jueves, 9 de julio de 2015

Testigos ocultos por la libertad en Venezuela

Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit



Una de los montajes más interesantes del momento, es Testigos Ocultos, exhibida por el Teatro del Contrajuego en la Caja de Fósforos. Trabajo que parte de la dramaturgia efectuada por Orlando Arocha – al tiempo de ser su director– a lo suscrito del libro La palabra ignorada de la reconocida escritora e historiadora, Inés Quintero.

Es significativo que, el teatro a veces haga un giro sobre sí mismo con objeto de insuflar vida dramática en las tablas nacionales a hechos pasados, a rescatar ante la mirada y comprensión del espectador, hechos y circunstancias que ignora. Es así el teatro adquiere esa doble función: entretener y crear consciencia sobre nuestros valores.

Montaje que adquirió – desde mi recepción – un efecto aleccionador como simbólico. Supo desvelarme parte de los rostros de la condición femenina del XIX, a través de cinco historias donde manumisas y esclavas, hicieron esfuerzos indecibles por comprar su libertad o, la de su descendencia.

Testimonios llenos de dolor, éxito o frustración porque representan a esas féminas que levantaron su voz contra “el lado feroz de dominación del mundo colonial”. Es de esas raras veces que se escenifica esta clase de referencias en torno a la resistencia contra el oprobio, de la dignidad contra la opresión pero transmutan como la palpable exposición de aquellas querellas jurídicas libradas por el lado humano de la mujer en un tiempo oscuro.

Si bien, el arte de partir de la literatura y transformarse en texto teatral y de ahí, a servirse como espectáculo, tiene escollos entre lo discursivo / descriptivo, entre lo que es narrativo y lo que supone deba ser acción escénica.

No resulta algo fácil; sin embargo, el esfuerzo realizado por Arocha logró comprender, aprehender y sintetizar esas dificultades generando un referente capaz de situar cinco micro historias sobre mujeres como: Ignacia Padrón, Gracia María María Lorenza, María Ignacia Padrón o Anna María quienes, siendo negras o pardas, activaron querellas judiciales contra aquellos mantuanos que, podían ceder o no, el preciado elemento de justicia que se les exigía.

Montaje apegado a lo dramático de las historias y no la recreación de época. Sintético y con juego entre pasado y presente. En tiempo actual, una oficina con escaso mobiliario pero donde destaca esencialmente, los expedientes. Dentro de esa monótona pero a la vez, típica oficina burocrática, las acción de los personajes se activan De ahí, la figura de una Procuradora, interpretada por Haydee Faverola que lidió a lo largo de la obra para otorgarle homogeneidad interpretativa debido a que se presentada en la función a la prensa, junto con Eliú Ramos

(en el personaje del Escribano con actitud desenvuelta) narraban, exponían y mostraban al público, desde un plano de tiempo actual, esas referencias del pasado.

Fue entonces que la presencia de actrices como, Antonieta Colón, Carolina Torres, Mérida Ascanio, Melisa Inojosa y Nair Borges asumieron el disímil abanico de todas esas mujeres que pugnaron contra el sistema para lograr en algunos casos, éxitos o fracasos a sus aspiraciones. Cinco solventes respuestas histriónicas porque había carisma, sentido de escena y desenfado en ellas.

La contraparte, caracterizado con convincente entrega de los amos y los poderosos por parte de Diana Peñalver, Nakary Bazán, Juan Carlos Lira, Manuel Escalante y Jesús Nunes, supieron componer un trabajo histriónico que fortaleció el todo significante.

Un trabajo compacto desde la dirección, que supo dejar claras las coordenadas tanto en la incidencia de la iluminación para generar segmentos específicos para lo focal de cada segmento histriónico, una planta de movimientos básica que permitiese los accesos, colocación/distribución del conjunto histriónico que debía intervenir y resulto más obvio que el trabajo que le ofreció Freddy Mendoza en cuanto al vestuario y maquillaje colocó el acento distintivo social a quien era cada quien.

Arocha, no hizo de esta producción el espectáculo sino una puesta centrada en el brillo de la contundencia de las historias y que el juego dialéctico actoral fuese el norte que debía ser aprehendido por la platea. Trabajo que, nos convierte en especie de jurado, de callado tribunal sin derecho a opinar o juzgar, solo a ver lo que se expone. De ahí, su capacidad de desencajar hechos, situaciones, gestos, actitudes y, sobre todo, que se generase un discurso que llegue con potencia al lector/espectador. Un sobrio trabajo que les invito a que seamos también especie de esas palabras ignoradas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario