Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit
Un título que busca reflejar que, en materia de
buen teatro, esta ciudad ofrece alternativas de alta factura para un espectador
exigente. Por un lado, se ha estado presentando en el Espacio Experimental del
Centro Cultural B.O.D., la propuesta escénica Máscaras, como
versión efectuada por el actor Daniel Rodríguez del texto “Payasos” escrito en
el año 1974 por el dramaturgo y sociólogo brasileño, Timochenco Wehbi (1943 –
1986). Un trabajo de versionamiento justo y sin ampulosidades sino que, supo
concentrarse en lo medular de la interioridad existencial de dos vidas que se
exponen como anverso y reverso reflexivo sobre lo que supone es el arte, los
vericuetos del alma y la psiquis humana, la desesperanza o apego ante lo que se
ama como profesión y ¿por qué no?, hasta de la soledad cuando lo que se anhela
no alcanza a satisfacer lo que se ha sonado como realización personal en un
mundo que solo parece exigir grandes logros.
Desde
este eje de premisas, el actor Daniel Rodríguez es acogido por el Grupo Actoral
80 y allí, concretó una experiencia creadora donde funge no solo trabajó el
texto de Wehbi sino que, lo visualizamos como actor y director a fin de urdir
un concepto artístico, estético, técnico y escénico capaz de poner al público a
pensar. Un trabajo sobrio, sin excesos, cuidadoso en su efectividad lúdica, con
humor y al mismo tiempo, capaz de tejer con sagacidad la vida de dos hombres
(una, la de un payaso de un circo en decadencia y la otra, la de un
comerciante, atosigado por la frustración de no haber sido el artista que sonó
ser) cuyas miradas convergen en una dialéctica que dibujan las altas y bajas de
la vida – que pueden ir desde el asunto del amor pasando por el temor hasta
tocar alguna inflexión sobre la infidelidad-
y de ahí, armar una hipérbole con zahiriente humor y con uno que otro
toque de absurdidad sobre lo que significa el papel del arte y la relación
creadora del artista cuando se halla al filo de ocaso.
Un
trabajo digno, en el cual Rodríguez se acompañó con los desempeños histriónicos
de Omar Pérez y la bailarina, Mónica Rojas. Ya con algunas funciones dadas
tanto en el Teatro “César Rengifo” de Petare, ahora lograron compactar un
temporada singular en otro espacio y con un público distinto pero que, tanto
allá como acá, lo exhibido logró convencer por su sentido de arte, técnica y
logro artístico. ¡Una lección de buen teatro!
En otro lugar, más en específico, La Caja de
Fósforos ubicada en la Concha Acústica de Bello Monte, el grupo Teatro del
Contrajuego bajo la sobria al tiempo brillante e impecable puesta en escena
efectuada por Orlando Arocha, concretó el excelente montaje, Las noches celestiales de la Señorita Rasch un texto del dramaturgo alemán, Franz
Xavier Kroetz (1946) el cual, desde una forma monologal se expuso ante nosotros
de forma incisiva para desvelar con acento íntimo, elementos que va
de la ausencia del amor a una corrosiva nostalgia.
Tal y
como lo exprese en la redes sociales, una vez que salí de la sala y constatar
este soberbio montaje es reafirmar que hallé “un doloroso acento [teatral que]
sin palabras pero en el minimalismo” supo explorar “los sinuosos territorios de
la soledad. Contando con la impecable composición artística de Diana Volpe, el
público se sumerge en una magnética hora y media de teatro puro.
Teatro
sin palabras pero sostenido en una coreografía de acciones que dibujan esa geografía
existencial donde lo nimio cotidiano se amplifica de forma contundente”. Una
propuesta teatral “que se constituye en uno de los mejores trabajos del 2015.
Altamente recomendable. ¡Mi aplauso!
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