad moral despojada de prejuicios.
Madame de Sade como propuesta espectacular conllevó cierto grado de densa lectura para quienes solo buscaron acciones; tras lo dialógico del juego de las apariencias se desnudan convenciones que sujetan al individuo en relación a lo social tanto en su forma como en fondo. La capacidad de haberse basado en la pieza homónima de dramaturgo japonés Hiraoka Kimitake (1925 – 1970), mejor conocido bajo el seudónimo de Yukio Mishima, es atreverse a colocar el filoso escalpelo sobre el cuerpo de las normas, las aceptaciones y sobre todo, de quitar con la fuerza avasalladora de un discurso feroz, las hipocresía de las máscaras morales que cualquier sociedad puede ostentar.
Sobre el manejo espacial, la dirección trabajó el espacio de forma rectangular y frontal, pocos elementos en escena a fin que más que significantes se articulasen en un todo que sumado a la codificación visual de las luces (diseñadas por David Blanco), una incidencia musical capaz de proveer puntos de atención a las tensiones internas por parte de Eduardo Bolívar, un concepto parco y a la vez expositivo de lo que la idea rectora de dirección creó en cuanto al vestuario y realización de postizos (por parte Fedora Freites/Javier Lefevre) canalizaron una capa de signos extras a la atmósfera y dentro de esta lo medular que se debía receptar: el juego de composición actoral que fue desarrollado en términos generales de compacto en intención –un tanto perturbada porque ese día se entregó el Premio Marco Antonio Ettedgui– y con esa capacidad de armar tesituras plenas de densidad en momentos específicos del desarrollo de la trama.
Vera, como director, sabe trabajar a su plantilla histriónica, procura dejarse expresar para elaborar lo que en definitiva será el/los personajes, pero tras esa labor está un algo peculiar a su estilo como puestista porque va endosando la exploración visceral del cómo decirlo y manifestarlo. Es así que un histrión debe irse amoldando a una perspectiva que consciente o inconscientemente debe ir andando con la mente abierta ante las exigencias de este joven pero sagaz puestista. El haber escogido el texto de Madame de Sade y entender que debía ser exigente para que la escena ostentase rigor, hizo que los trabajos actorales de esta obra fuesen lo mejor para un espectador ávido no de efectismos sino de una lectura profunda que se tenía que dar entre sus actrices y el texto seleccionado.
Saludamos las interpretaciones de Francis Rueda por su prestancia y fuerza; la resolución del papel de Reneé de Sade por la organicidad de Fedora Freites, los plausibles trabajos de composición de Eliana Terán y Tatiana Mabo, ambas estupendas, y la compactación que Adriana Bustamante como Graziella Mazzone dieron al todo histriónico. ¡A todas ellas fuerte aplauso!
07/04/14.-
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