Por Carlos Herrera
@cehs1957
Una de las obras más emblemáticas de la producción teatral del inmortal dramaturgo venezolano Rodolfo Santana (1944-2012) ha sido por su incuestionable vigencia, La empresa perdona un momento de locura. Escrita en 1974, estrenada en la Sala de Conciertos de la Universidad Central de Venezuela en 1977 y galardonada con el Premio Nacional de la Crítica del año 1978, esta pieza se inscribe dentro del realismo crítico porque es capaz de resumir la fuerte contradicción dicotómica sociedad/clase obrera oprimida y cómo los mecanismos opresivos tienden a alienar la toma de conciencia de estos últimos a fin de que no asuma una toma de su conciencia de clase explotada.
La síntesis argumental discurre cuando un fiel trabajador llamado Mariano Núñez que ha entregado a una empresa de troquelado 20 años de su vida, un día estalla y empieza a romper con un martillo las máquinas cuando vio como un aprendiz se lesionó con una de esas máquinas. Ello hará que la empresa le ponga bajo el servicio de una psiquiatra y es allí como Núñez que había sido un joven traído a la ciudad por la recluta desde el ignoto pueblo de Pejugal apenas sobrevive en los cinturones de miseria de la urbe, pero levanta una familia, logra un trabajo y tiene un hijo que será asesinado por tener ideas de izquierda. Ira, desencanto y rabia afloran desde su mundo interno, pero la empresa buscará readaptarlo comprando su realidad a fin de que sea un individuo alienado al poder económico que le somete.
Ello entra en concordancia con esa búsqueda dramática de Santana en la cual bajo la mirada de la investigadora Yoyiana Ahumada trata de “desmontar los grandes tótems de la modernidad: la razón y el progreso, arremetiendo contra mitos como el intelectual, como clase éticamente pura, la fe, la violencia del poder, (…) y la “santidad foucaltina” de las instituciones al ver como esa clase de poder empresarial procura la profilaxis de una empresa haciendo entrar en razón a un obrero que se ha salido del carril a través de un interrogatorio que raya en la tortura psicológica. Es la anticatarsis del sistema opresor que cínicamente oprime al desvalido –el obrero o el trabajador obediente– para seguir esquilmándole su plusvalía.
Dentro de lo que ha sido el mes Homenaje a Rodolfo Santana, Un año en la Eternidad que dispuso Fundarte y el GDC para ser programado dentro del Circuito Teatral de Caracas en este 2013 y a un año de la sensible desaparición física –pero nunca de su trascendente legado– que fue presencia de este significativo dramaturgo, director y guionista venezolano, se exhibió en los espacios del Teatro Nacional la propuesta La empresa perdona un momento de locura que contó, como casa productora, con la Fundación Teatro San Martín y Fundarte para llevarle al espectador esta joya de la dramaturgia santaniana que, bajo la dirección de Rubén León, se propone al espectador un montaje sencillo y a la vez directo con la idea argumental que esta pieza transmite.
Con limpieza escénica, pocos recursos escenográficos, pero teniendo los necesarios para enmarcar el ámbito de encuentro de la psiquiatra y el trabajador (encarnados de forma correcta por las actuaciones de Mariana Alviárez Villamediana y Emiliano Molina) se produjo ese efecto vital de un mensaje como una reflexión que caló con vital pertinencia en el público asistente. La empresa perdona un momento de locura fue asumida por una conjunción creativa inteligente, sobria y plena de buen talante que me hace pensar que este montaje podría ir a espacios como fábricas, universidades, escuelas y comunidades a fin de divulgar y discutir el pensamiento de un autor y la perspectiva de un grupo que entiende que la realidad debe ser entendida con compromiso ideológico. Más que nunca, Rodolfo Santana está con nosotros.
martes, 29 de octubre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
Amor sueco
Por CARLOS E. HERRERA
critica@cantv.net
@cehs1957
Hacia 1979, Rodolfo Santana había culminado uno de sus más agudos dramas en torno a la desmedida voracidad de las grandes corporaciones bancarias que rigen al mundo capitalista de nuestro tiempo. Una obra en cuyo trasfondo la mente lúcida, pero a la vez crítica de Santana, osó levantar su puño contra la voracidad consumista que aliena a nuestras sociedades y que esta imponía sus nefastas como inhumanas fórmulas a favor de entes como la una necesaria banca, pero todas sustentadas en la insidiosa presencia de organismos supranacionales que las favorecen. Me refiero al texto dramático Nunca entregues tú corazón a una muñeca sueca ganadora del Premio de Dramaturgia Santiago Magariños (1994) estrenada por el grupo guariqueño Búsqueda (1984) y luego en coproducción entre el Grupo Cobre y TextoTeatro (1998) donde el autor la dirigió participando en ese tiempo David Villegas y Alfonso Rey.
Pieza contundente por la posición de quien fue un dramaturgo preocupado en hurgar a través del poder de la palabra su feroz crítica al universo del capitalismo deshumanizante que, por años, acosa a esta aldea global que llamamos sociedad occidental. Tal y como Santana lo llegó a visualizar, la banca es “una máquina con semántica propia dirigida a la trituración inmisericorde del ser humano”. Es pues, el desmantelamiento que tenía este dramaturgo sobre las diabólicas posturas de los mercados capitalistas y sus decisiones sobre el mercado financiero mundial y cómo operaban sus diabólicos agentes como el FMI o el Banco Mundial. Drama capaz de radiografiar cómo estos organismos actúan sobre sociedades enteras activando una alucinante antropofagia económica que medra sobre países y sistemas cordero que persisten en ver sus migajas salvadoras como posibilidades de salvación. Santana lo supo decir, y señalar lo que ha sido por décadas harto denunciado dentro de los países en desarrollo, pero pocos se han atrevido a desenmascarar y menos mostrar cómo opera la gran esquilmadora de los sueños de naciones e individuos que siguen creyendo que las finanzas y el dios dinero lo es todo.
Nunca entregues tu corazón a una muñeca sueca se retomó bajo el empuje del Teatro San Martín y Teatro Cobre dentro del Circuito Teatral de Caracas, y fue exhibida en el Teatro Principal en fiel concordancia con lo que Santana deseaba mostrarle al público para seguir diciendo que, a través de obras, el tema de la corrupción y la deshumanización consumista tiene absoluta vigencia. Ha sido un trabajo lleno de un poder moralizante que aún es capaz de seguir desvelando los mecanismos que ostentan la banca local y foránea que ni sienten ni padecen sus consecuencias, el peso de sus decisiones sobre nuestras sociedades; pieza que tiene una poderosa vigencia y que sigue manteniendo la fidelidad con la cual la elaboró Santana, al imbricar elementos del absurdo con la ironía dentro de un lenguaje ajustado que posee resonancias metafóricas, expuesto por dos personajes: los hermanos Iván y Abel, perfectamente interpretados en esta oportunidad por Adolfo Nittolli y David Villegas, quienes formaron una dupla histriónica acoplada, llena de sutilezas y con un ritmo compositivo plausible, que sostienen una relación antropofágica sostenida por la utopía consumista que se concreta mediante una muñeca de plástico que cambia sus bizarras vidas.
Un trabajo teatral donde el lector/espectador se rio, pero al mismo tiempo se llevó en su subconsciente una reflexión sobre la oscura mascarada que ostentan las sacrosantas instituciones de las finanzas locales y mundiales. Un montaje que puede verse más de una vez, y donde el espectador podrá hacer sus lecturas personales y discutir en colectivo.
critica@cantv.net
@cehs1957
Hacia 1979, Rodolfo Santana había culminado uno de sus más agudos dramas en torno a la desmedida voracidad de las grandes corporaciones bancarias que rigen al mundo capitalista de nuestro tiempo. Una obra en cuyo trasfondo la mente lúcida, pero a la vez crítica de Santana, osó levantar su puño contra la voracidad consumista que aliena a nuestras sociedades y que esta imponía sus nefastas como inhumanas fórmulas a favor de entes como la una necesaria banca, pero todas sustentadas en la insidiosa presencia de organismos supranacionales que las favorecen. Me refiero al texto dramático Nunca entregues tú corazón a una muñeca sueca ganadora del Premio de Dramaturgia Santiago Magariños (1994) estrenada por el grupo guariqueño Búsqueda (1984) y luego en coproducción entre el Grupo Cobre y TextoTeatro (1998) donde el autor la dirigió participando en ese tiempo David Villegas y Alfonso Rey.
