viernes, 4 de abril de 2014

Y encima se nos muere Gustavo…

                                                                                                                                   Foto cortesía Venevisión

No hay forma de digerirlo, no hay manera de entenderlo, la noticia del miércoles 02 de abril en la noche nos dio un duro golpe y nos dejó sin aliento: “se murió Gustavo” inmediatamente comenzó la búsqueda incesante en las redes sociales colapsadas y las llamadas para poder confirmar y creer lo impensable. Y digo impensable porque los que tuvimos la dicha de conocer a Gustavo Rodríguez, compartir con él algo más que trabajo, después del primer golpe de enterarnos de su enfermedad en diciembre, no podíamos dar crédito a su  partida de forma tan rápida y sin poder despedirnos.
Gustavo era talento, talento y más talento, un maestro, no sólo como actor nos deslumbró con su particular tono de voz, sus gestos, sus emociones, su verdad, sino con su humanidad. Y creo eso es lo que más nos duele, que se nos vaya el amigo, dispuesto siempre a brindar una sonrisa, un chiste, un comentario jocoso, o una anécdota que nos permitía no parar de reír.
Entregó su vida a su trabajo, a tiempo completo: teatro, cine, televisión, cualquiera que fuese el medio, su histrionismo y capacidad interpretativa se perdían de vista. Su forma de transmitir lo aprendido cuando trabajaba como maestro de actores era desde la asertividad, buscando siempre que sus alumnos pudieran brillar con luz propia. Era un gran padre, esa era otra de sus aficiones sus cuatro hijas, “sus ojos” como les decía “mis cuatro mujeres” afirmaba.
Sus compañeros de trabajo y amigos hablan de un ser espléndido, bondadoso, sencillo y con “don de gente”, nunca Gustavo perdía consciencia de ser figura pública y por eso el público lo adoraba, siempre había disponibilidad para una foto, un autógrafo. Gran contador de historias en la escena a través de sus personajes, y de sus vivencias, detrás de cámaras o tras el telón. Esa era su gran enseñanza.
Nació en 1947 en Bolívar y desde la primaria ya sabía que quería estar sobre un escenario, llegó a Caracas y comenzó su formación en el Teatro Universitario de la UCV de la mano del Maestro Nicolás Curiel y de Cabrujas, para luego desarrollar los más importantes personajes del teatro universal desde El Nuevo Grupo, bajo la tutela de Chocrón, Chalbaud o José Ignacio. Para pasar a la pequeña pantalla donde se consagró con personajes inolvidables como aquel Pedro Estrada de Estefanía, o el marido de Natalia de 8 a 9 dos telenovelas que aún quedan en el inconsciente colectivo del venezolano. Su recorrido por las artes escénicas fue impecable y lleno de una disciplina titánica. Que le permitía estar haciendo al mismo tiempo una pieza teatral, filmando una película, grabando una telenovela y  dictando un taller. No paraba, alguna vez se quejó del cansancio, pero respiraba fuertemente, y continuaba para adelante sin desmayo.
Le preocupaba su país, amo profundamente a Venezuela, le dolía nuestra situación, tenía muy claras sus convicciones políticas y siempre hablaba de lo que se merecía nuestra tierra, le molestaba profundamente la ignorancia y la mediocridad, era un tema que no podía superar.
Hoy que ya no podremos sentarnos a conversar con él de lo que nos pasa, a pedirle un consejo, una opinión o una crítica; a campanear cualquier vaso de licor entre anécdotas y carcajadas aderezadas con boleros que le encantaba cantar, en medio de este panorama incierto que nos brinda nuestro país, al caer la tarde sólo nos queda su entrañable recuerdo, el suspiro y la reflexión: Y encima se nos muere Gustavo…
@rosasla               
Caracas, 04 de abril de 2014


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