viernes, 4 de julio de 2014

La Guayra tuvo su Coliseo

La Guayra  (1842), oleo de Ferdinand Bellermann, Colección Museos Estatales de Berlín
Cortesía de Óscar Acosta para Todos Adentro



La ciudad portuaria albergó en un tiempo una importante actividad dramática



 
Fue construido en 1829



Aún hay mucho por investigar y aportar a la historia del teatro en Venezuela. La mayor parte de estudios existentes sobre la escena venezolana de tiempos remotos, generalmente se refieren a la ciudad capital, prestando poca atención al resto del territorio. Ello se debe, principalmente, a la carencia de fuentes documentales, así como a  un centralismo que ha influido no solo en lo político, sino también en el campo del conocimiento. La actividad teatral fue celebrada desde la colonia en plazas y calles en las que se acondicionaban tablados para tal efecto. Posteriormente se construyeron recintos teatrales, entre los cuales el Coliseo de Caracas, destaca por ser el más estudiado y existir mayores fuentes de investigación. Poco conocemos de otros edificios creados a tal efecto  que  existieron en la primera mitad del siglo 19, en ciudades como Cumaná y Valencia, donde seguramente hubo una intensa actividad dramática. El tema es un capítulo pendiente de nuestra historia artística, a la vez que un reto para los estudiosos e investigadores del  área.

 

El Coliseo de La Guayra

 

Nada, o acaso muy poco,  se ha divulgado del Coliseo de La Guayra, primer teatro de esta ciudad, construido en 1829.  La data de su creación la encontramos en el libro Compendio de apuntes y tradiciones de La Guayra (Viento Veloz de Fuego),  escrito por el guaireño Enrique Rivodó (Caracas, Talleres Tipográficos El Globo.1956), quien atribuye a su abuelo, José Francisco Rivodó la edificación de la sala de espectáculos. Este último participó en la guerra de independencia y, para el año de la construcción del teatro, era jefe de correos de la ciudad portuaria. Según consta en varios documentos existentes en el Archivo Municipal de Caracas, el edificio dependía de las autoridades municipales y estuvo situado en la calle San Juan de Dios, adyacente al hospicio del mismo nombre, sobre cuyas ruinas fue levantada la actual Iglesia Catedral San Pedro Apóstol de esta ciudad litoralense.

Pese a ser una localidad relativamente pequeña que no llegaba a los 5000 habitantes, La Guayra era de singular importancia por la cercanía a la capital y su función como principal puerto del país. La iniciativa denota no solo la influencia de Caracas,  en la que ya surgía la actividad escénica con apoyo  de la élite política y donde en el mismo año se construyó el segundo Coliseo capitalino, sino también el interés de los lugareños que debieron alentar la construcción de la sala. Para las compañías de teatro y zarzuela que iban de gira por el Caribe, la capital venezolana era una buena plaza y, en su tránsito, obligatoriamente debían recalar de paso por el lugar. Las autoridades debieron ver una buena oportunidad para la construcción del teatro, a lo que debemos sumar una añeja tradición escénica que ya existía en la región desde 1772, cuando se representaron comedias en espacios públicos según los datos que aporta Rivodó en la obra citada.

Con fecha del 3 de noviembre de 1931 hallamos en el Archivo Municipal una comunicación escrita por José Rosario Fuentes y José María Seijas, dirigida a  la Junta del Muelle de la ciudad, de quienes debió depender la custodia del coso de espectáculos, solicitando el uso de la misma: “... atendiendo ael estado del tiempo y biendo q. En este puerto no se encuentran ningunas diversiones; nos emos reunidos varios amigos aficionados ael teatro y emos resuelto representar el nacimiento de Jesucristo y su triunfante entrada en Jerusalen (...) suplicamos sirvan concedernos las llabes de el teatro General de este Puerto desde el corriente de este mes asta el ultimo de abril (...) Utencilios q. necesitamos una decoración de bosque otra de palacio y otra de Ciudad y telones y tablas de teatro.”   En nota al margen del documento, consta que fue concedido  el permiso solicitado bajo condición de responder al “Sr José Francisco Rivodo  de cualquier deterioro o perdida que pueda haber en los utiles”, así como de pagar seis pesos por cada noche de función.

