viernes, 4 de abril de 2014

Madame de Sade con Rajatabla

Por E.A Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit

Aquel domingo 28 de febrero, después de las 8PM, subió al escenario del Ateneo de Caracas (en la quinta Ramia, ya derribada por la piqueta del progreso) una anónima agrupación con su espectáculo Tu país está feliz, creado por el director argentino-venezolano Carlos Giménez (1946/1993) a partir del poemario de Antonio Miranda y la música de Xulio Formoso. Se creyó que tal brioso show, con desnudos masculinos y femeninos, sería otra locura de una juventud envenenada por el revolucionario mayo francés de 1969 y expectante ante el pacto político “puntofijista”.

Pero no fue así. Aquel grupo se convirtió en combativa y trabajadora fundación cultural que dividió la historia de la escena en “un antes y un después de Rajatabla”, por todos los 120 espectáculos mostrados y eventos  organizados, además de la vigorización que dio al movimiento escénico nacional.

Ahora Rajatabla –huérfana de sus fundadores Carlos Giménez y Francisco Alfaro, entre otros-celebra su 43 aniversario con la temporada de Madame de Sade  y prepara el nuevo montaje de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, con el cual inauguran el Festival de Teatro de Caracas, organizado por  Fundarte, desde el próximo 11 de abril, en el caraqueño teatro Simón Bolívar.

 Este Madame de Sade, versión escénica de Vladimir Vera sobre el texto de Yukio Mishima (Tokio, 1925-1970), hace temporada en su sede -entre las edificaciones de Unearte y el Teatro Teresa Carreño- con las valiosas actrices Francis Rueda, Fedora Freites, Eliana Terán, Adriana Bustamante, Tatiana Mabo y Graziella Mazzone; la musicalización y la iluminación son de Eduardo Bolívar y David Blanco, mientras la producción va de la mano de William López, presidente de la institución.

Para Mishima, su Madame de Sade son las pulsiones de seis mujeres asechando a Donatien Alphonse Francois de Sade, el Marqués de Sade (París, 1740/ Charenton, 1814), justo en medio de la Revolución Francesa, cuando el pueblo  hambreado  vocifera contra la monarquía; pero no moraliza y busca enseñar   que el sexo y la comida son los caballos desenfrenados del insaciable género humano, al tiempo que la racionalidad y las bajas pasiones, lo espiritual y lo material, la moral y el pecado son como complementos de la incomprensible conducta social. La patina erótica del montaje es un divertimento más,  es una densa salsa para digerir todo aquello que estremece al más duro espectador. Por algo el legendario noble francés con todas sus prácticas investigaciones sobre el sexo y la vida  misma  apuntala el desarrollo de la psicología y la psiquiatría en los siglos XIX y XX.
El montaje anacrónico tiene una estética industrial, como admite Vera, quien juega con códigos visuales y espacios sonoros  contemporáneos  y una iluminación viva y directa. Imposible dormirse ante la danza erótica de tres semidesnudas artistas y el incesante parloteo de seis mujeres arruinadas por las habilidades eróticas de un caballero francés que se escapó de la guillotina, perseguido además por una suegra que lo amaba. Y a quien él rechazó.

¡Muy vigentes Sade y Mishima!

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