Pieza contundente por la posición de quien fue un dramaturgo preocupado en hurgar a través del poder de la palabra su feroz crítica al universo del capitalismo deshumanizante que, por años, acosa a esta aldea global que llamamos sociedad occidental. Tal y como Santana lo llegó a visualizar, la banca es “una máquina con semántica propia dirigida a la trituración inmisericorde del ser humano”. Es pues, el desmantelamiento que tenía este dramaturgo sobre las diabólicas posturas de los mercados capitalistas y sus decisiones sobre el mercado financiero mundial y cómo operaban sus diabólicos agentes como el FMI o el Banco Mundial. Drama capaz de radiografiar cómo estos organismos actúan sobre sociedades enteras activando una alucinante antropofagia económica que medra sobre países y sistemas cordero que persisten en ver sus migajas salvadoras como posibilidades de salvación. Santana lo supo decir, y señalar lo que ha sido por décadas harto denunciado dentro de los países en desarrollo, pero pocos se han atrevido a desenmascarar y menos mostrar cómo opera la gran esquilmadora de los sueños de naciones e individuos que siguen creyendo que las finanzas y el dios dinero lo es todo.
Nunca entregues tu corazón a una muñeca sueca se retomó bajo el empuje del Teatro San Martín y Teatro Cobre dentro del Circuito Teatral de Caracas, y fue exhibida en el Teatro Principal en fiel concordancia con lo que Santana deseaba mostrarle al público para seguir diciendo que, a través de obras, el tema de la corrupción y la deshumanización consumista tiene absoluta vigencia. Ha sido un trabajo lleno de un poder moralizante que aún es capaz de seguir desvelando los mecanismos que ostentan la banca local y foránea que ni sienten ni padecen sus consecuencias, el peso de sus decisiones sobre nuestras sociedades; pieza que tiene una poderosa vigencia y que sigue manteniendo la fidelidad con la cual la elaboró Santana, al imbricar elementos del absurdo con la ironía dentro de un lenguaje ajustado que posee resonancias metafóricas, expuesto por dos personajes: los hermanos Iván y Abel, perfectamente interpretados en esta oportunidad por Adolfo Nittolli y David Villegas, quienes formaron una dupla histriónica acoplada, llena de sutilezas y con un ritmo compositivo plausible, que sostienen una relación antropofágica sostenida por la utopía consumista que se concreta mediante una muñeca de plástico que cambia sus bizarras vidas.
Un trabajo teatral donde el lector/espectador se rio, pero al mismo tiempo se llevó en su subconsciente una reflexión sobre la oscura mascarada que ostentan las sacrosantas instituciones de las finanzas locales y mundiales. Un montaje que puede verse más de una vez, y donde el espectador podrá hacer sus lecturas personales y discutir en colectivo.
lunes, 21 de octubre de 2013
Tiempo, distancia y relaciones
Por Joaquín Lugo
@joaquilugo
En el Teatro de la Asociación Cultural Humboldt, se
presenta el Grupo Actoral Dram-ON con Marburg,
texto del catalán Guillem Clua, producción de campo de Karla Fermín, producción
general del grupo y dirección de Juan José Martín.
Cuatro lugares que tienen el común el nombre de “Marburg”
se conectan en una especie de conciencia planetaria que sobrepasa el tiempo y
la distancia. Dos científicos presencian y sufren la aparición de un virus
mortal en Alemania, una familia pierde a su único hijo en un lago en los
Estados Unidos, un Padre viene a comprobar el milagro de un Cristo que llora
sangre en África y dos hombres revelan sus deseos en una estación meteorológica
en Australia. Presentada en dos actos,
la pieza va desarrollando cada trama una por una estableciendo
vinculaciones entre los personajes y las situaciones para comprobar que las
relaciones humanas están por encima de la ciencia, la religión, los prejuicios
y el sexo.
La dirección resuelve los cuatro espacios donde ocurren
las acciones colocando uno al lado del otro manteniendo la continuidad dramática
que plantea el inicio del texto. Apoyada en el diseño de escenografía y
ambientación de Oscar Salomón, y la iluminación de Víctor Villavicencio,
concentra cada historia en el espacio que le corresponde y maneja adecuadamente
los desplazamientos que permiten dar forma a cada trama. Sin embargo, el cuadro
del Padre y la hermana en África se presenta muy estático y compromete el ritmo
de todo el montaje en comparación con la diversidad de los demás cuadros. La
propuesta escenográfica de Salomón brinda el estilo justo a cada lugar tanto en
el colorido como en los elementos que facilitan el desarrollo de la acción. Por
su parte, el diseño y producción de vestuario de Gio Sperandei Moda y Accesorios
se percibe adecuada para la época y ambientación de cada trama reflejando
estilos que van desde los 60 hasta principios del siglo XXI.
El trabajo actoral está equilibrado y bien conducido en
cada uno de los roles. Ana Melo como Helga y Aníbal Cova como Tom son veraces e
intensos en la primera historia. Eulalia Siso como Claire y Diana Volpe como
Nancy ofrecen el tono justo a ambos roles, acompañadas por la labor precisa de
Guillermo Díaz Yuma como Walter, en la segunda trama. En el tercer cuadro,
Louani Rivero como Acanit y Elio Pietrini como el Padre Gabriel conducen bien
sus personajes pero no se han acoplado totalmente. Por último, Newman Vera como
Buck y Markel Méndez como Dundy demuestran franqueza y buen manejo de las
intenciones en la última historia.
En fin, hay que reconocer el esfuerzo de producción y la
calidad en el trabajo de esta agrupación.
El mundo en llamas
Por Joaquín Lugo
@joaquinlugo
En su sala homónima, la agrupación Rajatabla presenta La piel en llamas del catalán Guillem
Clua, producción general de William López y dirección de Vladimir Vera.
Cuatro personajes coinciden en diferentes tiempos en una
habitación de hotel: un fotógrafo que viene a recibir un premio por la imagen
de una niña con la piel en llamas, una periodista del diario emblema de un país
dictatorial, un médico aprovechador y una mujer que desea salvar a su hija por
todos los medios. Con este grupo de personajes, Clua crea un texto duro y sin
cortapisas que demuestra que el mundo es controlado por los oportunistas y que
ninguna organización que agrupe a las naciones puede hacer algo para cambiarlo.
El fotógrafo, la periodista y el médico se aprovechan de estar rodeados de una
sociedad corrompida para alcanzar sus intereses, la madre es el símbolo de
todos aquellos marginados que sufren la descomposición mundial.
La mayor virtud de la puesta en escena es el manejo del
tiempo y de los personajes que coinciden en la habitación. Un tiempo presente y
uno anterior confluyen en escena con buen dominio desde el punto de vista de la
dirección: equilibrio en el escenario, desplazamiento e intervenciones entre
los personajes. Un ajuste del ritmo sería más contundente para el montaje. El
manejo especular del escenario es otro punto a favor. Esto se logra gracias a
la presencia de los elementos escenográficos esenciales, sin embargo el aspecto
visual del diseño no posee una composición armoniosa. Asimismo el diseño de
iluminación podría ser más significante para reflejar los tiempos dentro del
desarrollo dramático. La propuesta de vestuario es más atinada para delinear
cada rol.
El trabajo actoral está equilibrado. José “Pepe”
Domínguez como Salomón, el fotógrafo, logra un trabajo correcto y en
correspondencia con la vanidad del rol. Fedora Freites como Hannah, la
periodista, se conecta de manera profunda para transmitir los sentimientos del
personaje más complejo y a la vez más perverso del argumento. Jean Franco De Marchi
como Brown, el médico, digiere y transmite de forma excepcional las intenciones
de un individuo corrompido. Tatiana Mabo como Ida, la madre, equilibra de
manera correcta el sufrimiento y la esperanzas infundadas con una buena
composición del rol tanto corporal como vocalmente.
En el momento de mayor tensión, varias imágenes de muerte
y guerra son mostradas una y otra vez creando un ambiente de incomodidad en el
espectador. El mundo está en llamas. De forma sorprendente, las informaciones e
imágenes de muerte y corrupción social parecen inocuas en la Venezuela
contemporánea.
domingo, 20 de octubre de 2013
Nunca entregues tu corazón a una muñeca sueca
![]() |
Rodolfo Santana |
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
El sábado 19 de octubre de 2013 en el Teatro Principal
ubicado al norte de la Plaza Bolívar de Caracas se presentó la pieza “Nunca
entregues tu corazón a una muñeca sueca” del dramaturgo venezolano Rodolfo
Santana como parte del homenaje a este
autor a un año de su desaparición física, una producción del Teatro San Martín
y Grupo teatral Cobre, bajo la dirección del mismo Rodolfo Santana con las actuaciones
de Adolfo Nittoli y David Villegas, pieza que nos habla de dos antropófagos
selectivos que sólo comen banqueros y su mayor sueño es vivir en Suecia.
Nos encontramos frente un montaje que, a pesar de que el
texto nos grafica una situación tan abominable como la antropofagia, el
infratexto de Santana nos indica metafóricamente otra realidad: el canibalismo
por parte de los bancos hacia la gente, lo que hace que nos resulte divertido
amén de las buenas actuaciones.