 

El escenario se convierte en depósito de mercancías

 

En 1846, un aficionado llamado Mónico Lovera, solicita el alquiler de los enseres del teatro y el permiso para iniciar funciones dramáticas en  el patio de su casa, debido a que  había sido contratado el teatro “por una casa de comercio.” Ese año, el Coliseo de La Guayra fue convertido en depósito de mercancías por contrato suscrito entre la comercializadora Boulton Phelps  y el Concejo Municipal,  pese a la evidente actividad escénica local en ese momento de la que hay  constancia. Lovera fracasa ante la escasa concurrencia de público a las funciones en su residencia. Nuevamente, poco después, Félix Blanco y Manuel Agustín López, insisten con el arte escénico, solicitando el arrendamiento del teatro para establecer una compañía teatral por una suma mayor que la ofrecida por la Boulton Phellp. El requerimiento de los teatreros es denegado. En la ocasión, pudo más el interés en el desarrollo comercial del puerto que el amor a la actividad dramática.

No fue este el fin del teatro. Las representaciones fueron retomadas luego, como notamos en  las páginas de El Comercio, diario local que, para el año de 1859, daba cuenta de las funciones que se realizaban en este escenario. Así, el martes 13 de junio del año en cuestión en el mencionado diario (número 43) , leemos una extensa crítica a la compañía  dramática visitante de la familia Zafrané, como también un destacado aviso publicitando su próxima función de El rei Felipe IV o el castillo de Balsam de Manuel Tamayo y Baus, un  dramaturgo romántico madrileño en boga por esos tiempos, a la vez que se anunciaba el montaje de la zarzuela El Amor i el almuerzo, referida por una nota periodística como la primera representación de este género en la ciudad costera.

 

Más teatro guaireño

 

En 1847, abre sus puertas el Teatro La Rosa, en el callejón Salsipuedes, “Sombras chinescas, nacimientos, recitaciones, payasadas, etc. Su producto para ayudar la construcción del cuarto templo Parroquial de San Pedro.” , según apunta Enrique Rivodó en su libro de crónicas. Tal como sucedió en Caracas con el popular teatro de Maderero en la misma época, se requirió de una sala de espectáculos para géneros escénicos más ligeros, dirigidos a un público mas amplio y menos exigente en materia de instrucción dramática.

Un grupo de dramaturgos guaireños nacidos en el siglo 19, contribuyó a asentar la tradición dramática con la representación de algunas de sus obras en esta ciudad. Entre ellos tenemos a Felipe Estévez con la obra  Para un celoso una prudente; Casto Ramón López, autor de Un drama de Echegaray y En el fondo del abismo; Eloy Escobar, con el drama histórico Renzi y Juan José Brecca, autor de El amor de un libertino, Un artículo del código y El poder de un relicario.

Foto archivo de O.A.
Juan José Brecca (1835-1906), humorista, poeta periodista y dramaturgo de La Guayra.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


El Teatro Nacional me pareció siempre un signo de adelanto, un estímulo para el ingenio, uno de los medios más adecuados para ilustrar la Patria y darle nombre y gloria.

No bastan las calles nuevas que facilitan el tráfico; los nuevos edificios que embellecen las ciudades; la enseñanza gratuita, derramada como lluvia benéfica de la villa al caserío; las redes silenciosas, entre las cuales corre, como dardo de luz, el pensamiento ; las líneas de hierro que desaparecen bajo el penacho de humo y avasallan tiempo y distancia. (...)

‘El antiguo Teatro Español’, ‘El Teatro Español moderno’, ‘El Teatro Francés’, son frases que llenan de envidia mi alma de patriota. ¡Ah! ¡Cuánto me enorgullecería oír decir : ‘El Teatro Venezolano’."

 

Fragmento del prólogo de Páginas guaireñas de Juan José Brecca (Caracas, tipografía de vapor de  El Cojo. 1884)

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