lunes, 25 de marzo de 2013
High con 40 mil espectadores
por E.A Moreno-Uribe
Después de presentar 150 funciones, para más de 40 mil espectadores, el estrujante espectáculo teatral High cierra su temporada este 31 de marzo, un récord en lo que va del siglo XXI. En la sala Trasnocho estuvo siete meses y ahora se despide, después de 12 semanas, en CorpbancaBOD, revela Luis Fernández, actor, director y coproductor.
Explica Luis, que, con su esposa Mimi Lazo, siempre ven obras en el exterior, para disfrutar grandes trabajos. Y también buscan inspiración y propuestas para digerir y traducir a nuestra realidad. “En el caso de High, de Matthew Lombardo, nos tocó una fibra profunda en mí. La manera como cuestiona la fe y los prejuicios, como desnuda a sus personajes desde sus fallas y adicciones y como termina desnudando a los espectadores, me resultó novedosa en su manera despiadada y sin tregua. No es algo que se ve todos los días en un escenario, y, para nosotros, que todos los días los pasamos en escena, eso es justamente lo que buscamos”.
-¿Cómo llega a sus manos?
-Mimi conversaba en el intermedio del espectáculo, en Nueva York, con un muchacho que tenía a su lado en la sala, mientras yo recurría al vodka de rigor, imprescindible para acompañar esta pieza. Al final, el hombre nos vio aplaudiendo de pie, llorosos, y le comentó a Mimi que él era uno de los productores. Nos presentó al autor y al director y al día siguiente nos invitaron a cenar en un restaurant. Allí sellamos el trato y en menos de un año estrenamos nuestra versión en Caracas. Sin embargo, no creo en críticos ni Mimi cree en estadísticas, sino no estuviéramos donde estamos, de manera que dejamos que nuestro instinto prevaleciera sobre lo que parecía el sentido común, y en lugar de retractarnos y optar por otro texto, emprendimos la tarea con mayor ahínco.
Admite que pocas veces un texto los golpea con tanta franqueza. “Para todo teatrero, un golpe al corazón desde la escena es un milagro. En eso nos centramos sin escuchar a terceros. Evidentemente suponía un enorme riesgo, pero con tantos años ya corriendo riesgos, sabíamos que teníamos una plataforma que podía soportar cualquiera que fuera el resultado. Como artistas no sólo pensamos en el público, que sin duda es crucial, también queremos explorar y experimentar cosas nuevas. Eso es excitante y rejuvenecedor. No es mucho lo realmente nuevo que puede llegarte luego de décadas en el teatro, pero cuando llega, llega con todo y uno tiene que tener la visión, el tino y la valentía de encararlo con todo.
-¿Qué vio para explotar o utilizar en Caracas?
-High apela a la esencia básica de las fallas humanas. Identificarnos en las miserias es siempre catártico y muy poderoso. Cuando el trabajo se logra, llega además incuso a ser terapéutico para todos. Me aproximé a High desde la más absoluta vulnerabilidad. Montarla fue como contarle al mundo un secreto muy privado sobre una falla muy grande que he ocultado. Desde ese punto de confesión y búqueda de redención personal me impuse el trabajo y se lo impuse al resto del equipo. Conceptualmente, High ocurre en un sótano al que tenemos la oportunidad de espiar. Me propuse crear un momento privado de 30 segundos, con música de Caramelos de Cianuro, en el cual sus tres personajes se muestran sin filtro. Eso permite que el espectador en los primeros 30 segundos de la obra se haga un juicio inmediato de lo que son estos tres individuos. A la hora de transcurrida la obra, entienden que el juicio estaba errado. Ya al final, no les queda más que reconocer que el juicio lo hacían ellos mismos, y que estos personajes están más cerca de nosotros de lo que quisiéramos reconocer.
-¿Cómo fue el trabajo con los actores?
-Carlota Sosa y Christian McGaffney son extraordinarios. Se expusieron sin temores a recorrer el duro camino que propuse, confiaron en mí y se dejaron guiar de una manera que no cualquier actor se arriesga a enfrentar. High no sería nada sin sus trabajos superlativos.
-¿Qué pasó con el público?
-El público ha respondido de manera extraordinaria. No sólo ovasiona la obra de pie, sino que convierte, con sus comentarios en Twitter, a High en un trending topic, con frecuencia a la salida de la función. Ha sido una marea de más de 40 mil espectadores que nos han dado un regalo maravilloso. No sólo sus elogios, sino la certeza de que High era posible y más aún, necesaria. Creo que durante años muchos intelectuales han subestimado al público y se han sobreestimado ellos con espectáculos aburridos, pretensiosos y sin mayor sentido que la gratificación onanista de sus egos. El teatro es texto, actor y público. Con High partimos de una gran obra, tenemos actuaciones brillantes y esa masiva y maravillosa audiencia nos completa el triángulo para ratificarnos que esto es justamente eso: ¡Teatro!
Nuevos valores
Luis admite que nunca se ha llevado bien con los conservadores. “Verlos ahora danzar alrededor del Papa, alegrándose porque es argentino, como si se tratara de la coronación de Susana Jiménez en Roma, me produce náusea, de modo que trato de no verlos mucho y de no opinar demasiado sobre sus ritos. Conservo la certeza de que eso que llaman Valores Tradicionales, (que por cierto no tengo idea de para qué pueden servir, porque evidentemente para hacernos felices no sirven), son los principales enemigos de la evolución. Creo que el hombre no tiende naturalmente al bien y debe inventarse reglas y valores, ciertamente, pero no podemos apegarnos a los valores de nuestros padres o a las reglas de 1953. Todos los que tengamos la pretensión de ser librepensadores tenemos la obligación de fabricarnos nuevos y verdaderos y efectivos y productivos y constructivos nuevos” valores para permitir la evolución de la moral y crear un escenario más fértil para que el desarrollo de las nuevas generaciones nos conduzcan a un mundo más feliz, realizado y pacífico, cosa en la que la Iglesia y todos los seguidores de la tradición han fracasado estrepitosamente”.
Ángel caído
High revela una terapia de rezos y de encierros católicos a los cuales someten al prostituto gay y drogadicto Andy (Christian McGaffney), en una ONG a cargo del sacerdote Miguel (Luis Fernández) y la monja Helena (Carlota Sosa).El tratamiento para sacarlo de las drogas y su adicción al sexo mercantilizado fracasa y Andy, tras desnudar en varias ocasiones como consecuencia de sus crisis, se suicida con una sobredosis. El espectáculo tiene un ritmo trepidante, logrado por la música y los violentos ritmos de las actuaciones de Christian y Carlota, el ángel caído que se resiste a que lo rescaten y la enfermera de su alma y su vituperado cuerpo, quien no está segura en su fe y ni sus métodos.
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