Puedo destacar la desbordante energía y la absoluta
entrega de los actores en sus respectivos personajes, antónimos por demás. La
conexión que hubo entre Adolfo Niittoli y David Villegas hace que aparezca la
convención tácita de la que hablan tantos los especialistas en el teatro. Nos creímos totalmente la puesta en
escena. Por parte de Villegas la
relación que tuvo con la muñeca de plástico hace que por momentos veamos a una
mujer de verdad. Una excelente manipulación de objetos. Nittoli hace lo propio
en su interpretación de hombre violento que gusta del sexo hardcore. Los constantes cambios de emociones correspondientes
a las distintas situaciones dramáticas de la fábula hacen que la línea
estructuradora de la puesta en escena sea ágil, con buen ritmo desde principio
a fin y eso lo logran las
interpretaciones de ambos actores en cada una de ellas.
Nos resultan unos caníbales adorables, que incluso, puedo
compararlos con el mítico Robín Hood porque ellos sólo se comen a los banqueros
y no a los “actores ni poetas”.
Concluyo diciendo que este fue un homenaje muy bien
merecido y que deja en alto el nombre de Rodolfo Santana dentro de la
dramaturgia nacional.
El inmortal o el beisbol teatral
![]() |
David Concepción es el súper personaje de la obra de Paul Salazar Rivas |
@eamorenouribe
El beisbol, pasión exacerbada con la comercialización de los grupos que lo cultivan y su próspero negocio, que es fomentado por los medios de comunicación, sin contar ese vaso comunicante con el multimillonario imperio lúdico escenificado en Estados Unidos y otras naciones, no son temática ni argumento frecuentes en el teatro mundial.
El teatro venezolano, en pos de temas originales y de captar más espectadores, le puso el ojo al beisbol, no sólo por el público que atrapa con las vicisitudes de tal juego o por las complejidades de sus jugadores, sino porque nada humano se le puede escapar al ojo de una de las más antiguas manifestaciones artísticas del país, aunque el beisbol llegó a Venezuela a finales del siglo XIX, cuando unos “niños bien” jugaron unos innings en la capital y se quedó para toda su ya larga historia centenaria.
En Caracas, el beisbol teatral fue abordado, a lo largo del siglo XX, por Gustavo Ott quien escribió 80 dientes, 4 metros y 200 kilos; además tiene Fotomatón y Linda gatita. Francisco Viloria pergeñó Los Samanes Beisbol Club, saga de un grupo de peloteros, en San Bernardino, el cual después se transforma en el Magallanes. Milton Quero tiene La vida es un strike out, donde una pareja de ancianos evoca los juegos que vieron y a los que no acudieron. Néstor Caballero redactó y estrenó el unipersonal Mister Juramento/Homenaje a Julio Jaramillo, donde un travesti revela su pasión por algunos peloteros, a quienes se llevó a la cama. Ibsen Martínez tiene La hora Texaco.
Le correspondió a Paul Salazar Rivas, durante la temporada 2002 del Ateneo de Caracas, estrenar su pieza Rivales eternos, cuyo subtítulo revela la razón de la pieza misma: La historia de un magallanero que fue caraquista por un día.
Durante la temporada 2009, la periodista Mari Montes debuta como autora con su unipersonal Tania en pelota, protagonizado por Tania Sarabia. Ahí, apoyada en un discreto y nada práctico tinglado audiovisual, reflexiona sobre el béisbol, al cual desprecia porque jamás lo ha entendido, lo considera absurdo y, muchas veces, ridículo, tanto por sus peculiares reglas para ser jugado, como por la conducta de sus jugadores, las formas de ‘ligar’, el lenguaje y hasta el uniforme.
Y ahora, para cerrar la temporada 2013, Paul Salazar Rivas se presenta en el Celarg con El inmortal, o La inmortalidad negada a un hombre eterno, un homenaje a David Concepción, pelotero estrella.
No es El inmortal biografía, ni tampoco una pieza exclusiva para los amantes del béisbol. Trata sobre la injusta no exaltación de Concepción al Salón de la Fama en Cooperstown, templo de los inmortales del béisbol. La argumentación transcurre en Caracas, comienza en 1974 y se desarrolla hasta la época actual. Es un paseo nostálgico, donde sus personajes van envejeciendo con la historia, apuntalada con una selección de videos importantes y una musicalización precisa, los cuales revelan el maravilloso mundo del béisbol, pero especialmente “el camino de la vida a la muerte, que es el camino a la inmortalidad”, afirma Salazar Rivas.
El inmortal es una estremecedora, valiosa e ingeniosa comedia, la cual posee situaciones dramáticas; cuenta además con actores talentosos, como Carlos Minoves, Osmary Hidalgo, José Félix Armas, el multifacético Ricardo Urrea, los promisorios morochos María Fernanda y Jesús Aristiguieta, y Jhonathan Urrea. La musicalización, grabación y mezcla está a cargo de Luis Ugueto, mientras que la producción es del Grupo Producciones Pequeño Grupo, con la dramaturgia y dirección de Paúl Salazar Rivas, quien realizó uno de sus sueños.
viernes, 18 de octubre de 2013
¿Quién será el verdadero enemigo del pueblo?
El pasado domingo, finalizó la
temporada de la pieza teatral El enemigo
del pueblo, versión realizada por el maestro Ugo Ulive del original escrito
por Henry Ibsen y que este año en Venezuela ha subido, con ésta, dos veces a
las tablas caraqueñas en distintas versiones.
Parece ser que el ambiente político
que vivimos los venezolanos, es el acaldo de cultivo perfecto y el adecuado
marco para que el Dr. Stockman (protagonista del drama) sea vapuleado y
considerado enemigo de su pueblo, al intentar luchar por la verdad. Esta vez
Skena es la agrupación teatral encargada de realizar la puesta en escena bajo
la batuta de Armando Álvarez, el director más joven de la agrupación, que ese
mismo domingo arribó a sus 34 años de fundada.
Esta visión de Ulive del texto
ibseniano, centra su atención en la pareja protagónica de hermanos, los
Stockman uno el médico que descubre la contaminación del balneario que puede
llegar a matar a su pueblo, y el otro, el gobernador que le exige guarde
silencio para no peder dinero y poder si se revela la verdad. Ulive limpia el
texto de toda retórica y dilaciones para concentrar más el conflicto, acción
que hace muy interesante la propuesta, pues los acontecimientos se precipitan
como un torbellino.
Por su parte Álvarez, desde la
dirección supo apoyarse en sus protagonistas, pilares de su puesta y siendo
éstos Jorge Palacios y Basilio Álvarez quienes como titanes hacen gala de su
talento de histriones para cautivar al espectador. Y lo logran.
Skena, junto con su dramaturgo,
centraron el problema de la pieza desde el punto de vista mediático, por lo que
la acción se traslada en el tiempo a los años ´60 para contar cómo la vida política,
social y económica de un pueblo depende de sus medios de información “el cuarto
poder” como lo conocemos. Así a partir de una rueda de prensa es que el
Gobernador Stockman comienza a tejer toda la trama para enredar a su hermano
cual arácnido corrupto que puede llevarse por delante a cualquiera por el poder
y el dinero, incluso a los de su propia sangre.
Interesante juego escénico al romper
la cuarta pared del escenario e involucrar al espectador como ese morboso
pueblo deseoso de información, que vive y se alimenta de los medios que
conducen su vida, y los alienan en seres homogéneos, masas, borregos o focas
que aplauden todo lo que diga un carismático líder- cualquier parecido con la
realidad es pura coincidencia- aunque la pieza original fue escrita en 1882,
podríamos pensar que se terminó de escribir antes de ser estrenada en Caracas.
En virtud de lo anterior es esta
masa deforme, ciega y conducida por un enfermo de poder quienes deciden lo que
se debe o no condenar porque “la mayoría siempre tiene la razón” Habría que
preguntarse: ¿La mayoría también puede equivocarse?
No cabe duda que Palacios y Álvarez
en los roles principales están muy acertadamente escogidos, Palacios da rienda
suelta a su calificativo de Primer Actor y se mueve como pez en el agua,
impacta en su construcción maquiavélica del personaje del gobernador, con
detalles que hilvana finamente para entregar un carácter maléfico que da gusto
apreciar; por su parte Basilio Álvarez se crece con su Dr. Stockman y logra
momentos que en medio de la desesperación del incomprendido, tocan la
sensibilidad del espectador hasta conmover. Del elenco de soporte, resaltan las
actuaciones de Juan Carlos Ogando, Israel Moreno, y los jóvenes: Luis Ernesto
Rodríguez y Patrizia Aymerich, dos promesas en nuestras tablas nacionales.
