@deandradewal
@avencrit
Los acordes roncos y eléctricos de
“Sweet dreams” del andrógino rockstar
Marilyn Manson y el pecho desnudo de tres púberes enmascaradas en movimientos provocadores,
son el preámbulo y la marca de lo que se vendrá en el escenario: desde una
estética industrial, desgarrada, se versará sobre la perversión, los límites, y
la moral social.
“Madame de Sade”, del japonés Yukio
Mishima (Tokyo, 1925-1970), en versión y dirección de Vladimir Vera con la
producción del grupo Rajatabla, es una mirada a las lujuriosas y libérrimas
concepciones del afamado Marqués de Sade,
desde la perspectiva de seis mujeres que le adversaron y amaron, que
sucumbieron a la inaceptable decisión del aristócrata de confrontar sin tapujos
la moral púdica y sosa de su época.
La pieza, luego de su sonada temporada
de estreno el pasado mes de marzo en la Sala Rajatabla, llegó al elegantemente
remozado Teatro Bolívar para desnudar pasiones y prejuicios a través de la
presencia inevitable de Donatien Alphonse François de Sade
(1740-1814), quién no solo con su conducta desinhibida, sino también con
su literatura, ilustró la oscuridad y los alcances del deseo y la perversión
humanos; lo que le valió la prisión acusado de conducta impropia y perturbador
de la moral. Durante los años de encierro del marqués, su esposa le aguarda con
dedicación y fidelidad, pero precisamente cuando es liberado, en medio de los
tumultos revolucionarios de la Francia de 1790, ésta lo abandona y se recluye
en un convento.
Es esta contrariedad la que llevó al
autor japonés a indagar en los posibles motivos que empujaron a René de Sade a
tomar tal determinación. Publicada en 1965, esta ficción histórica narra, en
plenos acontecimientos de la Revolución Francesa, las circunstancias que llevaron al
encarcelamiento de Alphonse, los esfuerzos de su entorno para liberarlo y de su
suegra para mantenerlo preso, y su relación con seis mujeres, únicos personajes
de la obra, quienes desde sus distintos puntos de vista arman el rompecabezas
total del personaje del marqués, que aunque ausente en la trama, afirma su
presencia constante con la influencia innegable que ejerce sobre cada una de
ellas. Y en esos diálogos, en esas líneas, el autor habla también del espíritu
humano, la libertad individual, el amor, la felicidad, y la hipocresía
moralista de una sociedad que está
sucumbiendo ventanas afuera bajo el filo de la guillotina.
Vera propone, como es su costumbre, una
puesta en escena que busca la polémica, que martilla la pacatería. Vestuario
anacrónico de tendencia punk, una iluminación bien distribuida; un escenario enrejado como metáfora a las
prisiones que pueden ser personales, sociales, morales, espirituales, lúdicas;
delimitan el espacio en el que la primera actriz Francis Rueda luce correctísima
en su Madame de Montreuil –madre de René-; y Fedora Feites asertiva en el papel
de la decidida esposa. Candice Wilcox, Adriana Bustamante, Rosangela Ingallina,
Eliana Terán, Deborah De Freitas y Grazziella Mazzone, completan -con
altibajos- el elenco de este conveniente
atrevimiento escénico. ¡Nos seguimos viendo!
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