Sin
duda alguna Gustavo Ott se ha convertido en nuestro más aventajado dramaturgo-cronista. Como ya nos tiene
acostumbrados toma las anécdotas de los sucesos de la realidad, reflejados en
la prensa y los convierte en poesía teatral, para hablarnos de nosotros. El
Grupo REPICO, liderado por Consuelo Trum llevó a escena, en la sala Anna Julia
Rojas de Unearte, en el marco de este tercer festival, su obra teatral Dos amores y un bicho, escrita a
comienzos de los dos mil y en donde el autor realiza un contundente y hermoso
tratado acerca de la homofobia.
Un
hombre ha asesinado a su perro ya que el can tenía prácticas homosexuales con
otro perro, luego de quince años de ocurrido el suceso, éste vuelve a relucir
en una visita que padre y madre hacen a su hija en el zoológico de la ciudad donde
la misma trabaja. Y comienza a desencadenar todo tipo de conflictos, verdades y
razones, que llevarán al límite a los personajes.
Esa
es la anécdota que Gusta Ott nos cuenta en una obra con una dificultad mayor al
ser escenificada, pues hay mucho de
información necesaria, de “echar el cuento” de lo que les sucedió en el pasado
a estos personajes. Este recurso se hace más complejo a la hora de resolverlo
en escena, pues el teatro es acción, los personajes hacen, no narran lo que
hacen y Consuelo Trum, hábilmente, logra resolver en una puesta en escena minimalista el hacer y
decir de los personajes.
Karolins
Rodríguez (Madre); Adolfo Nittoli (Padre) y Miling Cabello (Hija) son los
protagonistas de este drama de humor negro en donde nos enfrentamos a los lados
más oscuros del ser humano y ver hasta dónde son capaces de llegar cuando la
intolerancia maneja sus vidas. Rodríguez como la madre, estructura un carácter
contenido, que poco a poco se va desmoronando hasta lograr estallar y repeler
al monstruo que tiene al lado como esposo; su ejecución es limpia y sobria con
contundencia en el decir. Nittoli dibuja un padre aterrador, que justifica sus
conductas bajo ataques de pánico y resulta siendo un peligro, un asesino, su performance, logra hacer que podamos
detestar al personaje, es el objetivo. Por su parte Miling Cabello, da rienda
suelta a su talento innegable y construye una hija que en buscas de respuestas
se confronta consigo misma, logrando conmover al espectador.
En
definitiva una sobria y cuidada puesta en escena, que demuestra la veteranía de
Consuelo Trum como una de nuestras mejores directoras actuales, al igual que
una estética de iluminación impecable de Lina Olmos, que marca la atmósfera del
drama, aunado a unas aplomadas y bien resueltas interpretaciones, hacen de Dos amores y un bicho de REPICO una
extraordinaria muestra de nuestro teatro venezolano con calidad de
exportación.
@rosasla
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