martes, 23 de abril de 2013

Nostalgia con Rajatabla

por E.A Moreno Uribe

El grupo Rajatabla prosigue con su lucha contra la muerte y el tiempo. Tras 43 años de haber emprendido su camino artístico -el argentino Carlos Giménez lo fundó con el teatro musical Tu país está feliz de Antonio Miranda y Xulio Formoso- sus directivos no se rinden, pese a normales y múltiples problemas internos y externos que, cual  rémoras, tratan de impedir su avance.

Y es por eso que, para exorcizar las dificultades, siempre han respondido con nuevos y ambiciosos proyectos artísticos, como el actual homenaje al dramaturgo Néstor Caballero (Caracas, 1951) con el montaje de su texto Con una pequeña ayuda de mis amigos, singular y eclética versión escénica bien dirigida por José Domínguez-Bueno y con el preciso aporte escenográfico de Silvia Inés Vallejo.

REVISIÓN

Con una pequeña ayuda de mis amigos fue estrenada en la temporada de 1983 durante el  VI Festival Nacional de Teatro, organizado por la Comisión Bicentenario del Natalicio del Libertador Simon Bolívar. La dirigió el mismo Caballero y la mostró en el teatro Nacional, contando con actores como Franklin Virgüez, Chela Alterio, Roberto Lamarca, José Francisco Silva y Víctor Ortiz, entre otros intérpretes, no menos de 60, como lo cuenta el mismo dramaturgo, quien recientemente recibió el Premio Nacional de Teatro 2012.

Para esta siglo XXI,  Con una pequeña ayuda de mis amigos, de acuerdo a la versión contemporánea y al rumboso montaje de Domínguez-Bueno, es una poética invitación a revisar la vida vivida y por ende a evaluar lo perdido y lo logrado, además de un paseo, a vuelo de pájaro, sobre el estallido de la música pop  que cambió los gustos de una nación e incluso al mundo, como fueron todas las agrupaciones musicales, con los Beatles a la cabeza, quienes desafiaron incluso al poder bélico de la mayor potencia del planeta, The United States of America.

Es la saga, ambientada en la Venezuela de los 60, 70 y 80, de Gilberto, guerrillero de joven que devino en jefe de policía y  quien  trata de resolver sus conflictos existenciales durante una extensa e intensa sesión con el psicólogo, donde lo acompañan, como personajes fantásticos o remembranzas: Álvaro, pintor transformado en gris profesor acosón de menores; Saturno, otrora espiritual y vegetariano transformado en “La Loly”, sórdido travestido; La Chata, artista fracasada que ahoga en alcohol sus soledades; El Tigre, irreductible comeflor, y Zulay, la esposa que ha acompañado al fracasado guerrillero toda una vida y ahora no sabe qué hacer o cómo recuperar las ilusiones y las horas perdidas. Son décadas de cambios radicales, de rebeldías contra los esquemas establecidos, de destape, de revolución social y espiritual. De traiciones o auto traiciones.

SUEÑOS Y DESENCANTOS

El montaje, y lo vimos en su función de estreno, es avasallante por la música y las coreografías que acompañan a las actuaciones correctas. Un poco más de intensos ensayos con los bailarines (alumnos del Taller Nacional de Teatro, en su mayoría) y unos cortes a las escenas repetidas, permitirá que el espectáculo sea más fluido y de mayor contundencia.

Este montaje, junto a Cuando quiero llorar no lloro, son  valiosas muestras de la madurez profesional de Domínguez,  artista todo terreno que ha dado una gran  ayuda estética a Rajatabla, institución en abierto desafío a la muerte de sus líderes (Paco Alfaro se marchó hace dos años y Giménez los abandonó en 1993) e irreductible ante la deserción de sus mejores comediantes, consecuencia de las temidas e indetenibles “crisis de crecimiento”.

Por ahora, Rajatabla cuenta con buenos y profesionales actores como Gerardo Luongo y Dora Farías, además de los jóvenes Vicente Bermúdez, Jean Franco De Marchis y Ángel Pájaro, quienes  redondean  el rol dramático de este montaje.

Murió una época

Según la sensata reflexión de Domínguez -Bueno, este espectáculo es un proceso de cómo los sueños se fueron agotando por los desencantos y la frustración de toda una generación traicionada por sus mismos compatriotas, que lo hicieron sin darse cuenta que se estaban “auto suicidando”. Esta pieza no plantea la tesis de que todo pasado fue mejor: volvamos a la época de la flor en el fusil y las canciones de los Beatles. No. Bien se afirma al final de la obra: ha muerto una época. Caballero ha tomado como pretexto ese sueño colectivo de los 60 para negar una utopía propia de los años 80: el gran abismo que hay entre las esperanzas de una juventud y el fracaso en que puede convertirse la vida. Utopía de creer en un mundo imposible. Imposible porque el tiempo (la rutina, la subsistencia, el miedo) cambia a los hombres y sus ideas. El tiempo cambia al tiempo mismo. En fin, Con una pequeña ayuda de mis amigos es la historia de unos seres que en su intento de reinventarse  sólo les queda la esperanza de un futuro que les abra las puertas a sus sueños juveniles.
Ficha técnica

 Bajo la dirección de Domínguez-Bueno actúan, en Con una pequeña ayuda de mis amigos: Gerardo Luongo, Dora Farías, Vicente Bermúdez, Jean Franco Di Marchi, Ángel Pájaro, Eliana Terán, Weidry Meléndez, José Luis Bolívar, Mixy Oñate y Jhonny Torres, acompañados de los  prometedores alumnos del Taller Nacional de Teatro. La banda sonora es de Eduardo Bolívar, la Iluminación de David Blanco, las coreografías de José Lugo, la asistencia de dirección de Tatiana Mabo, el vestuario de Rufino Dorta y la escenografía de Silvia Inés Vallejo. La producción general es de William López, quien siempre ha dicho: “Rajatabla es una idea y por lo tanto no se puede rendir”.

Economía de recursos

La arquitecta Silvia Inés Vallejo, gran escenógrafa de las décadas doradas de Rajatabla, cuando vivía Carlos Giménez, prosigue con la institución. Y en esta ocasión, con economía de recursos, resolvió el básico espacio escénico del montaje con cuatro  persianas que reproducen, con las técnicas de Andy Warhol, sendos retratos de Dora Farías o Zulay, y una tarima rectangular engazada por  un cuadrado en forma de diamante. Son elementos básicos para el desarrollo del espectáculo. Todo esto sobre una alfombra verde brillante. ¿Los prados de la traicionada generación hippie?

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