En síntesis, hay una cuidada
dirección y correcto manejo de todos los elementos estéticos de la pieza, amén
de un adecuado manejo espacial, pese a las nefastas condiciones del espacio no
convencional del PH del Centro Cultural BOD –Corp Banca. Sentimos que si estos
“gerentes” bancarios han decidido instalar dos salas de teatro en su PH sería
respetable, para el público y los artistas acondicionar de una forma más
profesional, seria y responsable estos espacios, para transformarlos en
verdaderas salas de teatro y no en “templetes escénicos” que atentan contra los
esfuerzos artísticos de las agrupaciones y sobre todo contra el espectador.
L.A.R. / @rosasla
Caracas, 18/10/2013
jueves, 17 de octubre de 2013
¡Qué Rodolfo Santana siga vivo!
Por Carlos E. Herrera
@cehs1957
Hace un año, la presencia de Rodolfo Santana era algo que uno daba por sentado dentro del quehacer teatral nacional. Su dinámica en las letras teatrales era permanente y su incidencia en el mundo del cine, constante. Inquieto, perspicaz, agudo, tenaz y muy humano se distinguía por su afable carácter y su incansable sentido del trabajo. Ha pasado un año de su desaparición física, pero su impronta está ahí, esperando que se revalorice desde todos los ángulos porque Santana fue –desde mi honesta opinión− uno de los grandes autores teatrales del siglo XX y de lo que se empieza a vislumbrar del actual. Una personalidad con relevancia que mucho aportó y pudo seguir aportando al cine nacional. Por ende, todo lo que de él emanó se debe aquilatar ya que creadores de su valía, pocas veces se repiten en una misma época.
Es tiempo de dejar homenajes graneados a su persona y de hacerlos muchos más visibles a lo largo de cada ciclo; sin embargo, es hora de que el conjunto de instituciones teatrales del país, la totalidad de los centros académicos y hasta el Centro Nacional de Teatro, terminen de consolidar una Cátedra Permanente de Alta Dramaturgia Rodolfo Santana, en la que no solo se estudie y multiplique lo que Santana legó, sino que convoque a los grandes autores iberoamericanos que le conocieron a proseguir en la comprensión de lo que fue un alma inquieta y creadora: es necesario crear un teatro de compromiso e ideológicamente conectado al espíritu latinoamericano. Que las universidades inserten dentro de sus programas de estudio, materias comprometidas con la valoración, contextualización y correlación de la obra santaniana debido a que es la síntesis crítica que él hizo a nuestra sociedad. Que haya un gran concurso de dramaturgia que lleve su nombre de carácter abierto a todos los autores de este continente y ¿por qué no? a escala mundial.
Que se construya una sala que lleve el nombre de Rodolfo Santana, de carácter polifuncional, experimental, con aforo no mayor de 250 personas y capaz de albergar aquellas búsquedas creativas de directores, diseñadores y realizadores que tengan entre sus objetivos elevar la audacia y el reto de explorar nuevos lenguajes dramáticos, pero que esté en sintonía con la revisión de los conflictos del individuo, de la sociedad y en especial, de este mundo cada vez más anárquico y transversado de intereses que en nada ayudan a ser hombres en Revolución. Que hayan conferencias de alto nivel; que se propongan concursos de ensayos sobre las piezas menos conocidas; que haya un concurso de guiones donde se muestre el espíritu de lo que empezó a transitar Rodolfo y que empieza a germinar en lo que actualmente es el CNAC. Que hayan espacios universitarios, comunitarios, campesinos y de zonas industriales y fábricas que permitan al estudiante, al pueblo, al campesino como a la gran masa laboral, constar las tramas y argumentos de las piezas de Santana que sirvan de puente reflexivo para debates que estimulen el repensarnos y revalorar lo que el proceso vivencia como futuro mejor.
Fomentar un festival bianual donde las obras de este segundo padre del teatro venezolano sean producidas, circuladas y debatidas entre los creadores y el público sin tapujos a lo largo y ancho del país. Que el resto de sus obras sean asumidas en un corpus sólido y unitario (aplaudo el esfuerzo del Fondo Editorial de Fundarte porque fue el que lo empezó a gestar) a fin de que se analice y proyecte su legado escritural dentro de una producción teatral que llegue a todos por igual y con precios solidarios. Me quedo corto en proponer ideas porque el legado de Rodolfo Santana debe ser patrimonio intangible del venezolano del siglo XXI.
14/10/13.-
@cehs1957
Hace un año, la presencia de Rodolfo Santana era algo que uno daba por sentado dentro del quehacer teatral nacional. Su dinámica en las letras teatrales era permanente y su incidencia en el mundo del cine, constante. Inquieto, perspicaz, agudo, tenaz y muy humano se distinguía por su afable carácter y su incansable sentido del trabajo. Ha pasado un año de su desaparición física, pero su impronta está ahí, esperando que se revalorice desde todos los ángulos porque Santana fue –desde mi honesta opinión− uno de los grandes autores teatrales del siglo XX y de lo que se empieza a vislumbrar del actual. Una personalidad con relevancia que mucho aportó y pudo seguir aportando al cine nacional. Por ende, todo lo que de él emanó se debe aquilatar ya que creadores de su valía, pocas veces se repiten en una misma época.
Es tiempo de dejar homenajes graneados a su persona y de hacerlos muchos más visibles a lo largo de cada ciclo; sin embargo, es hora de que el conjunto de instituciones teatrales del país, la totalidad de los centros académicos y hasta el Centro Nacional de Teatro, terminen de consolidar una Cátedra Permanente de Alta Dramaturgia Rodolfo Santana, en la que no solo se estudie y multiplique lo que Santana legó, sino que convoque a los grandes autores iberoamericanos que le conocieron a proseguir en la comprensión de lo que fue un alma inquieta y creadora: es necesario crear un teatro de compromiso e ideológicamente conectado al espíritu latinoamericano. Que las universidades inserten dentro de sus programas de estudio, materias comprometidas con la valoración, contextualización y correlación de la obra santaniana debido a que es la síntesis crítica que él hizo a nuestra sociedad. Que haya un gran concurso de dramaturgia que lleve su nombre de carácter abierto a todos los autores de este continente y ¿por qué no? a escala mundial.
Que se construya una sala que lleve el nombre de Rodolfo Santana, de carácter polifuncional, experimental, con aforo no mayor de 250 personas y capaz de albergar aquellas búsquedas creativas de directores, diseñadores y realizadores que tengan entre sus objetivos elevar la audacia y el reto de explorar nuevos lenguajes dramáticos, pero que esté en sintonía con la revisión de los conflictos del individuo, de la sociedad y en especial, de este mundo cada vez más anárquico y transversado de intereses que en nada ayudan a ser hombres en Revolución. Que hayan conferencias de alto nivel; que se propongan concursos de ensayos sobre las piezas menos conocidas; que haya un concurso de guiones donde se muestre el espíritu de lo que empezó a transitar Rodolfo y que empieza a germinar en lo que actualmente es el CNAC. Que hayan espacios universitarios, comunitarios, campesinos y de zonas industriales y fábricas que permitan al estudiante, al pueblo, al campesino como a la gran masa laboral, constar las tramas y argumentos de las piezas de Santana que sirvan de puente reflexivo para debates que estimulen el repensarnos y revalorar lo que el proceso vivencia como futuro mejor.
Fomentar un festival bianual donde las obras de este segundo padre del teatro venezolano sean producidas, circuladas y debatidas entre los creadores y el público sin tapujos a lo largo y ancho del país. Que el resto de sus obras sean asumidas en un corpus sólido y unitario (aplaudo el esfuerzo del Fondo Editorial de Fundarte porque fue el que lo empezó a gestar) a fin de que se analice y proyecte su legado escritural dentro de una producción teatral que llegue a todos por igual y con precios solidarios. Me quedo corto en proponer ideas porque el legado de Rodolfo Santana debe ser patrimonio intangible del venezolano del siglo XXI.
14/10/13.-
miércoles, 16 de octubre de 2013
Guillem Clua en doblete teatral caraqueño
Newman Vera y Markel Méndez en la comprometida pareja gay de Marburg |
@eamorenouribe
No es frecuente, en el ámbito teatral caraqueño del siglo XXI, que un autor foráneo, vivo y joven, ocupe sendos escenarios y además sea capaz de incitar la curiosidad del público. Nos referimos al periodista español Guillem Clua (Barcelona, 1973), a quien los grupos Rajatabla y Dram-ON le han montado sus obras La piel en llamas (2005) y Marburg (2010), durante los dos últimos meses.
