Por Bruno
Mateo
@Bruno_Mateo
Lo que hace interesante de esta
nueva producción discursiva de Ott es la correspondencia entre la realidad con la ficción, utiliza para ello, el elemento del teatro. Resulta,
que aquí, Juan Pujol es una fanático del arte escénico y como vió tronchado su
ambición, aplicó éste a través de la creación de multiples personajes, los
cuales, a su vez conforman la red de espías imaginarios del tercer Reich . Hay
un diálogo constante muy bien llevado
entre la realidad de la II Guerra
mundial (1939-195), marco contextual de la historia, y la ficcionalidad de la
diégesis dramática. Es una obra audaz
que transforma la realidad en ficción y
la ficcionalidad en verdad. Como la
pieza comienza con el Pujol viejo en el año 1988 en Caracas con una referencia directa al Festival Internacional de teatro de esa época nos encontramos con nombres de
teatreros del país, tales como Rengifo, Chocrón, Cabrujas, Chalbaud hasta
desembocar en un pequeño homenaje dentro del mismo montaje al recién
desaparecido Rodolfo Santana, el cual, por cierto, encaja perfectamente en la
puesta en escena de Luis Domingo González.
El montaje en tono de farsa
nos causa buena impresión en tanto la puesta en escena y planta de moviemientos
de los actores. Una combinación perfecta fue la de usar técnicas audovisuales
del video, muy en boga en la actualidad teatral venezolana. El ritmo ágil está
muy acorde con el género farsesco empleado.
Debo cerrar estos caracteres
acotando que las actuaciones del grupo de los cinco actores estuvieron acertadas y lograron la caracterización de los
personajes. Sólo debo advertir en lo peligroso que puede ser engancharse con el
público para buscar la risa fácil que noté en varios momentos de la pieza. Hay que
destacar la interpretación del actor José Gregorio Martínez que nos brinda una
magnífica creación en el rol de Juan Pujol García. Nos convence plenamente en
todas sus edades, cosa difícil es que un joven actor interprete a un viejo sin
caer en el clisé, sin embargo, Martínez nos “engaña” y creemos en la vejez de
Pujol a pesar de su asencia de arrugas en su rostro.
Saludo como un buen acierto el
montaje “El hombre más aburrido del
mundo” de la gente del Teatro San Martín de Caracas.
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