viernes, 19 de febrero de 2016

A veces estamos a un átomo de distancia de la vida

Gustavo Ott
Por Carlos Herrera.
@cehs1957
@avencrit

Una vez más Gustavo Ott (Caracas, 1963), se nos confirma como uno de los dramaturgos más arriesgados del país. Se acerca de nuevo con su particular agudeza dramática para crear de nuevo esa sintonía con el público de la capital. Con la escenificación de su obra A un átomo de distancia (2011), ganadora del VII Premio de Textos Teatrales Fatex 2012, España; regresa a la fórmula del thriller
como parte de su intención de construir una trama donde un crimen de una niña, hace borbotear un cerrado universo cuyas fronteras son las incertidumbres, los rastros y una ansiosa búsqueda de la verdad. Esta se escabulle hacia el subconsciente creando una magnética incertidumbre en quien trata de vislumbrar los extraños resortes que se articulan tras ese suceso.

Escenificada por el Teatro San Martín de Caracas bajo la dirección de Rubén LeónA un átomo de distancia ratifica una vez más lo que hace años, Rodolfo Santana decía sobre Ott, “conoce las mecánicas del drama, sus profundos y delicados engranajes”. 

Es ese autor necesario para este siglo XXI porque no deja de asombrar por evitar apegarse a los supuestos que estructuran un argumento, se sacude los rigores de las convenciones y sabe hilar aspectos poco usuales de la vida. Esto último, es notable, porque más allá del suspense macabro, Ott adicionó en la urdimbre argumental, elementos que van de la física cuántica a la poesía, del planteamiento de universos paralelos a la incidencia de las matemáticas invertidas a fin a que cada personaje, cada situación, cada evento dramático, brillase en esa singularidad de lo cotidiano aunque estuviese marcado por su suceso trágico. 

La puesta dada por Rubén León encara la resolución de puesta a la italiana el empleo de lo circular para los elementos del mobiliario de esa piñatería, donde los personajes Teresa, Luís y Valentina, parece gravitar bajo la influencias de circulares del déjà vú y creando ante el espectador, que la percepción de espacio / tiempo tiene que ser circular, como si buscase crear las resonancias de esos universos paralelos donde la sospecha, será, los goznes de unión. Quizás la mayor debilidad de León como director radicó en no saber darle más unicidad al ritmo entre las distintas escenas y no saberle exigir tanto a María Brito que ella como gran actriz buscase no gritar tanto el texto y a Susana López, trabajarla más en profundidad para evitar que su papel fuese monocorde, casi plano en matices y a veces, descolocado en su función significante ante el resto. 

Daré un soberbio reconocimiento al trabajo histriónico ofrecido por David Villegasquien fue un actor potente en sus recursos, sobrio en los tiempos y perspicaz en esa capacidad de jugar con cada parlamento. Su solo monologal fue regio, orgánico y sincero. De esta terna actoral, Villegas se lució como ese histrión que es un verdadero monstruo cuando se le saca de la jaula de las convenciones. 

Mi aplauso en término global a esta producción que sumó los aportes de Alfonso Ramírez (musicalización), René Dal Farra (Iluminación) y de dúo Alberto Pacheco /Ángel Pájaro (escenografía / realización). A un átomo de distancia es lo que nos separa la certidumbre del asombro. 

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