Rajatabla, con 42 años de historia en el duro batallar del teatro criollo, busca estar a tono con nuevos tiempos teatrales y por eso orquesta planes artísticos. Tiene, después del mutis de su fundador Carlos Giménez (1993), a un director artístico, Vladimir Vera, quien debutó el 19 de septiembre con La piel en llamas, producción de William López con buen elenco de profesionales como Pepe Domínguez, Fedora Freites, Jean Franco De Marchi y Tatiana Mabo.
En La piel en llamas se fracturan dos de las tres unidades de la estética aristotélica y por eso muestra sendos conflictos (acción), uno que ocurrió y otro que está en desarrollo (tiempo), pero que utilizan el mismo espacio: la habitación de un hotel. No es un espectáculo fácil para el público por la duplicidad de las acciones y los diálogos se cruzan, pero, gracias a las proyecciones que tiene la propuesta de Vera, se obtiene una atmósfera lúdica para quien de verdad quiera llegar a descubrir las claves de todo lo que se muestra. Al final, comprenderá que ha participado en un viaje emocional e intelectual que obliga a considerar y cuestionar esa línea que separa a poderosos de necesitados. Y, lo más importante, ver y palpar, la inmoralidad mundial: un médico trafica con su ciencia y el honor de una mujer desesperada, y un periodista que pacta hasta con el demonio con tal de estar al lado del poder. ¿Eso sucede en Venezuela?
Juan José Martin se atrevió a escenificar Marburg: cuatro historias en diferentes espacios y tiempos, pero que terminan siendo un contundente alegato contra la discriminación sexual y la desazón existencial de los seres humanos, precisamente en una centurias donde los virus y las drogas psicotrópicas niegan las posibilidades del amor, como el Sida, por ejemplo. Se exhibe los fines de semana en la Asociación Cultural Humboldt, con los diestros Diana Volpe, Eulalia Siso, Guillermo Díaz Yuma, Elio Pietrini, Ana Melo, Louani Rivero, Newman Vera, Markel Méndez y Aníbal Cova.
Gracias a esta pieza sabemos que en la Tierra hay cuatro pueblos denominados Marburg y el autor los utiliza para escenificar hechos que él vincula entre sí: un matrimonio de científicos descubre que el desamor no tiene cura, durante los años 60, en Alemania Occidental; unos esposos gringos execra a su hijo de 17 años por ser gay, en los tiempos de Reagan; una monja africana droga al sacerdote que investiga a un crucificado de madera que llora sangre, durante la última noche del siglo XX, y una pareja gay elige amarse a pesar de las higiénicas molestias del condón, en los tiempos actuales de esa lejana Australia.
Nos sorprendieron gratamente Newman Vera y Markel Méndez por la verdad de lo que mostraron: la pareja de gais desafiando a los virus y en pos de ese intangible que es el amor. Y el director Martín sale muy airoso de esta prueba.
Dos espectáculos para ver en esta Caracas, a la cual Simón Bolivar la llamo, una vez, “la horrible”. ¿Por qué sería? ¿Están superados esos malos ratos
miércoles, 9 de octubre de 2013
Marburg o la esperanza de una vida mejor…
por Luis Alberto Rosas
@rosasla
El pasado viernes 4 de octubre se estrenó enla Sala
de la Asociación Cultural
Humbolt de Caracas, el inteligente texto dramático del dramaturgo catalán
Guillem Clúa bajo la dirección de Juan José Martín y la producción de Karla
Fermín para el Grupo Actoral Dram-on, colectivo emergente que con este espectáculo
asciende a pasos agigantados en el panorama escénico nacional.
@rosasla
El pasado viernes 4 de octubre se estrenó en
Aníbal Cova, Newman Vera y Giovanna
Sperandei, son los jóvenes líderes de Dram-on que emprendieron la idea de
llevar a cabo este proyecto y con la sagacidad, el desparpajo e ímpetu
intrínseco a la juventud, se hicieron de un gran texto que negociaron directo
con el autor y convocaron a uno de los directores más sobresalientes del país,
Juan José Martín quien a su vez logró amalgamar un casting de primera línea
encabezado por los veteranos: Diana Volpe, Guillermo Díaz (Yuma), Eulalia Siso
y Elio Petrini, en compañía de los jóvenes Ana Melo, Markel Méndez, Louani
Rivero y los mismos “Dram-ones”: Cova y Vera. Iniciaron la aventura apasionados
por la historia y desafiando todos los escollos que puede significar realizar
un montaje teatral de autor frente a la marquesina actual caraqueña donde
pululan las risas y los actores con escasas prendas de vestir y hermosos
cuerpos.
Montar Marburg en estos días que corren en esta convulsa ciudad y en medio
del huracán escénico de las salas caraqueñas es una batalla titánica, no sólo
por el tipo de obra (teatro de tesis, donde el autor hace reflexionar al
público acerca de cuatro situaciones dramáticas de la vida) sino por el
desinterés del público caraqueño en sentarse a pensar sobre lo que le pasa al
ser humano. Flojera mental, enquistamiento cultural, deficiencia formativa, es
de lo que sufre el público de Caracas y estamos seguros que Marburg es un extraordinario antídoto
contra todos estos males.
La obra es una extraordinaria
ocasión para demostrar que hay posibilidades de llevar a nuestras tablas teatro
profesional de altura y exportación. Comparable con cualquier espectáculo
internacional que pudiese estar programado en Buenos Aires, México o España. Esta
joya contemporánea de la dramática actual pasea al espectador por cuatro
momentos en la vida de nueve personajes en distintas épocas y países, que
ocurren en una localidad llamada Marburg, aunque en distintos puntos del
planeta.
Situaciones de fuerte contenido
dramático, quizás podríamos pensar terribles, pesimistas, pero que al final
asoman la esperanza de una vida mejor para estos seres que se enfrentan a sus
deseos de una forma irrefrenable.
Evidentemente que no sólo con una
buena historia, que posibilita al espectador no querer perderse ningún momento
de la anécdota para llegar a conocer el desenlace de cada una, se logra un gran
espectáculo, hay que poner atención al equipo artístico detrás del montaje. Y
cuando todos van hacia un mismo objetivo: la excelencia, no puede conseguirse
otro resultado que una obra de arte.
Si usted está leyendo estas líneas,
y se precia como espectador que le gusta disfrutar del teatro, o por el
contrario, quiere saber si el teatro en Caracas va más allá de la pantalla de
televisión, no puede dejar de ver los sábados y domingos a las 4 de la tarde en
la Asociación Cultural
Humbolt Marburg, donde se deleitará
con sólidas actuaciones (difícil tarea de la dirección al confluir en su elenco
tan variados estilos de actuación y niveles de experiencia actoral) Una
dirección de arte impecable de la mano del maestro plástico Oscar Salomón y una
cuidadosa producción de quien hoy por hoy se ha convertido en una de las
productoras emergentes más eficientes: Karla Fermín. Orquestados todos por la
sapiencia de Juan José Martín que logra tejer los hilos de una puesta en escena
entramada de tal forma que jamás se arrepentirá, querido lector, de dejarse
cautivar por el laberinto de esta historia.
En síntesis Marburg se convierte en una opción infaltable en la agenda de todo
espectador inteligente, estudiante acucioso, periodista sagaz o público que
desee conocer el verdadero teatro que se cuece a fuego lento en los hornos de
nuestra eufórica juventud de teatreros nacionales “¡Bravo Dramon-es!”
L.A.R./ @rosasla
Caracas, 09/10/2013
Visuales escénicas
Por Carlos Herrera
@cehs1957
La cartelera teatral de Caracas está activa y exhibe para lo que esta siendo el inicio del mes de Octubre un abanico de producciones que coloca al espectados en algo más que un aprieto a la hora de escoger que espectar. Desde teatro de autores nacionales como foráneos, de propuestas de arte a comedias evasivas, de teatro infantil de buen talante a divertimentos endebles propone que la misma es ecléctica y hasta a veces difícil de perfilar. Sin embargo, el espectador que ya tiene un criterio porque es consecuente semana tras semana a seleccionar la brizna buena del heno abundante, entiende que tiene la alta responsabilidad de hacerle sentir no solo con su presencia sino con sus aplausos el reto que cada grupo o institución se plantea escenificar o de programar. Con todo, siguen habiendo escépticos que siempre con talante negativo dicen que la crisis está allí, instalada y que lo que se ve es solo los síntomas de un quehacer debilitado. En fin, se respeta pero no se comparte. De lo visto la pasada semana, expondré dos sucintos comentarios entorno a espectáculos que merecen ser reseñados.
