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La
fiesta del teatro venezolano arrancó el pasado viernes 11 de abril en el
imponente recinto del Teatro “Simón Bolívar” del centro de Caracas. El Festival
de Teatro de Caracas en su tercera edición organizado por la Alcaldía del Municipio
Libertador y el Gobierno del Distrito Capital a través de Fundarte y con el
apoyo de diversos entes culturales y financieros del estado bolivariano ha
copado con más de 160 montajes en 26 salas y una extensa programación infantil,
de títeres, de calle y académicas entre otras está generando en los habitantes
de esta urbe, esa sensación de que el arte en su más amplia manifestación es
capaz de proporcionarle a todos, no solo de asombro sino de experiencias
inéditas. Bajo el lema de “Nos estamos viendo” hay que saberse diversificar
ante el reto que supone asistir a tan diversas opciones. He acá que de lo
apenas visto en dos días, de contacto con lo programado, dejar a usted amigo
lector de sintéticas lecturas de ello.
Primera
lectura: El Coronel no tiene quien le
escriba. Montaje icónico del grupo Rajatabla, fue retomado por la dirección
de José Domínguez apelando a una compacta puesta en escena en Teatro Bolívar.
Teatro que podría calificar de “museo” pero pleno de lo que fue los elementos
constitutivos de la rúbrica creadora del homenajeado por el FTC-2014, el
director argentino venezolano, Carlos Giménez (1946-1993). Trabajo sintético,
explícito de una forma de concebir el hecho escénico donde las formas y el
contenido sigue apuntando a la gran reflexión sobre la tragedia del hombre
latinoamericano desde una metáfora plástica y una perspectiva dialéctico
conceptual sobre la historia, el poder y la desilusión quedaron una vez más
reflejadas con un trabajo teatral que se elevó con su propia majestad para que
el espectador del s. XXI pueda re leer otras aristas, otros significantes de
una de los montajes claves de lo que fue el periodo de oro de quien fuese un
soberbio esteta escénico como lo fue Giménez. Ahora, con la compactación de
aquel añorado montaje se expuso una correcta aproximación tomándose los mismos
elementos que eran fundamentales para la plástica que demandaba este
espectáculo: la lluvia, las láminas de zinc, el gallo, la tierra o una
iluminación capaz de condensar la atmósfera de tiempo detenido. La respuesta
del conjunto actoral pudo haber sido más profunda y comprometida pero mostró
debilidades que, seguro podrán ser enmendadas con el pasar de otras funciones.
Con todo, este remake tiene calidad,
fuerza y contundencia y ello habla bien del teatro que la Fundación Rajatabla
aun saber ofrecer en materia de teatro de arte.
Segunda lectura: Carmen. Espectáculo lírico circense exhibido en el Teatro Municipal
del Caracas donde confluyó segmentos de la archiconocida ópera de George Bizet
en un experimento escénico que unió las exigencias técnicas del universo de la
carpa (telas, malabares, juegos, equilibrio, masas y otros) derivado del
callado trabajo de la Compañía Nacional
de Circo cuya conducción estuvo a cargo de Niky García y Jericó Montilla en
unión de la acción musical de la Orquesta
Sinfónica Municipal de Caracas bajo la batuta de Rodolfo
Saglimbeni. Las intervenciones de los líricos Giovanna Sportelli (Soprano),
Katiuska Rodríguez (Mezzosoprano) y Blas Hernández (Barítono) y el violín solista,
Joel Mujica articularon una propuesta que se puede calificar de inusual,
extraña y arriesgada porque combinar aspectos tan disímiles en un formato tan
exigente como lo puede ser por separado la ópera o el circo, permitió que el
público o lo aplaudiese, se sorprendiese o quedase extrañamente alterado. Una
sola cosa desde mi opinión, hay que extraer los elementos panfletarios porque resta
brillo a la búsqueda que se pretenda ofrecer. Se desea arte y no propaganda.
Debería ser un espectáculo neutro sin entrar en choque con su tenga base
ideológica; el público lo sabe leer.
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