Por carlos
Herrera
@cehs1957@avencrit
Del prolífico dramaturgo venezolano, Gustavo Ott
(Caracas, 1963) uno de sus textos más agudos como lo es el unipersonal, Fotomatón, escrita
en el año 1995 y estrenada en 1999, en la sala principal del Teatro San
Martín de Caracas por el propio autor y donde actúo, Fernando Then,
ha retomado un nuevo ciclo vital de puesta en escena y actualización de algunos
elementos referenciales para ser exhibida en una breve temporada ofrecida en la
Sala Rajatabla del 28 de mayo al 07 de junio y después, en el Teatro
Bolívar del 12 al14 de Junio, permitió que el público de Caracas lograse
acercarse a una de las piezas más estremecedoras del amplio abanico de piezas
de Ott.
Un trabajo agudo, punzante, estremecedor y
sólidamente interpretado por José Gregorio Martínez quien exhibió, todo
un arsenal técnico y artístico que hizo que las plateas de ambos teatros, se
colmasen de sinceros como sentidos aplausos.
Un segundo subtítulo de esta pieza fue dado por el
autor: "Autopsia nacional en 9 innings suspendido por lluvia".
Estructurada bajo el esquema del deporte favorito de los venezolanos, el base
ball, que permite a su estructura externa apelar a una forma lúdica para
insertar el eje temático de la familia y el asunto del odio, hace que su forma
de comedia sea, desde todos sus ángulos de ataque, una incisiva radiografía de
la indolencia, la violencia y una indagación sobre los frágiles lazos que
ostenta el nexo sanguíneo cuando no hay verdad tras ello.
Sobre todo, tal y como lo dice su Alejandro,
personaje central - el cadáver de un joven jugador de baseball- cuando en el
1er inning, viéndose a sí mismo dice: "El odio. Eso. Para nosotros odiar
es querer" o, cuando en el paso del 3er inning, de ve llegar a la morgue a
su tío Carlos Alejandro no sólo coloca el acento de lo trágico de ver a su
sobrino inerte sino que, conjugando, su drama personal de ser portador
asintomático del HIV, de haberse ido del país, escapando del ominoso miedo
social y con un hijo muerto por ese mal, discurre:
"Pero ¿la familia? La familia lo sabe todo
(...)"
"(...) y la verdad, no entiendo por qué los enfermos
de SIDA nacionales se van, por qué prefieren morir en Nueva York, por qué los enfermos
abandonan a sus familias.
(A ALGUIEN QUE LE DIRIGE LA PALABRA)
¿Que la familia quiere que me vaya?"
Parlamentos duros, frases cortas pero densas de eso
que un autor hurga para moldear lo que somos o lo que pretendemos ser. Una
clave para desentrañar el poder y sus relaciones en la sombra cuando la
desgracia toca a alguien. Para develar los mecanismos del subconsciente que
pisotea al desvalido o desvela las clavijas de la apariencia. Eso y más, podría
decirse de Fotomatón.
Pero, lo cierto es que tras este unipersonal, tras
esta recolocación de una pieza pocas veces trabajada / exhibida en la dinámica
teatral de este país, Gustavo Ott valida con fuerza atroz, los desiguales
niveles del amor, del odio, del poder y la discriminación. Contundente y
actual. Vigente y poderosamente estremecedor es la posibilidad de re leer una
vez más sobre la escena.
Es ahí cuando uno puede afirmar como crítico, como
espectador y como público que eso son las obras que le hablan al ser nacional
venezolano en aquellos años de un siglo que parece ya lejano pero que retumba
con sentido y pertinencia en este que apenas traza sus primeros quince años.
Una puesta en escena mucho más crepitante en
elementos no verbales. El signo audiovisual acomete en el subconsciente del
espectador el reforzar con otros referentes icónicos y como pistas sobre la
forma de ser del venezolano y ?por qué no?, hasta del latinoamericano.
Es un texto nada fácil porque exige contar con un
actor capaz de desdoblarse, de articular en lo orgánico que es lo propio de la
comedia, lo esencial del drama y lo fundamental de lo trágico.
Debe ser alguien con piso de manejo con su
potencial de respiración, con la dosificación de ritmo interno y de saber
componer y descomponer en apenas segundos, un personaje para dar paso a otro.
Incluso, tener consciencia del tempo y de la expectativa que genera en la
platea.
José Gregorio Martínez
demostró con desenfado en lo técnico como en lo visceral que esos ocho papeles
podían ser un gran reto. El aplauso y la entrega de atención del público lo
afirmó que tenía - por lo menos en la función que le ví en la Sala Rajatabla -
que es un actor dúctil, poderosamente perspicaz, sincero en su entrega e con
una hiperquinésis o un ritmo pausado que le otorga potencia a cada uno de sus
papeles.
Fotomatón
se ha convertido en este primer semestre del 2015,
un alegato teatral capaz de estremecer a quien lo vea. Un espectáculo sin
excesos aunque haya una cierta saturación de elementos visuales. Eso no lo
disminuye, lo resemantiza. Es por ende, una propuesta digna de estar por más
tiempo en cartelera e incluso, hasta de ser llevada en gira. Si se sigue
presentando, es de esos trabajos escénicos que uno llevará en el
recuerdo.
Nota: Las referencias
de los parlamentos empleados en esta nota fueron extraídos del libro Gustavo
Ott. Las piezas que arrugan el corazón. (1998), pp: 117,127.
Cuadernos del Teatro San Martín de Caracas. Alcaldía de Caracas. Instituto
Municipal de Publicaciones. Caracas. Venezuela
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