Por Joaquín Lugo
@joaquinlugo
En su sala homónima, la agrupación Rajatabla presenta La piel en llamas del catalán Guillem
Clua, producción general de William López y dirección de Vladimir Vera.
Cuatro personajes coinciden en diferentes tiempos en una
habitación de hotel: un fotógrafo que viene a recibir un premio por la imagen
de una niña con la piel en llamas, una periodista del diario emblema de un país
dictatorial, un médico aprovechador y una mujer que desea salvar a su hija por
todos los medios. Con este grupo de personajes, Clua crea un texto duro y sin
cortapisas que demuestra que el mundo es controlado por los oportunistas y que
ninguna organización que agrupe a las naciones puede hacer algo para cambiarlo.
El fotógrafo, la periodista y el médico se aprovechan de estar rodeados de una
sociedad corrompida para alcanzar sus intereses, la madre es el símbolo de
todos aquellos marginados que sufren la descomposición mundial.
La mayor virtud de la puesta en escena es el manejo del
tiempo y de los personajes que coinciden en la habitación. Un tiempo presente y
uno anterior confluyen en escena con buen dominio desde el punto de vista de la
dirección: equilibrio en el escenario, desplazamiento e intervenciones entre
los personajes. Un ajuste del ritmo sería más contundente para el montaje. El
manejo especular del escenario es otro punto a favor. Esto se logra gracias a
la presencia de los elementos escenográficos esenciales, sin embargo el aspecto
visual del diseño no posee una composición armoniosa. Asimismo el diseño de
iluminación podría ser más significante para reflejar los tiempos dentro del
desarrollo dramático. La propuesta de vestuario es más atinada para delinear
cada rol.
El trabajo actoral está equilibrado. José “Pepe”
Domínguez como Salomón, el fotógrafo, logra un trabajo correcto y en
correspondencia con la vanidad del rol. Fedora Freites como Hannah, la
periodista, se conecta de manera profunda para transmitir los sentimientos del
personaje más complejo y a la vez más perverso del argumento. Jean Franco De Marchi
como Brown, el médico, digiere y transmite de forma excepcional las intenciones
de un individuo corrompido. Tatiana Mabo como Ida, la madre, equilibra de
manera correcta el sufrimiento y la esperanzas infundadas con una buena
composición del rol tanto corporal como vocalmente.
En el momento de mayor tensión, varias imágenes de muerte
y guerra son mostradas una y otra vez creando un ambiente de incomodidad en el
espectador. El mundo está en llamas. De forma sorprendente, las informaciones e
imágenes de muerte y corrupción social parecen inocuas en la Venezuela
contemporánea.
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