El recinto mágico y lúgubre de la antigua
capilla de la
Congregación de Hermanos de La Salle , hoy sede de la Escuela de Enfermería de la Universidad Central
de Venezuela, se devela imponente e intimidante al caer la noche. Su hermosa
arquitectura que recuerda las enormes casonas de fincas de finales del Siglo
XIX y principios del XX, no deja más que éxtasis y añoranza por los amplios
espacios, las columnas, los balcones y los pisos de mosaicos que luchan por no
desaparecer en el tiempo.
Un enorme salón con remembranzas de
una iglesia gótica se descubre ante la mirada incrédula y la sensación de que
miles de ojos de antepasados te están siguiendo en tu recorrido. La mezcla de
elementos escénicos modernos junto a la estructura arquitectónica, es en sí
misma un generoso espectáculo, amén de la utilería dispersa en escena que habla
por sí sola de viaje, de recorrido, de inmigración, de épica y trasatlántico.
El leit motiv de todo este introito es la migración Judía Sefardí que
se remonta a Marruecos en el siglo XV hasta llegar a la Vela de Coro, en suelo
patrio, entre los siglos XIX y XX, a través de un aventurero personaje llamado
Haím Benatar (Oswaldo Maccio), quien deseoso de conocer el mundo se despide de
su familia y sacrifica su amor (al que encuentra en alucinaciones) que va
descubriendo en su recorrido: Sefarad (España), Portugal, Holanda, Brasil y
Curazao, hasta llegar a Venezuela.
Mezcla de religiones, razas, olores,
sabores, lenguas y sonoridades, es esta suerte de canto épico que traslada los
sentidos del espectador a la vida de estos hombres y mujeres que huyeron a
través del Atlántico buscando un mejor estilo de vida, dejando atrás a sus
ancestros, a sus costumbres, a su paisaje.
Esta pintura escénica con olores,
cuentos, sonidos y sabores viene de la mano de uno de los maestros venezolanos
más connotados en arquitectura escénica y a quién la mente insaciable del
creador no dejó descansar hasta producir su segunda “ópera trasatlántica” como
él mismo la llama, se trata de Edwin Erminy, quien ya en 2000 nos había
deleitado con la historia de Variaciones
sobre Concierto barroco basado en los relatos de Carpentier y la insaciable
búsqueda de El Dorado en sus Pasos perdidos.
Antes fueron los conquistadores del
nuevo mundo, ahora con Rondó Adafina,
que es como se intitula esta segunda propuesta, son los errantes judíos
tratando de hacerse un espacio en el mundo.
La producción de este delicioso
espectáculo está en manos de la productora Image
Class a cargo de Carlos Scoffio y Sonia Whitman, impecable en detalles y
guiados correctamente por la sapiencia de Erminy quien supo rodearse de un
extraordinario elenco artístico encabezados por el maestro Francisco (Pancho)
Salazar, Oswaldo Maccio, el hilo de la historia, descollando talento actoral y
conmoviendo con su hermosa voz a los espectadores, acompañado por las veteranas
Gladis Seco y Carolina Leandro, junto a los jóvenes: Vera Linares, Mónica
Quintero y Pastor Oviedo, todos demostrando un gran nivel y comprensión de lo
que el creador Edwin Erminy necesitaba para su espectáculo: intérpretes
integrales, actores, bailarines, cantantes con la sensibilidad a flor de piel
para lograr conmover al público con sus performances.
Rondó Adafina
es un espectáculo teatral, ciertamente, pero también es un canto a la
tolerancia, al recuerdo, a la memoria; es un relato de persecuciones políticas,
religiosas; es un musical poético sobre una comunidad dispersa en el mundo que supo
alimentar el crisol de este mestizaje que somos los venezolanos.
Afortunadamente existió un pueblo
llamado Coro que en el Mar Caribe pudo dar cobijo a estos inmigrantes que con
cariño llamamos en un principio “turcos” con sus telas al hombro o en grandes
maletas, marchantes eternos sintiéndose propios y extraños en esta vastedad del
trópico que supo abrigarlos.
La experiencia de realizar este
viaje escénico-sensorial es única y estoy seguro que usted, estimado lector,
estará de acuerdo conmigo cuando al final del espectáculo pruebe el sabor de
ese caldo La Adafina ,
y entenderá un poco más de qué estamos hechos y que aún este país continúa
siendo esa tiera de las posibilidades que una vez nuestros abuelos y los que
llegaron de lejos soñaron.
L.A.R/ @rosasla
Caracas, 13/11/2013
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