INOLVIDABLE
Con el sentido de homenajear y despedir a quien a la fecha ha sido uno de los actores más reconocidos del país, cuya trayectoria artística sobrepasó los setenta años de incansable labor en distintos ámbitos como por ejemplo la televisión y el mundo del teatro, se retribuye a Carlos Márquez lo que un país agradecido le debe otorgar a todo aquel que ha hecho patria. Con el unipersonal Inolvidable escrito por el dramaturgo, José Gabriel Núñez partiendo del libro autobiográfico Lo que me toco vivir suscrito por el propio actor donde Márquez cuenta una zaga personal e íntima que no solo radiografía sus inquietos inicios sino la transformación de un país desde la década de los años treinta hasta la época actual y donde quedan expuestos nombres, movimientos, cambios y transformaciones que vivió el teatro venezolano, se articuló junto a una sobria dirección del maestro Ibrahim Guerra cuya sagaz experiencia tuvo en cuanta el despojar el escenario de toda retórica de elementos escénicos a fin que fuese solo la presencia del histrión las que brillase y que tras su desempeño fuese capaz de contarnos, imbuirnos y sumergirnos de forma elegante en lo que siempre le ha caracterizado a Carlos Márquez: su fina soltura, su aplomado talante y ese animoso desenfado de un actor integro pero, sobre todo de exponerse como lo que le ha caracterizado desde que tengo memoria, el ser un caballero de las tablas. Gracias a la solvente producción de la Universidad Nacional de la Artes vimos en los espacios de su Sala de Conciertos a un Márquez capaz de convertir la escena en lugar para que el público de honor a quien honor merece.
Inolvidable supone que al creador, al cultor o al artista hay que darle reconocerle en vida todo lo que él nos ha dado a través de su pasión, su preparación y su amor por el arte; nosotros debemos instar a que el Estado le pueda considerar como patrimonio viviente a fin que las demás generaciones puedan seguir admirándole con orgullo de saberlo nuestro. A través de hombre y mujeres como Carlos Márquez, la dignidad del arte y la cultura se proyecta lo mejor de nuestro acervo al futuro.
MIRANDO AL TENDIDO
Un joven grupo llamado Catarca Producciones que ingresa dinámicamente a las tablas caraqueñas en el año 2011 bajo la mano del emergente director, Juan Vicente Pérez logró estrenar en el Coso de Cipreses (Teatro Nacional) una de las obras emblemáticas del gran dramaturgo venezolano, Rodolfo Santana (1944-2012). Pérez formado en la Escuela de Artes y con experiencia escénica adquirida tras haber participado en montajes con el Grupo Actoral 80, inició su calibración como puestista con la escenificación de la obra de Emilio Carballido, Rosa de dos aromas en 2012. Ahora, el reto asumido es con una de las piezas más hermosas y sugerentes del gran Rodolfo como lo que la eterna pugna entre el torero “El niño” (interpretado por el actor Gustavo Casal) y el poético bovino “Florentino” (cuyo papel fue enérgico y desenvuelto por el propio director como histrión). En el ruedo circular que se logró montar en el Teatro Nacional, la muerte y los anhelos, el absurdo y la crudeza del arte tauromáquico se hilan para armar un drama que complació al público asistente.
Un trabajo compacto, trabajado con firmeza y asumiendo que con el cuidado pertinente en elementos como la iluminación (Héctor Manrique), un concreto dispositivo escenográfico (Oscar Salomón) y sin ajustando con eficacia el vestuario (Joaquín Nández) como el recurso de la máscara del toro (a cargo de Milagros Rodríguez / Ana Kogen) una producción como Mirando al tendido logra capturar al público por la consistente validez de que las cosas bien hechas siempre serán bien recibidas por nuestro público. Ojala que en este mes aniversario de la ida de uno de los grandes de la dramaturgia como lo fue Rodolfo Santana permita que la proyección y exposición dentro del Circuito Teatral de Caracas permita que el colectivo Catarca se exponga sin remilgos. ¡Un aplauso para ellos!
@cehs1957
La cartelera teatral de Caracas está activa y exhibe para lo que esta siendo el inicio del mes de Octubre un abanico de producciones que coloca al espectados en algo más que un aprieto a la hora de escoger que espectar. Desde teatro de autores nacionales como foráneos, de propuestas de arte a comedias evasivas, de teatro infantil de buen talante a divertimentos endebles propone que la misma es ecléctica y hasta a veces difícil de perfilar. Sin embargo, el espectador que ya tiene un criterio porque es consecuente semana tras semana a seleccionar la brizna buena del heno abundante, entiende que tiene la alta responsabilidad de hacerle sentir no solo con su presencia sino con sus aplausos el reto que cada grupo o institución se plantea escenificar o de programar. Con todo, siguen habiendo escépticos que siempre con talante negativo dicen que la crisis está allí, instalada y que lo que se ve es solo los síntomas de un quehacer debilitado. En fin, se respeta pero no se comparte. De lo visto la pasada semana, expondré dos sucintos comentarios entorno a espectáculos que merecen ser reseñados.
INOLVIDABLE
Con el sentido de homenajear y despedir a quien a la fecha ha sido uno de los actores más reconocidos del país, cuya trayectoria artística sobrepasó los setenta años de incansable labor en distintos ámbitos como por ejemplo la televisión y el mundo del teatro, se retribuye a Carlos Márquez lo que un país agradecido le debe otorgar a todo aquel que ha hecho patria. Con el unipersonal Inolvidable escrito por el dramaturgo, José Gabriel Núñez partiendo del libro autobiográfico Lo que me toco vivir suscrito por el propio actor donde Márquez cuenta una zaga personal e íntima que no solo radiografía sus inquietos inicios sino la transformación de un país desde la década de los años treinta hasta la época actual y donde quedan expuestos nombres, movimientos, cambios y transformaciones que vivió el teatro venezolano, se articuló junto a una sobria dirección del maestro Ibrahim Guerra cuya sagaz experiencia tuvo en cuanta el despojar el escenario de toda retórica de elementos escénicos a fin que fuese solo la presencia del histrión las que brillase y que tras su desempeño fuese capaz de contarnos, imbuirnos y sumergirnos de forma elegante en lo que siempre le ha caracterizado a Carlos Márquez: su fina soltura, su aplomado talante y ese animoso desenfado de un actor integro pero, sobre todo de exponerse como lo que le ha caracterizado desde que tengo memoria, el ser un caballero de las tablas. Gracias a la solvente producción de la Universidad Nacional de la Artes vimos en los espacios de su Sala de Conciertos a un Márquez capaz de convertir la escena en lugar para que el público de honor a quien honor merece.
Inolvidable supone que al creador, al cultor o al artista hay que darle reconocerle en vida todo lo que él nos ha dado a través de su pasión, su preparación y su amor por el arte; nosotros debemos instar a que el Estado le pueda considerar como patrimonio viviente a fin que las demás generaciones puedan seguir admirándole con orgullo de saberlo nuestro. A través de hombre y mujeres como Carlos Márquez, la dignidad del arte y la cultura se proyecta lo mejor de nuestro acervo al futuro.
MIRANDO AL TENDIDO
Un joven grupo llamado Catarca Producciones que ingresa dinámicamente a las tablas caraqueñas en el año 2011 bajo la mano del emergente director, Juan Vicente Pérez logró estrenar en el Coso de Cipreses (Teatro Nacional) una de las obras emblemáticas del gran dramaturgo venezolano, Rodolfo Santana (1944-2012). Pérez formado en la Escuela de Artes y con experiencia escénica adquirida tras haber participado en montajes con el Grupo Actoral 80, inició su calibración como puestista con la escenificación de la obra de Emilio Carballido, Rosa de dos aromas en 2012. Ahora, el reto asumido es con una de las piezas más hermosas y sugerentes del gran Rodolfo como lo que la eterna pugna entre el torero “El niño” (interpretado por el actor Gustavo Casal) y el poético bovino “Florentino” (cuyo papel fue enérgico y desenvuelto por el propio director como histrión). En el ruedo circular que se logró montar en el Teatro Nacional, la muerte y los anhelos, el absurdo y la crudeza del arte tauromáquico se hilan para armar un drama que complació al público asistente.
Un trabajo compacto, trabajado con firmeza y asumiendo que con el cuidado pertinente en elementos como la iluminación (Héctor Manrique), un concreto dispositivo escenográfico (Oscar Salomón) y sin ajustando con eficacia el vestuario (Joaquín Nández) como el recurso de la máscara del toro (a cargo de Milagros Rodríguez / Ana Kogen) una producción como Mirando al tendido logra capturar al público por la consistente validez de que las cosas bien hechas siempre serán bien recibidas por nuestro público. Ojala que en este mes aniversario de la ida de uno de los grandes de la dramaturgia como lo fue Rodolfo Santana permita que la proyección y exposición dentro del Circuito Teatral de Caracas permita que el colectivo Catarca se exponga sin remilgos. ¡Un aplauso para ellos!
martes, 8 de octubre de 2013
La piel en llamas
![]() |
Jean Franco De Marchi, Tatiana Mabo, Fedora Freites, José Domínguez |
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
Esta
vez me tocó el turno a mí de ver “La
piel en llamas” este domingo 6 de octubre de 2013 en la histórica sala
Rajatabla, pieza del autor español Guillem Clua bajo la dirección de Vladimir
Vera para el grupo homónimo de la sala. Un trabajo dramaturgístico bastante
interesante en cuanto a su contenido y forma. La obra se basa en una ficción
sobre la fotografía de la niña “Phan Thị Kim Phúc conocida
mundialmente por ser la niña del napalm que aparece en una famosa
fotografía de la guerra de Vietnam. La fotografía tomada por Nick Ut le dio la
vuelta al mundo y fue galardonada con el premio
Pulitzer”
Cuatro personajes: Salomón (el
fotógrafo) interpretado por José Domínguez, Hannah es Fedora Freites, Brown lo
hace Jean Franco De Marchi e Ida lo ejecuta Tatiana Mabo.
