La Guayra (1842), oleo de Ferdinand Bellermann,
Colección Museos Estatales de Berlín
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La ciudad
portuaria albergó en un tiempo una importante actividad dramática
Fue
construido en 1829
Aún hay mucho por investigar y aportar
a la historia del teatro en Venezuela. La mayor parte de estudios existentes
sobre la escena venezolana de tiempos remotos, generalmente se refieren a la
ciudad capital, prestando poca atención al resto del territorio. Ello se debe,
principalmente, a la carencia de fuentes documentales, así como a un centralismo que ha influido no solo en lo
político, sino también en el campo del conocimiento. La actividad teatral fue
celebrada desde la colonia en plazas y calles en las que se acondicionaban
tablados para tal efecto. Posteriormente se construyeron recintos teatrales,
entre los cuales el Coliseo de Caracas, destaca por ser el más estudiado y
existir mayores fuentes de investigación. Poco conocemos de otros edificios creados
a tal efecto que existieron en la primera mitad del siglo 19,
en ciudades como Cumaná y Valencia, donde seguramente hubo una intensa
actividad dramática. El tema es un capítulo pendiente de nuestra historia
artística, a la vez que un reto para los estudiosos e investigadores del área.
El Coliseo de La Guayra
Nada, o acaso muy poco, se ha divulgado del Coliseo de La Guayra,
primer teatro de esta ciudad, construido en 1829. La data de su creación la encontramos en el
libro Compendio de apuntes y tradiciones de La Guayra (Viento Veloz de
Fuego), escrito por el guaireño
Enrique Rivodó (Caracas, Talleres Tipográficos El Globo.1956), quien atribuye a
su abuelo, José Francisco Rivodó la edificación de la sala de espectáculos.
Este último participó en la guerra de independencia y, para el año de la
construcción del teatro, era jefe de correos de la ciudad portuaria. Según
consta en varios documentos existentes en el Archivo Municipal de Caracas, el
edificio dependía de las autoridades municipales y estuvo situado en la calle
San Juan de Dios, adyacente al hospicio del mismo nombre, sobre cuyas ruinas
fue levantada la actual Iglesia Catedral San Pedro Apóstol de esta ciudad
litoralense.
Pese a ser una localidad relativamente
pequeña que no llegaba a los 5000 habitantes, La Guayra era de singular
importancia por la cercanía a la capital y su función como principal puerto del
país. La iniciativa denota no solo la influencia de Caracas, en la que ya surgía la actividad escénica con
apoyo de la élite política y donde en el
mismo año se construyó el segundo Coliseo capitalino, sino también el interés
de los lugareños que debieron alentar la construcción de la sala. Para las
compañías de teatro y zarzuela que iban de gira por el Caribe, la capital
venezolana era una buena plaza y, en su tránsito, obligatoriamente debían
recalar de paso por el lugar. Las autoridades debieron ver una buena oportunidad
para la construcción del teatro, a lo que debemos sumar una añeja tradición
escénica que ya existía en la región desde 1772, cuando se representaron
comedias en espacios públicos según los datos que aporta Rivodó en la obra
citada.
Con fecha del 3 de noviembre de 1931
hallamos en el Archivo Municipal una comunicación escrita por José Rosario
Fuentes y José María Seijas, dirigida a
la Junta del Muelle de la ciudad, de quienes debió depender la custodia
del coso de espectáculos, solicitando el uso de la misma: “... atendiendo ael
estado del tiempo y biendo q. En este puerto no se encuentran ningunas
diversiones; nos emos reunidos varios amigos aficionados ael teatro y emos
resuelto representar el nacimiento de Jesucristo y su triunfante entrada en Jerusalen
(...) suplicamos sirvan concedernos las llabes de el teatro General de este
Puerto desde el corriente de este mes asta el ultimo de abril (...) Utencilios
q. necesitamos una decoración de bosque otra de palacio y otra de Ciudad y
telones y tablas de teatro.” En nota al
margen del documento, consta que fue concedido
el permiso solicitado bajo condición de responder al “Sr José Francisco
Rivodo de cualquier deterioro o perdida
que pueda haber en los utiles”, así como de pagar seis pesos por cada noche de
función.
