domingo, 22 de junio de 2014

Cuando el día viene mudo

Por Carlos Herrera
@cehs1957
@avencrit

Creo que, a la fecha, la dramaturgia del escritor y director teatral peruano Diego La Hoz (Perú; Lima, 1971) o ha sido poco o nunca escenificada en las tablas caraqueñas. Autor contemporáneo, que persigue hurgar tras la concreción de sus obras teatrales (Paréntesis, Fe de ratas; Los funerales de Doña Arcadia o la pieza infantil, Un príncipe para tres princesas) desde un acercamiento en torno a los asuntos relativos al ser y su relación con su mundo interior o ir delineando una temática que tienda a crear vasos comunicantes al tiempo social de su país y por ende, del latinoamericano.

En esta oportunidad, La Hoz ha contado con el esfuerzo creativo y artístico del director y también dramaturgo, Jan Thomas Mora Rujano, quien al frente del Grupo JAVAR (Jóvenes Actores de Vargas) nos expone a un colectivo artístico que ha venido contando en su haber, con unos inocultables trece años de actividad (fundado en Mayo del 2000) y cuyas directrices que sostienen su accionar artístico ha estado fundamentado dentro del territorio de la: “formación, investigación, promoción y difusión del hecho teatral”. Han estado allí, efectuando una labor callada pero al mismo tiempo, perseverante la cual siento debe expuesta al lector porque son artistas preocupados porque la escena local y regional del país tenga otras voces distintos a los que configuran la perspectiva del denominado arte profesional consolidado.

     Para un director / autor como Jan Thomas Mora, asumir desde el año 2010, con el estreno de la pieza de La Hoz, Cuando el día se nos viene mudo (2006) a otro creador latinoamericano poseedor de su propio talante y perspectiva de lo que desde su visual debe ser expresado al espectador de este siglo. Jan Thomas Mora sin egoísmos y de forma loable establece una comunicación y un vínculo entre visuales escénicas binacionales que siempre favorece la divulgación de países hermanos. También se plausible el hecho que para el director del grupo JAVAR haya sido positivo el haber depuesto temporalmente la prosecución de sus objetivos como autor/director y asumir el reto de escenificar a otro creador cuya obra merece contar con el encuentro de otros públicos.

    La propuesta de escenificación que ofreció fue sintética como austera de efectismos; fue centrada en la labor del actor como eje para construir el universo de sus situaciones dramáticas: el encuentro de un dos jóvenes llamados Pablo y Sebastián que al pasar una noche, colocan entre ellos la evocación de una niñez que les ha unido en amistad sino los enredijos de sentimientos y una pasión acallada. Por ende, la dirección enfatiza más que componer una parafernalia que sobresaturase lo discursivo, prefirió darle hasta fuese la capacidad compositiva de estos histriones, buscar elementos de verdad orgánica para que los parlamentos tuviesen un asidero fluido como pleno de credibilidad. La planta de movimientos la armó conjugando tanto al inició como en el desarrollo de la trama con un hilo coreográfico a fin de generar poesía cierta poesía de las cosas que no se dicen pero que si se desean, anhelan o hace que adquiera significado esencial para su futuro devenir como seres que se sostienen en la realidad del ojo social.

    Las actuaciones ofrecidas por Gabriel Sulbarán y Elmer E. Pinto sin muchas pretensiones lograron ser creíbles, bien sostenidas y con una capacidad de conocerse el uno en el otro. Francos, dispuestos y perceptivos lograron componer sus personajes de manera sustantiva y aferrándose dentro de lo que les era permitido, a sus fortalezas y debilidades técnicas pero siempre atentas a que sea el espectador quien les evalúe al final de la representación. Un trabajo sincero y comprometido.

    Con la reposición de Cuando el día viene mudo en el Teatro Principal bajo la programación del Circuito Teatral de Caracas nos hace ver la energía y tesón de un grupo por estar en franca sintonía con el tiempo actual. Es una propuesta que, muy bien debe continuar en temporada.

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