Es una historia en paralelo. Dos habitaciones. Un mismo hotel. Una
dramaturgia cíclica, no sé si el texto es cíclico o fue una estrategia de la
puesta en escena. La primera es la relación de Brown, diplomático importante
ligado a una Institución del Estado, personaje siniestro y sádico que gusta del
sexo hardcore que raya en la crueldad con Ida, joven que es prostituida por la
necesidad de salvar a su hija perteneciente a una clase humilde de un país tercermundista
explotado; la otra relación es la de Salomón, el fotógrafo famoso, atormentado
que se debate entre la fama y el remordimiento de no haber hecho nada por
salvar a la niña de la foto, que llega a esa nación del Tercer mundo para ser
galardonado por la fotografía con Hannah, periodista que se hace pasar como la
niña protagonista de aquella famosa fotografía para pasar a la posteridad en un
mundo en decadencia.
Lo interesante de la dramaturgia de
Clua es la composición de cada personaje, los cuales representan cada uno alguna
parte de la humanidad y de la sociedad Occidental.
Otro punto importante es que su director
Vladimir Vera se interesa por leer nuestra realidad contemporánea del
hemisferio occidental a través de esta dramaturgia que usa la simbología
cultural de nosotros. Esas relaciones de poder entre el opresor y el oprimido.
Los medios de comunicación son un poder. El sexo es un poder. Tesis ampliamente
estudiada por autores como Michael Foucault.
El escenario, al igual que el texto,
estuvo dividido en dos. Separados como estancos para el desarrollo de cada
historia particular. Lo que hace que el espectador fácilmente identifique la
sucesión de las acciones dramáticas sin que haya posibilidad de confusión de
historias.
En la función que vi, destaca la
entregada interpretación de Tatiana Mabo como la joven ultrajada hasta el punto
de borrarse como ser humano al igual que Fedora Freites como la periodista
farsante. Ambas desarrollan sus personajes con una credibilidad absoluta.
Con “La piel en llamas” la Fundación Rajatabla pienso que puede abrir
otro segmento importante dentro de la historia en el teatro venezolano.
lunes, 7 de octubre de 2013
Traición
![]() |
De izq. a der. Alexander Solórzano, Prakriti Maduro y Antonio Delli |
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
En
el teatro Trasnocho, con Margarita Lamas
como Gerente General, se presenta desde el 20 de septiembre de 2013, una versión escrita por Rafael Spregelburd de “Traición”
pieza del escritor inglés Harold Pinter
(1930-2008) con las actuaciones de Prakriti Maduro como Emma, Alexander Solórzano
es Jerry y Antonio Delli como Robert, dirección de Iván Olivares de MC2
producciones.
La
historia comienza en el año 1977 cuando Emma le dice a su antiguo amante Jerry
que se va a separar de su esposo Robert quien es además el “mejor amigo” de él.
La cronología temporal de la estructura
dramática es continua y va desde el presente al pasado y nos expone cómo surge
la traición cometida por la esposa con su “mejor amigo”.
Con
un estilo de teatro inglés, la tensión dramática se logra a través de lo que no
se dice; de lo obvio y oculto hasta que, por fin, con un temperamento
flemático, propio de las hipocresías sociales se llega al desenlace final.
El
montaje es limpio en cuanto a movimientos los cuales corresponden a la estoicidad de los
personajes. Alexander Solórzano se destaca por su composición interpretativa de
Jerry, tanto en lo dramático como en los momentos de cierto humor ácido.
Salimos recordando su personaje entre culpable e ingenuo; Antonio Delli, por su
parte, nos convence de su trabajo como marido cornudo; un momento estelar lo
tuvo este actor en la escena con su compañera en la cama del hotel y le dice
que recibió un carta de su amigo. Es la escena del clímax. Sin ánimo de desanimar la pieza, se sugiere a
la actriz Prakriti Maduro que sobredimensione su interpretación porque el
exceso de naturalidad en el escenario es perjudicial. Hay que entender los
códigos de cada formato (televisión, cine, teatro) para lograr calzar en ellos.
“Traición” de presenta los viernes y
sábado 8 pm y domingos 6 pm en el Teatro Trasnocho. Centro comercial Paseo Las
Mercedes
martes, 1 de octubre de 2013
El "Inolvidable" de Carlos Márquez Capecci
Por Edgar Moreno Uribe
@eamorenouribe
Desde Guanoco a la eternidad histórica de la cultura criolla, haciendo escala a lo largo de seis décadas en numerosos escenarios, sets y platós de Caracas. Podría ser la síntesis de esta reseña sobre Inolvidable, hermoso espectáculo con el cual el primer actor Carlos Márquez Capecchi decidió despedirse de las artes escénicas, porque “a los 87 años ya no se está para actuar, sino para esperar la muerte en la tranquilidad del hogar”, al lado de su tercera esposa, Dolores Beltrán, como él mismo lo dijo.
Respetamos la decisión de Márquez Capecchi para su despedida tan teatral - se escenificó durante dos fines de semana en la sala de Conciertos de Unearte- la cual aplaudimos a rabiar por la obvia honestidad, de tal acto celebratorio, con su último trabajo actoral, logrado, gracias al afecto, la paciencia y la creatividad que aplicaron el dramaturgo José Gabriel Núñez y el director Ibrahim Guerra. Ellos hicieron lo posible para que Inolvidable no fuese únicamente un revisión existencial del artista, sino que diese una valiosa información inédita sobre varias décadas de los avatares del teatro caraqueño, y, por si fuera poco, una excelente demostración de las dotes histriónicas que él conserva, porque cómicos, periodistas, médicos y militares jamás se retiran, siempre serán eso, hasta siempre.
Márquez Capecchi, quien ha escrito un texto biográfico, le contó al escritor Núñez varias facetas de su vida y este estructuró un monólogo, con apoyatura musical de Tony Monserrat. Lo obtenido, según pudimos apreciar, es una deliciosa recreación, a partir del unipersonal El canto del cisne de Antón Chejov, enriquecido con anécdotas del actor y del hombre, como son sus desencantos por los personajes que quizo hacer y nunca se los dieron para que los encarnara, como aquellos legendarios príncipes Hamlet y Segismundo de Shakespeare (Hamlet) y Calderón (La vida es sueño), auténticas metas consagratorias para muchísimos comediantes en etapa cruciales de sus carreras profesionales.
El comediante Márquez Capecchi fundamentalmente se asume como aquel Vasili Vasílievich, anciano histrión que termina la función con la cual pone punto final a su carrera teatral y quien se queda viendo desde el escenario la sala vacía para iniciar un melancólico viaje a través de sus recuerdos, tal lo propone Chejov en El Canto del Cisne.
No queda duda alguna que Inolvidable es un gran tributo a la nostalgia que ha acompañado a este histrión venezolano, quien luchó denodadamente para llegar a ser lo que es: primera figura en el arte de la interpretación, la cual, según reitera Ibrahim Guerra, es la actividad más arraigada, genéticamente, en todo ser viviente, y más, si a este lo complementa el intelecto, tal es el caso de Carlos Márquez Capecchi.
Como Aristóteles pide en todo acto teatral un conflicto para la expiación de la audiencia, Márquez Capecchi revela su gran saga de amor, con las luchas y el amargo final, tal como ocurrió con la pionera Juana Sujo, su primera esposa, insigne actriz y productora del mejor teatro de arte durante décadas. Desaparecieron las risas y el silencio fue elocuente, pero el público estalló minutos después cuando interpretó el tango Cuesta abajo y el bolero Inolvidable. ¡Y cayó el telón!
@eamorenouribe
Desde Guanoco a la eternidad histórica de la cultura criolla, haciendo escala a lo largo de seis décadas en numerosos escenarios, sets y platós de Caracas. Podría ser la síntesis de esta reseña sobre Inolvidable, hermoso espectáculo con el cual el primer actor Carlos Márquez Capecchi decidió despedirse de las artes escénicas, porque “a los 87 años ya no se está para actuar, sino para esperar la muerte en la tranquilidad del hogar”, al lado de su tercera esposa, Dolores Beltrán, como él mismo lo dijo.
