Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit
Ya el Festival de Teatro de Caracas 2014 ha sumado once días. Son más de 26 salas y espacios públicos tomados y un amplio espectro de obras que, por más que se deseen verlas, exige al espectador haber armado una selección preliminar so pena de verse abrumado por tantas y tantas buenas opciones.
Como espectador he tenido la suerte de constatar atractivos montajes así como producciones que bien hubiesen sido programadas bajo una categoría de off festival. Lo primero que hay que apuntar es que la vitrina debería tener una curaduría, es decir, separar las propuestas que no tengan un nivel de calidad artística de las que si la poseen. Esto ayudaría mucho a la hora de saber que un festival abre su compás pero su programación decide qué clase de trabajos escénicos le fortalecen o no. Segundo, los grupos jóvenes con menos de 5 años de trayectoria, las propuestas que son producto de talleres montaje o de egreso de universidades o talleres, deberían tener un espacio en particular así se evita mezclar lo profesional de lo que irrumpe sin los elementos mínimos que el público debe cotejar. Tercero, la planificación de los horarios debe suponer un tiempo de duración de cada montaje a fin que el público si decide ver dos o más obras en una jornada, pueda contar no solo con el tiempo de espectar tranquilo el trabajo artístico sino posibilitar lo que supone el traslado a otra sala. Cuarto, la programación infantil debe tener dos o tres salas fijas y horarios especiales; esto aparte del eje creado en la zona del Parque Los Caobos que, desde todo punto de vista, fue muy asertivo para sumar distintas visuales y una dinámica fluida.


Tercera lectura. Fresa y Chocolate. Propuesta exhibida en el Teatro Principal a casa llena por el Grupo Actoral 80 y sabia dirección de Héctor Manrique para el texto de Senel Paz, hizo que la historia del joven comunista y el abierto homosexual fuese un canto a la capacidad de la tolerancia y la amistad en tiempos de opresión. Dos actuaciones muy firmes las dadas tanto por Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Wahid Hadaya para construir un argumento, una situación y un momento de dramatismo que hizo que toda el teatro vibrará sin posturas, sin falsedades y con claro reconocimiento a un hecho artístico de peso. Magnífico espectáculo que habló de forma transparente de cómo desde la escena se puede decir cosas al país nacional sin que unos u otros, sientan que lo ideológico les separa. Para eso está el teatro con su propia verdad y esta debe tejer entre el espectador y el espectáculo una conexión reflexiva a tono con el tiempo que el país vive.

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