El escenario se convierte en depósito
de mercancías
En 1846, un aficionado llamado Mónico
Lovera, solicita el alquiler de los enseres del teatro y el permiso para
iniciar funciones dramáticas en el patio
de su casa, debido a que había sido
contratado el teatro “por una casa de comercio.” Ese año, el Coliseo de La
Guayra fue convertido en depósito de mercancías por contrato suscrito entre la
comercializadora Boulton Phelps y el
Concejo Municipal, pese a la evidente
actividad escénica local en ese momento de la que hay constancia. Lovera fracasa ante la escasa
concurrencia de público a las funciones en su residencia. Nuevamente, poco
después, Félix Blanco y Manuel Agustín López, insisten con el arte escénico,
solicitando el arrendamiento del teatro para establecer una compañía teatral
por una suma mayor que la ofrecida por la Boulton Phellp. El requerimiento de
los teatreros es denegado. En la ocasión, pudo más el interés en el desarrollo
comercial del puerto que el amor a la actividad dramática.
No fue este el fin del teatro. Las
representaciones fueron retomadas luego, como notamos en las páginas de El Comercio, diario
local que, para el año de 1859, daba cuenta de las funciones que se realizaban
en este escenario. Así, el martes 13 de junio del año en cuestión en el
mencionado diario (número 43) , leemos una extensa crítica a la compañía dramática visitante de la familia Zafrané,
como también un destacado aviso publicitando su próxima función de El rei
Felipe IV o el castillo de Balsam de Manuel Tamayo y Baus, un dramaturgo romántico madrileño en boga por
esos tiempos, a la vez que se anunciaba el montaje de la zarzuela El Amor i
el almuerzo, referida por una nota periodística como la
primera representación de este género en la ciudad costera.
Más teatro guaireño
En 1847, abre sus puertas el Teatro La
Rosa, en el callejón Salsipuedes, “Sombras chinescas, nacimientos,
recitaciones, payasadas, etc. Su producto para ayudar la construcción del
cuarto templo Parroquial de San Pedro.” , según apunta Enrique Rivodó en su
libro de crónicas. Tal como sucedió en Caracas con el popular teatro de
Maderero en la misma época, se requirió de una sala de espectáculos para
géneros escénicos más ligeros, dirigidos a un público mas amplio y menos exigente
en materia de instrucción dramática.
Un grupo de dramaturgos guaireños
nacidos en el siglo 19, contribuyó a asentar la tradición dramática con la
representación de algunas de sus obras en esta ciudad. Entre ellos tenemos a
Felipe Estévez con la obra Para un
celoso una prudente; Casto Ramón López, autor de Un drama de Echegaray
y En el fondo del abismo; Eloy Escobar, con el drama histórico
Renzi y Juan José Brecca, autor de El amor de un libertino, Un
artículo del código y El poder de un relicario.
Foto archivo de O.A.
Juan José Brecca (1835-1906), humorista, poeta periodista y
dramaturgo de La Guayra.
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“El Teatro Nacional me pareció siempre
un signo de adelanto, un estímulo para el ingenio, uno de los medios más
adecuados para ilustrar la Patria y darle nombre y gloria.
No
bastan las calles nuevas que facilitan el tráfico; los nuevos edificios que
embellecen las ciudades; la enseñanza gratuita, derramada como lluvia benéfica
de la villa al caserío; las redes silenciosas, entre las cuales corre, como
dardo de luz, el pensamiento ; las líneas de hierro que desaparecen bajo el
penacho de humo y avasallan tiempo y distancia. (...)
‘El
antiguo Teatro Español’, ‘El Teatro Español moderno’, ‘El Teatro Francés’, son
frases que llenan de envidia mi alma de patriota. ¡Ah! ¡Cuánto me
enorgullecería oír decir : ‘El Teatro Venezolano’."
Fragmento
del prólogo de Páginas guaireñas de Juan José Brecca
(Caracas, tipografía de vapor de El
Cojo. 1884)
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