Respetamos la decisión de Márquez Capecchi para su despedida tan teatral - se escenificó durante dos fines de semana en la sala de Conciertos de Unearte- la cual aplaudimos a rabiar por la obvia honestidad, de tal acto celebratorio, con su último trabajo actoral, logrado, gracias al afecto, la paciencia y la creatividad que aplicaron el dramaturgo José Gabriel Núñez y el director Ibrahim Guerra. Ellos hicieron lo posible para que Inolvidable no fuese únicamente un revisión existencial del artista, sino que diese una valiosa información inédita sobre varias décadas de los avatares del teatro caraqueño, y, por si fuera poco, una excelente demostración de las dotes histriónicas que él conserva, porque cómicos, periodistas, médicos y militares jamás se retiran, siempre serán eso, hasta siempre.
Márquez Capecchi, quien ha escrito un texto biográfico, le contó al escritor Núñez varias facetas de su vida y este estructuró un monólogo, con apoyatura musical de Tony Monserrat. Lo obtenido, según pudimos apreciar, es una deliciosa recreación, a partir del unipersonal El canto del cisne de Antón Chejov, enriquecido con anécdotas del actor y del hombre, como son sus desencantos por los personajes que quizo hacer y nunca se los dieron para que los encarnara, como aquellos legendarios príncipes Hamlet y Segismundo de Shakespeare (Hamlet) y Calderón (La vida es sueño), auténticas metas consagratorias para muchísimos comediantes en etapa cruciales de sus carreras profesionales.
El comediante Márquez Capecchi fundamentalmente se asume como aquel Vasili Vasílievich, anciano histrión que termina la función con la cual pone punto final a su carrera teatral y quien se queda viendo desde el escenario la sala vacía para iniciar un melancólico viaje a través de sus recuerdos, tal lo propone Chejov en El Canto del Cisne.
No queda duda alguna que Inolvidable es un gran tributo a la nostalgia que ha acompañado a este histrión venezolano, quien luchó denodadamente para llegar a ser lo que es: primera figura en el arte de la interpretación, la cual, según reitera Ibrahim Guerra, es la actividad más arraigada, genéticamente, en todo ser viviente, y más, si a este lo complementa el intelecto, tal es el caso de Carlos Márquez Capecchi.
Como Aristóteles pide en todo acto teatral un conflicto para la expiación de la audiencia, Márquez Capecchi revela su gran saga de amor, con las luchas y el amargo final, tal como ocurrió con la pionera Juana Sujo, su primera esposa, insigne actriz y productora del mejor teatro de arte durante décadas. Desaparecieron las risas y el silencio fue elocuente, pero el público estalló minutos después cuando interpretó el tango Cuesta abajo y el bolero Inolvidable. ¡Y cayó el telón!
Inolvidable
Por Bruno Mateo
@bruno_mateo
El
domingo 29 de septiembre del 2013 desde
las 6 pm a 7.30 pm el nutrido público de
la sala de conciertos de la Unearte que estábamos viendo el unipersonal de
Carlos Márquez, dirigido por Ibrahim Guerra y escrito por José Gabriel Núñez
sentimos una profunda admiración, no sólo por el actor de 87 años de edad en el
escenario oriundo de un pueblo del Estado Sucre, sino por el maravilloso arte del
teatro.
Carlos
Márquez entre un discurso anecdotario de su propia vida y de personajes
inmortales de autores universales como Calderón de La Barca, William
Shakesperare, nos va introduciendo en una realidad alterna y paralela a la vida
estandarizada de una sociedad. Es interesante la manera de exponerse al público cómo se crea un texto, el proceso de
la diégesis de una pieza teatral. Recomendable, especialmente, para estudiantes
de teatro que piensan que los autores nacen consagrados y que las creaciones
dramáticas son producto únicamente de una extraña Musa del imaginario literario
o de un famoso subconsciente freudiano útil para cualquier cosa inexplicable del
comportamiento humano.
En
Inolvidable, nombre del monólogo, la
puesta en escena, la ambientación con el pianista en vivo nos remitió a un pasado de la historia muy poco contada
fuera de los predios educativos teatrales (si acaso lo hacen); la historia del
grupo Los Caobos, ubicado en la Torre Polar de Plaza Venezuela, creado por
Carlos Márquez y Juana Sujo por allá en la Caracas de los años 50´s, época en
que llegaron Horacio Peterson, Jesús Gómez Obregón, Alberto de Paz y Mateos.
Momento histórico en el que el teatro
venezolano se abre a una nueva modernidad cuando autores nacionales como César
Rengifo, el llamado Padre del Teatro moderno en Venezuela, irrumpen en la
escena y abren distintas formas estéticas y dramáticas cónsonas con el teatro
universal.
Desde mi humilde posición, les grito: ¡Bravo! A
personas como el Señor Carlos Márquez quien ha recorrido tantos escenarios
llevando diversión, reflexión, emoción, o sea, llevando teatro, cine y
televisión durante tanto tiempo, pero lo más loable de todo, lo ha hecho con
mucha humildad.
La importancia de ser formal
CARLOS
E. HERRERA
@cehs1957
@cehs1957
Hacia el año 2010 irrumpe en el teatro caraqueño la
Asociación Civil Amentia Teatro. Gente joven que veía que a través de las artes
escénicas se podía establecer un nexo entre su manera de concebir y lo que era
la expectativa de un público. Su primera producción, El cuervo (2100) basada en
la cuentística del norteamericano Edgar Alan Poe, permite que se le confronte en
los espacios de la Sala Luis Peraza; posteriormente, en ese mismo año, asumen su
inusual propuesta escénica El cadáver exquisito en el marco de un Festival
Mundial de Arte Corporal.
Es
así que, sin detenerse, hacia 2011 calan con énfasis gracias a su siguiente
propuesta titulada Blablabá Discurso Tóxico basada en la obra El cepillo de
dientes del dramaturgo chileno, Jorge Díaz. Cabe destacar que tras el esfuerzo
creador, estético, plástico, técnico y artístico la figura de una joven
directora como René Guerra ha sido primordial ya que son pocas las féminas que
asumen el reto de la conducción de un grupo y está atenta a formularse retos que
propulsen hacia la órbita de interés de programadores de salas, medios de
comunicación cultural teatral, la crítica especializada y sobre todo, del
público.
Para
este año, Amentia Teatro retoma con aplomado coraje, el riesgo de escenificar la
propuesta de la comedia La importancia de llamarse Ernesto (1895) pieza del
escritor y dramaturgo victoriano inglés Oscar Wilde, la cual ha sido considerada
como una de las críticas más punzantes entorno de los usos, formas y costumbres
de la aristocracia de su tiempo. La variación de la pieza no solo radicó en
apelar a conjugar la crítica wildeana sino ver como entra de sopetón al mundo de
valores de nuestra sociedad y para tal fin, la producción deja de lado su título
original y se nos mostró como La importancia de ser formal. Si hacemos memoria,
en los años que se estaba construyendo la República, apareció un libro que fue
guía para que una clase social venezolana tratase de erigirse dentro de las
formas y conductas del buen decir y del comportamiento. Me refiero al Manual de
Carreño hoy diluido por el paso del tiempo pero que, de cuando en vez, algunos
miembros de las clases pudientes nos hacen ecos del cómo uno debe ser formal
para ser aceptado en sociedad. ¿Paradójico o ex profeso el asunto de fondo que
se entreteje en La importancia de ser formal del grupo Amentia Teatro ?
Este
pretexto sirve para que con la aplicación sobre la puesta en escena no del texto
clásico wildeano sea lo que el público fue a observar sino la determinación de
romper estructura para la recepción del hecho espectacular.
Dominó
una línea de actuación que hizo énfasis en lo irónico y en la exacerbación de
los aspectos mordaces en la actitud, la intención y el movimiento; se plantea un
doble discurso donde la falta de escrúpulos de los personajes les impele a estar
al servicio de sus mentiras pero siempre manteniendo la postura de la imagen. El
equívoco del texto de Wilde lo aprovechó Guerra para armar una fluida dinámica e
con sus actores y actrices y de emplear al máximo la integración de aspectos
sintéticos en la ambientación y acentuar el concepto de vestuario con el fin de
enfatizar de que no se potencie ningún cliché estético de las buena maneras sino
más escupirlas ante la mirada del espectador que –pienso yo, se comportó de
forma complacida y respetuosa en lo que fue la estada como espectador en el
Teatro Principal donde se exhibió la semana pasada– pudo haber resentido algo
más de dos horas de duración de este particular trabajo de Amentia Teatro.
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