Por Carlos Herrera.
@cehs1957
@avencrit
Es siempre saludable constatar que las obras de nuestros grandes autores puede resultar un atractivo gancho para estimular la creatividad y el fogueo de los jóvenes creadores tanto en el terreno de la dirección como de la actuación. El asumir textos donde las tramas, los argumentos, las situaciones, los personajes parten de lo que ha sido o es nuestra realidad, es medularmente, esa obligada correlación para comprendernos cada día más en lo que somos como sociedad, pueblo y nación.
Muchas veces, por alguna tratar de jugar al riesgo creador o por tratar de experimentar con discursos dramáticos foráneos que, el joven creador recién formado en los distintos centros de formación que van de de talleres, escuelas o universidades no logran aprehender que, más allá de sus ansias por desvelar algo de agua tibia a lo que apenas maneja su instrumental teórico práctico dentro del proceso de armar una puesta en escena que sepa decirle al público, "¡Mírenme, este soy yo!, He aquí mi trabajo como creador!" pues la más de las veces, no haya esa sinapsis con la idiosincrasia de lo histórico social, lo conceptual estético y menos aún, lo solidez de lo artístico. Buscan a como dé lugar, agitar las aguas; sin embargo, las salpicaduras, solo lo que logran es mojar el piso y sin caer en cuenta, que al caminar, pueden hasta resbalarse.
Claro, es la necesidad de expresarse. Es la urgencia de hacerse notar. Es buscar lograr un nicho para empezar a calar en el reconocimiento del público y del medio teatral donde esperan hacer vida. Pero, no todos osan irse a la carrera. Hay jóvenes creadores en el campo de la dirección que saben pensar y son cuidadosos en la elección del camino a seguir. Sus procesos no están bajo presión.
Saben buscar con calma; comprenden que, hay que investigar y de ahí, constituir ciertos proyectos teatrales que, más que proyectarlos como individualidades, sean más bien un acto puente de comunicación con el espectador de su tiempo para lo cual, escoger a un autor, seleccionar una obra y concebir todos los elementos que articulen con seriedad y compromiso artístico el logro de un trabajo, es más que el fin, sino el objetivo.
Uno de esos jóvenes y grupos que hemos visto surgir, ha sido a Jhonny Romero y el colectivo, Dionisiacas Producciones (creado en 20
12) quienes se presentaron en la Sala "Horacio Petersón" de la Unearte con la propuesta El largo camino del Edén (monólogo escrito en 1970) por José Gabriel Núñez (1937).
Trabajo escénico compacto, que evitó solazarse en un efectismo gratuito y supo aprehender con eficacia – desde la sólida actuación de la actriz María Alejandra Téllis cuyo registro compositivo fue orgánico y verosímil – la compactación espacial, el bien tono dramático y la potencia del drama hacia la platea, logró un loable efecto magneto. Producción austera pero que dejo tras de sí, ganas, tesón y la verdad que se hace necesario re leer a nuestros autores. En este sentido, tras del elenco, estuvo ese aquilatado aporte de Dennys Alexander Ledezma para consolidar un todo compacto y dentro de los límites que sus recursos manejaron. Jhonny Romero apostó y lo logró con el enérgico retorno del público. ¡Les felicito!
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