por Carlos Herrera
@cehs1957
Para público infantil y adulto amante del género de teatro de títeres y muñecos, ha sido altamente satisfactorio el estreno (primero en el Teatro Catia a principios de este mes) y posterior circulación en la programación del Circuito Teatral de Caracas (Teatro Municipal y luego en los Teatro Simón Rodríguez y Nacional) de la producción La niña azul escrita por el dramaturgo por el titiritero, José Luís León con puesta en escena de Yelitza González (directora invitada del Grupo Malabares) para el Centro Nacional de Teatro (CNT).
Un trabajo sobrio tanto en factura como en imagen que apostó a concretar ángulos creativos diversos y sostenido sobre la exploración temática de la tolerancia como el respeto a lo que significa ser diferente en la sociedad latinoamericana donde las particularidades de nuestra raza han sido siempre marcadas por ser producto de un profundo mestizaje pero que, a la vez sirve para respetarnos dentro de valores como la solidaridad y la amistad cuando nos toque vivir en armónicamente con los demás.
Es loable que el CNT apueste por la niñez a través de fórmulas de producción donde se enaltezca no solo la capacidad artística de nuestros creadores y creadoras sino que, además se abrigue el ineludible compromiso de estar atentos a lo que aspira y merece recibir un segmento de nuestro público que demanda ver sobre las tablas de los diferentes teatros del país, la exploración de temas como la concreción de propuestas teatrales que edifiquen distintos paradigmas a los que el teatro comercial en estos tiempos parece volcar sin ton ni son al espectador.
La niña azul como proyecto de producción infantil para este 2013 por parte del CNT no se concibió partiendo del usual proceso de escenificar un texto de títeres –en este caso, el de José Luís León- sino que, implicó activar una dinámica de capacitación y entrenamiento previo englobado a través de una Clínica de Manipulación de Títeres donde sus integrantes obtuvieron una solvente inducción sobre las exigencias técnicas y artísticas del género. El proyecto implicó la suma de diseñadores como lo fueron Rafael Sequera para el concepto de diseño no del clásico teatrino sino de un dispositivo modular que permitió fluir los cambios espaciales dentro del cual discurría la trama como situaciones que envolvían a los personajes de esta bella historia.
Asimismo, la intervención de profesionales como Julia Carolina Ojeda en la asesoría de voz, ayudó a los ejecutantes a optimizar los matices, cadencias, impostación, tesitura, color y tono en la emisión de algo tan específico como la voz; la música original de Jonathan Angarita dio un marco sutil como sugestivo a cada secuencia de la trama. No cabe olvidar a los realizadores como Mayker Torres (escenografía) pintura escénica (Oriely Brizuela y Yolimar Chacón) y el diseño como realización de todos y cada uno de los muñecos que participan en este montaje y que estuvieron a cargo de Atas Realizaciones (según lo que reza el programa de mano aunque en la gacetilla de prensa se detalla que fue Jonathan Rodríguez). Todos unificados bajo la producción general de la CNT que suma puntos en el asunto de ofrecer alternativas de alto tenor para los niños y niñas del país.
La niña azul comprometió de forma positiva la fuerza actoral y el lúdico accionamiento de Lilian Amiel (para dar vida a los personajes de Abuelo Teófilo y Maestra Hilda), a Andrea Hernández (caracterizando con eficacia a los personajes de Nieto y Comisario Rotundo), a Gryselt Parra (en el perspicaz y activo papel de Adriana Color) a John Peña (dándole vital vida a los muñecos llamados Randolfo Color y Niño Pablo); la intervención de Lucia Pellegrino (quien con ductilidad encargó de los personajes Ernesta Gran Prisma como de María Niña).
Finalmente, en la ejecución del personaje muñeco Niño Ricardo la destreza de Yuruby Torres confirió lo suyo en este trabajo. Todos engranados con precisión por las pautas de puesta dada por la aguda mirada y preparada experiencia en estos menesteres de Yelitza González que supo articular un todo sin ampulosidades, sencillo en su unidad visual y efectivo en ritmo, creando lo que debe visualizarse como propuesta: algo que atraiga la mirada e interés de público.
Como colofón a esta nota estamos en pleno acuerdo con lo suscrito por el CNT de hacer de esta clase de actividad de apostar “una vez más a promover el trabajo de los creadores y creadoras venezolanos, exaltando la dramaturgia nacional y reforzando los referentes propios de nuestra identidad cultural y soberana” y que, en suma con entes como Fundarte y el GDC hace que esta labor gane el aplauso de todos los caraqueños y esperamos, que del país nacional.
El teatro de títeres, el teatro de muñecos y el teatro para niños y niñas debe ser estandarte a ser tomado no solo por estas instituciones sino también contemplados por el MPP para la Educación como punta de lanza para sostener un cambio de paradigmas en la próximas generaciones de estudiantes de colegios y liceos ya que así se fundamenta la concientización de optar por lo nuestro frente al embate de contenidos vacuos que mucha veces vemos en el quehacer formativo artístico del teatro venezolano.
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