domingo, 17 de mayo de 2015

Buscando a la Gioconda

Cortesía de El Universal. Venezuela
Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit

Cuando un espectador decide buscar una opción teatral de arte y tratar de romper con la rutina del teatro evasivo, lo primero que hace es situar en la oferta de espectáculos, ese trabajo que le permita intuir esa mínima garantía que su inversión de tiempo y gastos le haga expresar al salir de la sala: ¡Fui al teatro y la pase bien! Esto no es fácil, porque supone estar ante un trabajo que, aparte de darnos goce o satisfacción intelectual al mismo tiempo satisfaga la sensación que se estuvo ante un proyecto que sepa equilibrar factores conceptuales, artísticos, técnicos y estéticos.

Desde hace un par de semanas en los espacios de la Asociación Cultural Humboldt el público tiene una opción de lujo: Monna Lisa”, comedia en dos actos del actor y director, Luigi Sciamanna. Propuesta que, más allá de 200 minutos de duración, genera en el espectador, la convicción que estuvo en presencia de un trabajo denso en conceptos, ante una inteligente resolución escénica, frente a un sólido trabajo que supo hasta hacernos guiños de esa capacidad de un dramaturgo de reírse de sí mismo.

Montaje excepcional que se constituyó en más que la suma de sus partes es decir, se patentizó un hilo preciso tras la atmósfera lumínica de Manuel Troconis, el aporte impecable de diseño y realización de vestuario hechos por Eva Ivanyi y Raquel Ríos, las sutilezas de tocados y peluquería de David Morales, la compaginada coreografía de Armando Díaz, el detalle conciso en diseño / realización de elementos escenográficos de Jesús Rojas una compacta como profesional producción dada a cuatro manos, entre Sciamanna y Marisela “Cocó” Seijas.

Monna Lisa” se expuso como texto / escenificación coda de un trabajo de indagación y pleno de inquietudes personales que movilizaron a Sciamanna. El cierre de esta inquietud: la tetralogía compuesta por “La novia del gigante”; “El gigante de mármol”, “400 sacos de arena” para cerrar con esta aguda comedia.

En todas, sin excepción, la presencia de una mente que aportó tras cada fábula, sapiencia en el tratamiento del tema histórico, habilidad para apelar lo necesario de cada género y saberlo proyectar incisivamente sobre las tablas. Incluso, dejarnos saber la perseverancia en la escritura dramática le ha dado esa perspectiva de ir optimizando el arsenal de las técnicas dramáticas así como ser pertinente en que decirle al público del siglo XXI.

Monna Lisa” se lució no solo por los aportes mencionados sino por la eficacia de una compacta plantilla histriónica que la hizo solvente ante nuestros ojos. Un amplio staff de profesionales de la actuación como noveles promesas la conformaron. Dando un aplauso a todos y con sincero respeto a su dignidad creativa, mencionaré a los que a mi juicio, descollaron: Jorge Palacios, Wilfredo Cisneros, Marcos Alcalá, Gerardo Soto, Homero Díaz, Carlos Sánchez Torrealba –excepcional- Pastor Oviedo y, aunque con altibajos de composición de su personaje, a Sheila Monterola.

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