Jean Carlos Rodriguez y Ángel Pájaro |
@cehs1957
@avencrit
Dentro de los distintos montajes que se estrenan, hacen breves temporadas y luego buscan tener continuidad a través de girar en otras salas, tuve la particular experiencia de ver la escenificación de la obra Dos perdidos en una noche sucia (1967) del dramaturgo brasileño, Plinio Marcos (Sao Paolo, 1935).
Contando con una aceptable versión efectuada por Ciro Acevedo, el grupo Teveteatro de Venezuela bajo la dirección (del ex actor del grupo Rajatabla - y ahora, director) Luis Malavé, retorno ante el público de la Gran Caracas, en el acogedor espacio del laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” con un propósito claro: hacer teatro para reflexionar.
Propuesta apegada al espíritu temático de su autor; trama y situaciones que exponen al espectador el submundo de la marginalidad y dentro de este abyecto de los seres sin noche como al hurgar de la violencia. Un teatro imbuido de la desesperanza, situaciones dramáticas que envuelven a sus personajes en las cunetas de la vida y allí ven como se fracturan cualquier quimera de redención; son seres sin salida, sin oportunidad, sin posibilidades de redimirse sea porque han abandonado todo intento por romper con las ominosas cadenas que los subyugan o peor, aun, absorbidos por la pesadilla cotidiana del sobrevivir tras la cual, cualquier ápice de redención queda fracturado por los resortes que la sociedad impone a los que visualiza como perdedores.
Desconozco el por qué Malavé decide asumir esta pieza de Marcos; una posibilidad sea que tras su trama, percibe que está vigente en lo que es la gran trituradora humana que es las urbes con sus centros de miseria, porque así como hay triunfadores en la vida, también hay perdedores y ambos tienden a conformar las dos caras visibles de una moneda del marco socio económico que engulle a quien no puede o no deja en el caso de sus dos personajes protagónicos como lo son Paco y Toño, los hilos más débiles del tramado existencial urbano. También, pienso que Malavé apostó a generar una producción de pequeño formato, capaz de estar en cualquier ámbito teatral y potenciar a través de la fuerza compositiva de dos buenos actores como lo representan Jean Carlos Rodríguez y Ángel Pájaro, dieron efectiva densidad de fondo no solo a las situaciones que a estos frustrados personajes, sino a sus equívocos que los atrapa; cada actuación en lo singular como en su forma de conjunto histriónico se complementan porque debían encarar de forma contundente y orgánica que la oportunidad de la sobrevivencia tiene reglas, ostenta formas y mantiene premisas que, para quienes están en el lado oscuro de la no redención humana, quizás su única tabla salvadora.
Sea cual fuere la decisión tomada por Malavé, el propósito artístico escénico quedó claro ante la percepción del espectador y que entró en concordancia con lo señalado en las líneas del programa de mano: “discutir hasta las últimas consecuencias los problemas de los hombres”. Por ende, sin apelar a exageraciones en componer un ambiente abigarrado sino con el mínimo de recursos para que sea el trabajo del actor y la potencia del texto lo que llegue a quien está en la sala, la búsqueda grupal tiene su acierto en la medida que esta clase de obras esté en comunión de recepción con algo que vaya más allá de los artificios de la vacuidad.
Dos perdidos en una noche sucia, es un texto y una propuesta escénica que pueda que guste o no, pueda que sea parte de una búsqueda colectiva para decir estamos acá y estas son nuestras condiciones de producción pero, hay algo cierto: son un grupo que tiene autenticidad y no se van por los caminos fáciles. Dos actores y un director que aunados en un compromiso artístico, tratan de generar otra dimensión dialógica con el público de nuestras urbes. El reto será que esta clase de premisa se mantenga en tiempo y espacio.
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