De izq a der: Luis Carlos Boffill, Moisés Berroterán, Greison Medina y Fedra López |
El caraqueño Rodolfo Santana Salas sin permiso se fue de gira, aquel 21 de octubre de 2012 desde la Guarenas, donde se crio con la familia de mamá Aura, cuando iba a cumplir 68 años. No obstante, alcanzó a ver y manosear dos tomos (937 páginas) con sus 15 piezas teatrales que le publicó el Fondo Editorial Fundarte. Previendo que Caronte podría arruinarle su agenda, propuso a Freddy Ñañez como le gustaría ver representada Una tarde poco fastidiosa, porque practicaba el obricidio: la reescritura de algunos textos tras verlos desde la escena y en comunicación con el público. ¡Mañas que utilizó para reformular varias obras y hacerlas más trascendentales!
“Honrar, honra”, predica José Martí. Y Fundarte, en alianza con el Grupo Séptimo Piso (Dairo Piñeres), lo complació y Una tarde poco fastidiosa, por ahora, se exhibió en cinco funciones de la programación del II FTC 2013, en el Teatro Nacional, con las actuaciones de Moisés Berr, Juan Pablo, Gleison Medina, Fedra López y Luis Carlos Boffill, dentro del dispositivo, diseñado por Edgar Gil.
Para Boffill (cubano estudioso) la dramaturgia de Santana, vertida a varios idiomas y mostrada con éxito en América y Europa, se centra en la problemática social, lingüística, cultural y humana de Venezuela y Latinoamérica en general, e invita siempre a reflexionar sobre amargos puntos de la temática de este continente: violencia, identidad, costumbres, sincretismos, magia, santería, el poder político, influencia nefasta de los medios de comunicación, el deporte en las sociedades, etcétera. Y por eso que Una tarde poco fastidiosa plasma una alucinante metáfora a partir de innumerables crímenes y masacres en diferentes ciudades del mundo, lo cual “la convierte en obra vanguardista y de profundo impacto por la construcción psicológica de sus personajes y trama en cuestión, a los que Santana nos mantuvo acostumbrados”, enfatiza el caribeño comediante.
Por la escena desfilan los jóvenes amigos Miguel, Javier y Rudi, inmersos en sus respectivos espacios y totalmente alienados con la insana utilización del Internet, marginados en una sociedad capitalista que perturba mentes, genera resentimientos y alienaciones letales. Estos muchachos deciden arremeter contra la sociedad, incluyendo a sus progenitores, conscientes del final que les aguarda. Son víctimas de la burla de sus propios compañeros de clases, porque tienen a Rosa, madre alcohólica de Miguel, la familia de Javier sin valores morales y un hogar que incita a la violencia como el padre de Rudi; además del abusador sexual, psicópata y ex convicto Alfonso Antúnes y el oprobio de la “familia ejemplar” de los Strauss. En síntesis: juventud desesperada, sin amor familiar y diletante de las tecnologías de las redes sociales, que asesina y se deja matar, como lo enseña ese perverso humor a lo Santana.
El montaje luce grandioso, no solo por la daliniana escenografía, sino porque el director Piñeres revela la perversa utilización de las laptops y las mini filmadoras, en medio de un ensordecedor concierto de música acida. Conceptualmente es impecable su puesta, pero las actuaciones juveniles dañan el producto final. ¡Vuelve Santana!
Este espectáculo requiere unos ensayos intensos con los actores jóvenes para que estén a la altura de las performances de Fedra López y Luis Carlos Boffill, una pareja impactante de veteranos de las tablas.
Santana recomendaba el obricidio y nosotros pedimos el teatricidio para purificar algunos montajes, como este precisamente.
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