Por Carlos Herrera
@cehs1957
La cartelera teatral de Caracas está
activa y exhibe para lo que esta siendo el inicio del mes de Octubre un
abanico de producciones que coloca al espectados en algo más que un
aprieto a la hora de escoger que espectar. Desde teatro de autores
nacionales como foráneos, de propuestas de arte a comedias evasivas, de
teatro infantil de buen talante a divertimentos endebles propone que la
misma es ecléctica y hasta a veces difícil de perfilar. Sin embargo, el
espectador que ya tiene un criterio porque es consecuente semana tras
semana a seleccionar la brizna buena del heno abundante, entiende que
tiene la alta responsabilidad de hacerle sentir no solo con su presencia
sino con sus aplausos el reto que cada grupo o institución se plantea
escenificar o de programar. Con todo, siguen habiendo escépticos que
siempre con talante negativo dicen que la crisis está allí, instalada y
que lo que se ve es solo los síntomas de un quehacer debilitado. En fin,
se respeta pero no se comparte. De lo visto la pasada semana, expondré
dos sucintos comentarios entorno a espectáculos que merecen ser
reseñados.
INOLVIDABLE
Con el sentido de homenajear y despedir a quien a la fecha ha sido
uno de los actores más reconocidos del país, cuya trayectoria artística
sobrepasó los setenta años de incansable labor en distintos ámbitos
como por ejemplo la televisión y el mundo del teatro, se retribuye a
Carlos Márquez lo que un país agradecido le debe otorgar a todo aquel
que ha hecho patria. Con el unipersonal Inolvidable escrito por el
dramaturgo, José Gabriel Núñez partiendo del libro autobiográfico Lo que
me toco vivir suscrito por el propio actor donde Márquez cuenta una
zaga personal e íntima que no solo radiografía sus inquietos inicios
sino la transformación de un país desde la década de los años treinta
hasta la época actual y donde quedan expuestos nombres, movimientos,
cambios y transformaciones que vivió el teatro venezolano, se articuló
junto a una sobria dirección del maestro Ibrahim Guerra cuya sagaz
experiencia tuvo en cuanta el despojar el escenario de toda retórica de
elementos escénicos a fin que fuese solo la presencia del histrión las
que brillase y que tras su desempeño fuese capaz de contarnos, imbuirnos
y sumergirnos de forma elegante en lo que siempre le ha caracterizado a
Carlos Márquez: su fina soltura, su aplomado talante y ese animoso
desenfado de un actor integro pero, sobre todo de exponerse como lo que
le ha caracterizado desde que tengo memoria, el ser un caballero de las
tablas. Gracias a la solvente producción de la Universidad Nacional de
la Artes vimos en los espacios de su Sala de Conciertos a un Márquez
capaz de convertir la escena en lugar para que el público de honor a
quien honor merece.
Inolvidable supone que al creador, al cultor o al artista hay que
darle reconocerle en vida todo lo que él nos ha dado a través de su
pasión, su preparación y su amor por el arte; nosotros debemos instar a
que el Estado le pueda considerar como patrimonio viviente a fin que las
demás generaciones puedan seguir admirándole con orgullo de saberlo
nuestro. A través de hombre y mujeres como Carlos Márquez, la dignidad
del arte y la cultura se proyecta lo mejor de nuestro acervo al futuro.
MIRANDO AL TENDIDO
Un joven grupo llamado Catarca Producciones que ingresa dinámicamente
a las tablas caraqueñas en el año 2011 bajo la mano del emergente
director, Juan Vicente Pérez logró estrenar en el Coso de Cipreses
(Teatro Nacional) una de las obras emblemáticas del gran dramaturgo
venezolano, Rodolfo Santana (1944-2012). Pérez formado en la Escuela de
Artes y con experiencia escénica adquirida tras haber participado en
montajes con el Grupo Actoral 80, inició su calibración como puestista
con la escenificación de la obra de Emilio Carballido, Rosa de dos
aromas en 2012. Ahora, el reto asumido es con una de las piezas más
hermosas y sugerentes del gran Rodolfo como lo que la eterna pugna entre
el torero “El niño” (interpretado por el actor Gustavo Casal) y el
poético bovino “Florentino” (cuyo papel fue enérgico y desenvuelto por
el propio director como histrión). En el ruedo circular que se logró
montar en el Teatro Nacional, la muerte y los anhelos, el absurdo y la
crudeza del arte tauromáquico se hilan para armar un drama que complació
al público asistente.
Un trabajo compacto, trabajado con firmeza y asumiendo que con el
cuidado pertinente en elementos como la iluminación (Héctor Manrique),
un concreto dispositivo escenográfico (Oscar Salomón) y sin ajustando
con eficacia el vestuario (Joaquín Nández) como el recurso de la máscara
del toro (a cargo de Milagros Rodríguez / Ana Kogen) una producción
como Mirando al tendido logra capturar al público por la consistente
validez de que las cosas bien hechas siempre serán bien recibidas por
nuestro público. Ojala que en este mes aniversario de la ida de uno de
los grandes de la dramaturgia como lo fue Rodolfo Santana permita que la
proyección y exposición dentro del Circuito Teatral de Caracas permita
que el colectivo Catarca se exponga sin remilgos. ¡Un aplauso para
ellos!
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