martes, 29 de octubre de 2013

La empresa nunca perdona

Por Carlos Herrera
@cehs1957

Una de las obras más emblemáticas de la producción teatral del inmortal dramaturgo venezolano Rodolfo Santana (1944-2012) ha sido por su incuestionable vigencia, La empresa perdona un momento de locura. Escrita en 1974, estrenada en la Sala de Conciertos de la Universidad Central de Venezuela en 1977 y galardonada con el Premio Nacional de la Crítica del año 1978, esta pieza se inscribe dentro del realismo crítico porque es capaz de resumir la fuerte contradicción dicotómica sociedad/clase obrera oprimida y cómo los mecanismos opresivos tienden a alienar la toma de conciencia de estos últimos a fin de que no asuma una toma de su conciencia de clase explotada.
La síntesis argumental discurre cuando un fiel trabajador llamado Mariano Núñez que ha entregado a una empresa de troquelado 20 años de su vida, un día estalla y empieza a romper con un martillo las máquinas cuando vio como un aprendiz se lesionó con una de esas máquinas. Ello hará que la empresa le ponga bajo el servicio de una psiquiatra y es allí como Núñez que había sido un joven traído a la ciudad por la recluta desde el ignoto pueblo de Pejugal apenas sobrevive en los cinturones de miseria de la urbe, pero levanta una familia, logra un trabajo y tiene un hijo que será asesinado por tener ideas de izquierda. Ira, desencanto y rabia afloran desde su mundo interno, pero la empresa buscará readaptarlo comprando su realidad a fin de que sea un individuo alienado al poder económico que le somete.

Ello entra en concordancia con esa búsqueda dramática de Santana en la cual bajo la mirada de la investigadora Yoyiana Ahumada trata de “desmontar los grandes tótems de la modernidad: la razón y el progreso, arremetiendo contra mitos como el intelectual, como clase éticamente pura, la fe, la violencia del poder, (…) y la “santidad foucaltina” de las instituciones al ver como esa clase de poder empresarial procura la profilaxis de una empresa haciendo entrar en razón a un obrero que se ha salido del carril a través de un interrogatorio que raya en la tortura psicológica. Es la anticatarsis del sistema opresor que cínicamente oprime al desvalido –el obrero o el trabajador obediente– para seguir esquilmándole su plusvalía.

Dentro de lo que ha sido el mes Homenaje a Rodolfo Santana, Un año en la Eternidad que dispuso Fundarte y el GDC para ser programado dentro del Circuito Teatral de Caracas en este 2013 y a un año de la sensible desaparición física –pero nunca de su trascendente legado– que fue presencia de este significativo dramaturgo, director y guionista venezolano, se exhibió en los espacios del Teatro Nacional la propuesta La empresa perdona un momento de locura que contó, como casa productora, con la Fundación Teatro San Martín y Fundarte para llevarle al espectador esta joya de la dramaturgia santaniana que, bajo la dirección de Rubén León, se propone al espectador un montaje sencillo y a la vez directo con la idea argumental que esta pieza transmite.

Con limpieza escénica, pocos recursos escenográficos, pero teniendo los necesarios para enmarcar el ámbito de encuentro de la psiquiatra y el trabajador (encarnados de forma correcta por las actuaciones de Mariana Alviárez Villamediana y Emiliano Molina) se produjo ese efecto vital de un mensaje como una reflexión que caló con vital pertinencia en el público asistente. La empresa perdona un momento de locura fue asumida por una conjunción creativa inteligente, sobria y plena de buen talante que me hace pensar que este montaje podría ir a espacios como fábricas, universidades, escuelas y comunidades a fin de divulgar y discutir el pensamiento de un autor y la perspectiva de un grupo que entiende que la realidad debe ser entendida con compromiso ideológico. Más que nunca, Rodolfo Santana está con nosotros.

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