por Carlos Herrera
@cehs1957
El Teatro Nueva Era tuvo en su haber una reconocida actividad en el mundo del teatro infantil como juvenil. Si mal no recuerdo, lo constituyó el dramaturgo y director, Romano Rodríguez. Tras su periplo se asociaron propuestas (vale la pena mencionar los montajes Pechos de niña, De Melocotón a Rojo Alucinante o Julliet flotando dentro de una burbúja que concitaron el interés y atención no solo del público adolescente sino del adulto debido a que supieron abordar temas que poco o nunca eran abordados por otras agrupaciones.
A raíz de la partida de Rodríguez al exterior, el grupo entró en una fase de reingenieria pasando a conformar acciones formativas en liceos y escuelas así como trabajando con adultos mayores. Ello les permitió no desdibujarse sino diversificarse creando algunas propuestas escénicas producidas por los talleristas y exhibidas en Co producción con el Teatro Nueva Era como por ejemplo el montaje exhibido en el Celarg Sur o no Ser. Sin desdibujarse han proseguido su quehacer dentro del acontecer escénico venezolano aunque sin estar tan estrechamente ligada a la exhibición profesional como lo fue en otros momentos.
Efectuando el seguimiento del quehacer escénico en la actividad semanal, encontramos que, este colectivo artístico retoma las tablas de los teatros comerciales y comunitarios una vez que alternan con sus actividades formativas (talleres)o de participar en Festivales y Muestras organizadas por entes culturales.
Su diversificación dentro de la senda de la profesionalidad creativa ahora cuenta con el objetivo de los niños pero ¡ojo!, digo niños porque su fuerte siempre fue el asunto temático del adolescente lo cual ha ocupado parte esencial donde han estado orientados sus esfuerzos creativos como su dinámica teatral.
Ahora, el Teatro Nueva Era se verificó dentro del Teatro Catia en la Programación Permanente de Teatro llevando en función vespertina su proyecto de espectáculo Las aventuras de un Caballero andante, una adaptación realizada por el José A. España para el clásico de Miguel de Cervantes y Saavedra El Quijote de la Mancha y con puesta en escena de Jennifer Gasperi quien se formó en el seno de esta agrupación hacia 1997 y asumiendo las riendas del mismo a partir del año 2000.
Siendo Alfonso Quijano una persona que, de tanto leer libros de caballería se trastorna creyéndose caballero con la misión de lograr el amor de su idolatrada, Dulcinea de Toboso. Emprenderá con el rústico Sancho Panza, un sin número de aventuras luego de partir de un lugar de la Mancha “del cual no quiero acordarme”, pero que a la postre le permitiría ser conocido como “El Caballero de la triste figura”.
Deseo advertir en esta nota de opinión sobre los problemas de asumir sea bien o una versión o una adaptación de cuentos, novelas o narraciones orales por parte de algunos hombres y mujeres de teatro. La mayoría solo apelan al entramado esencial del argumento, elaboran más de las veces artificios de trama que o edulcoran o tergiversan la historia; los personajes que deben poseer características (por ser héroes o que identifican la acción por sus logros) quedan o mal dibujados o en el peor de los casos, caricaturizados haciendo merma de su eficacia en la connotación de valores que los ha hecho populares o inmortales. Las acciones son cambiadas, manipuladas y hasta recontextualizadas ejerciendo un flaco favor a las circunstancias donde cada personaje se desenvuelve.
El ambiente dista ser el apropiado o, lo peor, queda desdibujado por la impericia de los creativos (versionador / adaptador) como de los diseñadores; todo ellos tiende a sobrecargar más de las veces o desfigura en algunos casos en vez de adecuarlos a lo esencial para identificar situación y personaje. Por otro lado, se tiende a adicionar personajes o ingresar acciones paralelas que nada aportan a la fábula.
En fin, se podría abundar y sostener argumentadamente una serie de elementos que, en nada enriquecen una producción “x” o un espectáculo “y” si el pretendido en estar en consonancia con el texto original y ello sumado a que si un colectivo no articula una propuesta de forma consistente en lo artístico, en lo estético, lo técnico y lo conceptual termina por ofrecer al receptor (el público) una propuesta que dignifique con solidez la labor creativa en cuanto a teatro para niños o para todo público.
Lo visto en Las Aventuras de un Caballero Andante ostenta parte de estos elementos y algunas debilidades artísticas que pueden ser reelaboradas con perspicacia a fin de garantizar un proyecto escénico sólido. El grupo tiene con que, solo deben saber separar lo superfluo de lo necesario y así otorgarle a la recepción del niño (que es un público exigente) la valoración y degustación el gusto por obras clásicas y contemporáneas, ¡pero, eso si, bien trabajado desde todo punto de vista! Hay siempre teniendo en mente: ¿Qué clase de teatro infantil merecen tener los niños (as) del país?
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