Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit
Algo me está preocupando sobre el comportamiento de lo que se oferta como en la cartelera teatral local sostenido a partir del empleo del llamado teatro clásico. Desde que he seguido el quehacer teatral he visto como grupos y directores han asumido la escenificación del texto clásico con tino y hasta con desatinos. La acción de concepción, producción y trabajo artístico estético me ha expresado que los responsables de la selección de un texto de otra época sea cual fuese su género supone siempre, un riesgo y una aventura. He ahí que, para escoger un texto “x” o “y” se tiene un dilatado espectro de piezas que van del teatro grecolatino, pasando por los grandes nombres como Moliere, Lope o Goldoni por solo mencionar algunos; sus tramas, sus temas, el tratamiento de sus argumentos y personajes siempre serán tentadores si se desea hacerlos vigentes al tiempo de hoy. Por eso el texto clásico es universal y puede, más allá de su época y al grupo social al cual suscrito, seguir siendo potentes vehículos para la moderna escena.
Para muchos teatristas trabajar el texto clásico es cuestión de un profundo respeto al texto clásico o de atreverse a trabajarlo asumir desde esa posibilidad de hacerlos actual; la tarea de fondo es ver si la escogencia y su hacer malabares de poner un cuadrado en un rombo.
Incluso, textos producidos en lo que fue el pasado siglo (teatro contemporáneo) se le colocan el marbete de clásicos de tal o cual producción dramatúrgica en nuestros países; para muestra, un botón; el teatro de César Rengifo. De Chejov a Lorca, de Beckett a Brecht el texto “clásico” contemporáneo servirá de fuente donde un director pueda acogerse a expresar alguna búsqueda o sencillamente, permutar un grado experimental para derivar inflexiones que puedan estar en consonancia al horizonte de expectativa del tal o cual público.
Pero retomo nuestro aquí y ahora de lo que entiendo en la producción – circulación y consumo del teatro clásico. Sin entrar en muchos detalles, en estos días de agosto veo por ejemplo, que hay dos específicas propuestas sostenidas sobre el teatro clásico antiguo: por un lado, la versión y escenificación hecha por Javier Moreno para la obra Otelo de William Shakespeare. Aun no la he podido constatar pero he recibido elogios laudatorios para las dos situaciones, es decir, el trabajo de versionamiento, puesta en escena y con lo que se me ha asegurado son excelentes actuaciones de un staff actoral bien plantado. Creo que ello es lo que asegura la captación del interés del público además de tratar de responder que se hace en materia del clásico. La veremos y generaré una opinión más adelante.
Por otro lado, detalle el montaje, La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón con puesta de Costa Palamides para el Laboratorio Teatral “Anna Julia Rojas” en el Teatro Municipal. Propuesta que me dejó un marcado sin sabor porque es una pieza que mereció tener un trabajo más riguroso; no basta aferrarse al género de comedia desde el cual el autor toca aspectos sobre los vicios derivados de la mentira y lo nefasto del arribismo, lo que me dejó perplejo fue como fue trabajada esta obra con tanta libertad y que haya quedado expuesta de una forma tan exterior.
Seré respetuoso ante este trabajo como una respuesta de trabajo creativo y artístico pero, sencillamente lo visto se exacerbó hacia el lindero de ese toque lúdico al apelar un empleo anacrónico de época y contextos sociales latinoamericanos. Lo que quizás se esperaba aparte del trabajo de Costa era verificar un trabajo actoral firme y una preceptiva conceptual más cerrada. La plantilla histriónica no conjugó una labor compositiva asible y faltó la efectividad de presencia, manejo de voz y fraseo. No soy quien para decirlo pero sugiero revisar este espectáculo y evitar hacerle un flaco favor al texto clásico. Retomo la vieja pregunta planteada por un reconocido crítico e investigador cuando se pregunto hacia 1983: “¿Qué podemos hacer nosotros los venezolanos con los clásicos?” Pregunta vigente y que debe ser respondida por cada director al momento de tratar de darle un sentido de validación con el trabajo creador para el texto clásico.
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