miércoles, 27 de noviembre de 2013

Simón


Por Carlos Herrera
@cehs1957

Dentro del marco de la XXXI primera edición del Festival de Teatro de Occidente en la ciudad de Guanare (estado Portuguesa) tuve la suerte de espectar el montaje Simón escrita por uno de los dramaturgos del s. XX como lo fue Isaac Chocrón (1930-2011) novelista y ensayista, autor cuya producción teatral cuenta con un legado de piezas tras las cuales el lector puede verificar a un afinado en su singular estilo de la teatralidad, poseedor de una eficacia con el manejo del lenguaje y por haber desarrollado una exploración temática específica que gravitó en lo personal sin dejar de lado una profunda inflexión sobre la realidad del país; todo ello permitió ser catalogado como representante del “realismo subjetivo” en Venezuela.

Chocrón y su pieza Simón (1983) ganan la atención de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (Facta) en coproducción con Bauem Cop –luego de la recomendación–dada por Juan Carlos Gené a estos sobre esta pieza y articularon una producción teatral que, sin lugar a dudas, enaltece con calidad, sensibilidad y regio manejo de la sintaxis dramática chocroniana el asunto de un teatro histórico que rara vez fue centro de atención de nuestro hoy desaparecido autor.

La obra es esa clase de pieza que no cae en la reconstrucción in extremis a la exactitud histórica, sino que apela al imaginario de lo que pudieron ser los nexos de amistad entre el joven Bolívar tras la muerte de su esposa (María Teresa del Toro) y va tejiendo los encuentros del futuro Libertador con su tutor, Simón Rodríguez, en la ciudad de París cuando el primero era un dandy y sus ideas sobre la emancipación apenas eran una luz germinal en su corazón. Pieza que apela a hilar sobre los nexos de afecto como la influencia del mentor intelectual ilustrado con ideas de Rosseau en momentos cuando se daba el ascenso de Bonaparte como emperador. Desde el cruce de ideas hasta el choque amoroso de opiniones empezaba a ser urdimbre para crear el análisis que derivaría en inflexión del Juramento del Monte Sacro donde un Bolívar preclaro comprendía cuál debería ser su propósito como hombre, pensador y finalmente, como patriota que buscaría romper con el yugo español.

Simón se me evidenció como una propuesta donde la palabra correcta no es fiel a lo que se desea expresar, sino que me induce a calificarla de contundente por densificar con credibilidad su respeto al texto chocroniano, la dirección dada por Marcelo Mangone fue sintáctica, el espacio justo, la planta de movimientos precisa, una cónsona atmósfera que le aportó el diseño de Miguel Solowej para la iluminación, el atavió de vestuario (diseñado por Nené Murúa) con firme estudio de época –pero con cierta infidelidad al famoso sombrero “Bolívar” con el cual el joven Simón generó un sacudimiento a la moda parisina en aquellos años iniciales del s. XIX –pero cuya unidad es sobria y a la vez elegante se sumó a la síntesis de Carlos Di Pasquo en la escenografía y la composición musical de Luis Sticco sobre la partitura original de L. V. Beethoven dieron pues, la argamasa para una unidad teatral.

Las actuaciones fueron compenetradas, perspicaces y llenas de filigranas por la capacidad técnica de Fernando Martín (Simón Rodríguez) y Carlos González (Simón Bolívar) al crear una fusión de sutilezas y matices en esa relación de amistad entre ambos personajes y que permitió el sincero aplauso del público. Simón fue exhibido en la Casa del Artista los días 22 y 23 y supe de quienes lograron cotejarlo, que fue una propuesta emotiva como digna

 

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