sábado, 1 de febrero de 2014

La tragedia de los niños lindos

Un cuarteto que dará mucho que hablar en los tiempos por venir
Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
@avencrit

Entre Edipo y David, o entre Sófocles y Fernando Azpúrua hay una distancia de más de cuatro mil años, pero tanto los entes teatrales y sus creadores están unidos por las más antiguas pautas moralistas de la cultura occidental, especialmente esas que advierten como se pagará, incluso con la vida, todo aquello que atente contra la inocencia de la niñez y quienes profanen o irrespeten los sagrados fueros de la hospitalidad, amistad y pureza.

Fernando Azpúrua (Caracas,1990) no roba escena a Sófocles. No, es que su tragedia Niños Lindos, la cual hace temporada en la Caja de Fósforos con los actores José Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Teo Gutiérrez, además del cantante Víctor Valdez, dirigidos por Rossana Hernández, es también un espectáculo moralista que incluso culmina derramando la sangre no del victimario sino no de la víctima: un hombre enamorado de su violador, quien lo cambió por otros. Es una saga de homosexualismo en un núcleo familiar, donde el primo mayor seduce al menor, se hace público el abuso y viene la huida, pero más temprano que tarde estallan los reclamos amorosos y se desencadena la tragedia que culmina con el suicido del violentado y a su vez frustrado enamorado.

¿Y qué tiene que ver Edipo con Niños lindos? Ambas son tragedias que nacen del abuso y la inmoralidad de personajes con conductas homosexuales. Sin que Sófocles y Fernando pretendan hacer discursos moralistas y antihomofóbicos, sino todo lo contrario: reclaman respeto y pulcritud en las relaciones básicas de la sociedad, pero no rompen lanzas por el amor. Layo seduce a Crisipo y violenta además la lealtad y la hospitalidad del rey Pélope, y los dioses lo condenan a morir en manos de Edipo, el hijo desconocido. David persuade a su primo Julio, estalla el escándalo y se refugia en Caracas, pero el fantasma de tal relación prohibida y además nunca asumida acaba con su aparente estabilidad -tiene pareja y comparten apartamento- y lo confronta con el suicidio de su enamorado, cual personaje del romanticismo literario.

Niños lindos es, pues, la audaz y moralista visión de un venezolano que pide respeto hacia la inocencia y exige actitudes racionales en las diversas conductas sexuales para no dañar a los demás. Muestra en su discurso escénico el desenfadado comportamiento gay para resolver sus pulsiones eróticas y advierte además como la Internet es la gran Celestina de este siglo, aunque es también las más grande biblioteca que la humanidad nunca jamás soñó. No da pautas ni propone cartillas, solo que hay cuidarse del amor, pero nunca olvidarse de tal pulsión, para no complicarse la existencia, aunque la pasión romántica es incontrolable y avasalladora.

El apasionado y comprometido terceto actoral hace de Niños Lindos un espectáculo grato, muy humano por la ingenuidad de las relaciones amorosas nacidas espontáneamente y no por intereses crematísticos, aunque deja ese amargo sabor de sangre en la boca, porque Julio (excelente composición logra Suárez) se mata por el canalla de David (fuerte carácter de Gutiérrez), mientras que Zerpa consigue al erótico gay prototipo.

La dirección de Rossana es maternalmente cuidadosa de sus actores, aunque encuentro problemas con la planta de movimientos en un espacio no convencional, el cual merece una revisión. ¡Éxitos y que vivan Sófocles y Fernando!


 

 

 

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