Por: CARLOS E.
HERRERA
Dentro
de lo que significa producir un espectáculo y mantenerse dentro de la cartelera
con éxito incuestionable de público es uno de los objetivos a los que aspira
todo grupo teatral en nuestro país. Ello va más allá de cálculos optimistas y
apuestas afiligranadas en cuanto a aunar una serie de factores que creen el
esquivo catalizador que les garantice: el éxito.
Pocos
son capaces de unir esos particulares esfuerzos y cuadrar todos los
elementos
en un mismo tiempo y espacio y concebir una propuesta escénica (de arte o
comercial) que sea capaz de atraer al espectador más allá de unas pocas
representaciones. Raros son los montajes que logran superar cifras de tres
dígitos en un teatro e, incluso, seguir adicionando más si contemplan su
circulación hacia otras salas, efectuando giras y ocasionalmente participando
en festivales.
El
llamado “teatro ligero”, “digestivo” o “evasivo” no queda desmeritado por estos
epítetos, ya que buena parte de ellos sí logran conjugar ingredientes como una
atractiva referencia de autor y la anuencia promocional de la prensa como el
haber recibido críticas favorables por exhibir dentro del global del producto
un staff (elenco) actoral atractivo conformado por actores y actrices
notoriamente sonoros porque laboran en terrenos mediáticos o porque han ganado
el respeto del público en otros montajes teatrales. Además pueden contar con una
puesta en escena que no escatima calidad en lo referido a la integración de
coordenadas escenográficas, vestuario o utilería resueltas por profesionales
del medio artístico y, por supuesto, llamar a un sagaz director que sepa mover
todo el conjunto hacia el fin último que es una propuesta que se sustente
(aparte del texto) en saber sacar a cada histrión sus mejor talento y emplear
cada elemento como un todo indisoluble que hará que sea una comedia o un drama,
que logre suscitar el aplauso del público y aprehender el elusivo éxito de
taquilla, cuyo resultado es construir una temporada con cifras envidiables.
Uno
de esos fenómenos teatrales en nuestra ciudad ha sido La Ratonera, concretada
por Catherina Cardozo y Nohelí Arteaga Producciones, bajo la dirección de
Vladimir Vera. Espectáculo asertivo que tomó esta pieza teatral de la inglesa
Agatha Christie, rubricada hacia los años cincuenta del siglo XX, que con el
pasar de los años se convertiría en una historia de suspenso que, hoy por hoy,
sigue generando interés a sus lectores y magníficos beneficios de taquilla a
quienes la escenifiquen, pero sintiendo que apelan a concretar un montaje
enmarcable dentro de los cánones de llamado “teatro comercial”.
Nuestra
Ratonera ya había sido programada para el Segundo Festival de Teatro de Caracas
y volvió a ser del interés de los programadores del Circuito Teatral de Caracas
para exhibirla en sus funciones número 125 y 126 (estrenada en septiembre de
2012 en una sala del este de la ciudad) este fin de semana en el Teatro
Nacional. Allí sumaron más de mil espectadores que con precios populares
disfrutaron de una de las producciones más sonoras de los dos últimos años.
Propuesta
escénica nada empalagosa que supo apelar al melodrama y el suspenso, tras las
inquietudes de un grupo de personas atrapadas en una casa de huéspedes a la
afueras de Londres, donde un extraño crimen ocurrió. Esto genera
acontecimientos que envuelven tanto a estos personajes como a la expectativa
del público. La Ratonera se sostuvo gracias a una destacada plantilla actoral
conformada por Gerardo Soto, Nacho Huett, Flor Elena González, Gonzalo
Velutini, Stephanie Cardone Fulop, Augusto Galíndez, Ignacio Marchena, Manuel
Salazar y Catherina Cardozo. La Alcaldía de Caracas y Fundarte volvieron a dar
un tiro en el piso con esta programación.
Ccs, 22/07/13
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