Plano del Teatro Coliseo fechado en 1801 (Detalle) |
Desde los inicios de la Colonia en nuestro territorio, las representaciones dramáticas se efectuaban en lugares abiertos en los que se improvisaba un escenario temporal, durante las efemérides de singular importancia como las del patronímico de la ciudad o la ascensión al trono de un nuevo monarca. A pesar de la precariedad espacial de los montajes, el teatro fue una actividad recurrente en la vida cultural colonial, lo que generó un público asiduo a la escena, que pudo apreciar importantes piezas del Siglo de Oro español en su momento de mayor auge.
El 1784, entre las hoy esquinas Conde y Carmelitas de Caracas, es inaugurado el Coliseo, primer edificio teatral construido en el país. La iniciativa se debió a Manuel González Torres de Navarra, capitán general de Venezuela, quien costeó de su propio peculio la construcción del recinto, donándoselo al ayuntamiento caraqueño. El terreno en que estuvo ubicado era propiedad de Fernando Ignacio de Ascanio, Conde de La Granja, quien cobraba una suma anual por su arrendamiento. El diseño del coso de espectáculos siguió la línea de los construidos en la España imperial del momento, una mezcla del llamado “corral de comedias” y el escenario “a la italiana”, con cortinajes laterales, telón de boca y tramoya rudimentaria que posibilitaba el cambio de decorados.
En los albores del siglo 18, viajeros visitantes como los franceses J.J. Dauxion Lavaysse y Francois Depons dan cuenta de la nutrida asistencia que tenían las representaciones efectuadas en el lugar, a la vez que deploran la calidad del trabajo de los actores. Dauxion Lavaysse testimonia, por la misma época, la existencia de “una sala de espectáculos mucho menor que la de Caracas pero construida con el mismo plan, es decir, sólo hay techo sobre los palcos”, en la ciudad de Cumaná, lo que nos da una idea del impacto que tuvo la construcción de este teatro, hasta el punto de ser secundada en otras ciudades.
La capacidad del teatro
Un plano original datado en 1801 muestra de manera bastante aproximada como debió ser la edificación. Fue realizado con miras a una refacción que amplió el número de balcones interiores llevándolos a 3, a la vez que dotó de techo al patio del recinto. Siete años duró la proyectada mejora del edificio hasta que, en 1808, es culminada por José Gabriel García, quien a cambio de un contrato de nueve años para administrar el teatro, terminó la obra. Todas las investigaciones y crónicas que se refieren a esta sala, le atribuyen una capacidad entre 1500 y 2000 espectadores, cifra irreal si tomamos en cuenta que, para la fecha de su inauguración, la ciudad de Caracas no pasaba de los 30.000 habitantes. Estudiando con atención el plano existente se deduce que, cuando mucho, solo pudo albergar un público aproximado de 600 personas. Los balcones contenían una hilera de palcos destinados a los notables de la ciudad, así como a las pudientes familias que podían costear el abono anual. El patio, tenía una capacidad aproximada de 400 personas, sumando las que podían pagarse una localidad en los bancos de madera y las que debían permanecer de pie, hacia el fondo, luego de adquirir las entradas más baratas. Las funciones, por lo general, comenzaban alrededor de las 8 p.m., prolongándose hasta la medianoche.
Dañado por el terremoto
La edificación sufrió daños considerables en el terremoto de 1812; no obstante, un dato certifica que seguía funcionando 10 años después. William Duane, norteamericano de linaje irlandés, autor de Viaje a la gran Colombia en los años 1822-1823, dedica dos páginas a su visita a este teatro. En la narración podemos leer “Tenía curiosidad por ver el teatro que Humboldt describió con mucha precisión (...) encontré entrada por un real; y me dijeron que el sitio estaba en un área abierta, subí las escaleras y encontré asiento. (...) Un grupo de asientos, todos llenos con acompañantes, principalmente damas, ocupaba ambos lados del paralelogramo; la planta baja, literalmente era un hueco; el techo, una bóveda circular, era el cielo sereno. El escenario medía más o menos veinticuatro o veinticinco pies de ancho al frente, flanqueado por lo que los actores llaman bastidores, formando dos lados de un cuadrado. El proscenio tenía una pintura en tela que caía para diferenciar los actos de la obra, era generalmente una pintura con un motivo pastoral...”
Hoy día, se conserva el lote de terreno donde estuvo el Coliseo, ocupado por unas cuantas decenas de kioscos de venta. Difícil imaginar, al caminar entre las mercaderías, que el sitio sirvió alguna vez como la tribuna de llantos y carcajadas fingidas que deleitó a los caraqueños de la I República
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