Por
Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit
Quizás
la frase con la cual título esta reseña no haya sido lo que pensó el dramaturgo
y profesor, Marius Von Mayenburg (Múnich, 1972) cuando escribió en 2007, la
punzante y ácida sátira Der Hässliche,
que se traduciría como “El Feo”. Sin embargo, es posible que en el subconsciente
de este sagaz autor, las resonancias del enajenante pero al tiempo subyacente fenómeno
de los cánones de belleza que pueden o no, signar al mundo contemporáneo, haya
sido la premisa que alimentó lo temático argumental de esta incisiva pieza
teatral.
Von Mayenburg, con perspicaz elocuencia dramática,
construyó una parábola moderna, que aun posee resonancias profundas a decodificadas.
Es haberle propuesto al lector/espectador que los signos del síndrome del
narciso moderno, sigue pululando dentro de un mundo cada vez más normado por maniqueas fórmulas que
separan lo estéticamente agradable de lo angustiosamente desagradable. Es
proseguir hurgando en lo que otros autores en otros tiempos ya había elucubrado
desde el tajante efecto pigmalionico de Ovidio hasta la chocante absurdidad
ionesquiana. Es querer hacer comprender al ser contemporáneo que, la
artificialidad y la autocomplacencia individualista de muchas personas asombrosamente
siguen sucumbiendo ante el despojamiento de lo auténtico solo con el fin de y
procurar, a como dé lugar, a obtener inmerecidos sitiales abonados por la
falsedad de lo artificial. Basta revisar el pueril mundo de las mises o la moda
que buscan imponer grotescos estándares para estar en la cima del éxito.
He ahí que, en la cartelera comercial teatral del este de
Caracas, el grupo Teatro de la Noche, bajo la inteligente dirección del
talentoso Juan José Martín acompañado por un solvente staff de diseñadores y una desbordante fuerza histriónica, le ha
estado proponiendo al público que sabe agradecer el confrontar buenas opciones
artísticas, un trabajo escénico donde puede hallar risa pero al tiempo, un
mensaje. Es así que, en los espacios del Espacio Plural del Trasnocho Cultural
desde hace una semana se está presentado el montaje “El Feo”.
Un trabajo que, sin duda cala en todos porque, sin
ambages, todo han apostado a saber tejer tras la apariencia de comedia, ese
urticante elemento de crítica en lo que pocos grupos saben manejar en tiempo
actual; es decir, gratificar a quien paga por pasar una velada de sano entretenimiento
sin dejar de lado un mensaje al tiempo de hoy. Eso, desde mi personal visual,
es lo que debe emanar el fenómeno escénico actual y que bien podría estar en
comunión con lo que Peter Brook aspiraba como teatro vivo, el saber producir en los espectadores esa singular agitación
que, aparte de reír o pasarla bien, al salir del teatro, un algo de reflexión
se agite en su interior.
Esta mordaz sátira, fue esencialmente articulada con la
desenfadada fuerza de actores y actrices como Antonio Delli, Ana Mello, Javier
Figuera y Adolfo Nittoli en cuya responsabilidad artística descanso ese arduo
trabajo de articular y estructurar personajes llenos de autenticidad en cuanto
a saber sacar lo que era propio de sus papeles, de sellarlos con frescura y
estar conscientes del tono de cada acción, gesto o marcado de las exigencias de
cada escena. Fueron piedra angular de un trabajo que tras de sí, fue sostenido por
los diseños de Gerónimo Reyes (iluminación); la dúctil escenografía de Héctor
Becerra y J.J. Martín; un vestuario funcional de Freddy Mendoza y, muy
calladamente, el apoyo de Orlando Mejías, Milagros Rodríguez, Mariana Calderón y
Miguel Ángel Acosta. Espero que no haya muchos señores Lette en Caracas porque
será ponernos a cavilar ¿Los feos habrán de ganar el cielo?
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