martes, 15 de octubre de 2024

Ejercicios finales del Taller de Iniciación a la Crítica Teatral dictado en el Centro Cultural Chacao

Textos escritos durante el taller facilitado por Joaquin Lugo


La Señora Marga: Una piedra difícil de quebrar

Por Bladimir Aguilera

La Señora Marga de Antón Figuera, la propuesta teatral dirigida por Orlando Arocha en La Caja de Fósforos durante los meses de junio y julio del 2024, es una pieza imposible de pasar por alto. Cuenta en dos cuadros, la historia de una familia disfuncional que gira en torno a una recién enviudada Marga (Carolina Leandro). Este personaje, a través del abuso de sus roles de madre y suegra, controla y limita la vida de su sumiso hijo Félix (Carlos Arraiz) y su determinante nuera (Kate Ramos). Todos conviven en el ambiente decadente de una casa que se deteriora y la triste atmósfera creada por la carga de otro hijo adulto con discapacidad (Miguel Méndez).

En su texto, Figuera plantea como tema central la manipulación matriarcal a través de la evocación del compromiso, la obligación, la lástima, el sentimiento de culpa y la Fe religiosa. El conflicto se centra en el choque permanente entre la esposa de Félix con su suegra y con su propio marido, para intentar conseguir una añorada independencia familiar y económica.

A lo largo de la obra, se observa una clara progresión dramática reflejada en la continuas demandas y obligaciones que los demás miembros familiares van imponiendo sobre Félix, el único personaje con signos de entrega, solidaridad y nobleza, muy al estilo Johnny Deep en la película del ’93: ¿A quién ama Gilbert Grape? Esta progresión se detiene en el segundo cuadro y el conflicto se vuelve algo repetitivo, lo que hace que el espectador se impaciente y espere con ansias a que la olla de presión termine de estallar.

La resolución del conflicto ocurre casi al final y muy unido al desenlace, cuando Félix, al ver a su esposa tomar acción, hace una instantánea observación de sí mismo y debe decidir si continuar en un hogar de abusos sin fin o cambiar su vida por completo.

Como lo indica su nombre de roca sedimentaria, la señora Marga es una piedra difícil de quebrar que se abre hacia dos destinos. Puede ser apartada del camino por quienes se propongan seguir andando hacia el futuro o continuar siendo un obstáculo para aquellos que se quieran tropezar con ella una y otra vez.

La obra de Figuera es un texto humano, realista y hasta cotidiano, probablemente inspirado por alguna historia real del propio dramaturgo. Sorprende su nivel de profundidad y cargas psicológicas para ser una ópera prima y merece la nominación que tuvo en el 2024 al premio Isaac Chocrón.

La puesta en escena, por su parte, está creada con un contundente expresionismo. La escenografía recrea la sala de estar de una casa que alberga un hogar sin armonía, con un ambiente naturalmente lúgubre y siniestro, creado por una mínima y cálida iluminación. Dicha escenografía está bien lograda por el director en el espacio sin laterales de La Caja de Fósforos, con elementos dramáticos que reflejan la psicología interior de los personajes y la relación disfuncional entre ellos. Lo ilustra perfectamente una pared y un techo que se desmoronan constantemente con un sonido incómodo de escombros. Estos le recuerdan al espectador el abandono a la superación personal y simbolizan la decadencia moral y colapso de una familia.

El vestuario muestra claramente el nivel socio-económico de los personajes antes y después de la muerte del patriarca, que es el detonante de la historia. Las prendas usadas por los actores contrastan en los dos cuadros de la obra y reflejan a una clase media que se fue disminuyendo con el paso del tiempo. Una silla de ruedas es incorporada en el segundo cuadro, más como un accesorio que como utilería, para darle una especie de armadura a una señora Marga altamente demandante, agresiva y controladora a través de la lástima.

Todos los elementos de utilería tienen un propósito y están integradas de forma coherente y simbólica en la puesta. Como las obras de arte demodé que son la aspiración económica sin el esfuerzo y la planta decorativa que marca el intento de conseguir la libertad. Destacan también las tazas de chocolates que representan el egoísmo y la necesidad del espacio individual. Una urna de cenizas introduce con humor negro lo efímero de la vida y un vestido sin terminar representa el único signo de evolución hacia la independencia de la nuera. Este mismo vestido es utilizado como una referencia de tiempo hacia la búsqueda de solución del conflicto de la obra.

En cuanto a las actuaciones, todos los personajes están bien concebidos y construidos desde un punto de vista físico, psicológico y teatral. Destacan los magistrales matices entregados por Carolina Leandro, la contención emocional mostrada por Carlos Arraiz y la fuerza actoral de Kate Ramos que emanan sentidas frustraciones que le llegan directo al espectador. La persistente expresión corporal y coherente actuación de Miguel Méndez no dejaron de sorprender y conmover a una audiencia que ovacionó de pie una dramática pieza teatral en la que es muy difícil encontrar algún elemento fuera de lugar.

Verla remontada en espacios más grandes sería un regalo para el público venezolano que busca teatro de excelencia. Estoy seguro que moverá los cimientos familiares y emocionales del espectador, tal como lo hizo con este recién estrenado crítico.

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El musical de historia que está siendo histórico

Por Viannimar Guanchez

El 20 de enero del 2015 fue estrenado en Broadway el musical que, cantando historia, marcó la historia: Hamilton. Debido a su gran éxito y demanda, el 17 de noviembre del 2020 fue publicada la obra en formato digital de streaming en Disney plus, a causa de la pandemia. 

Lin-Manuel Miranda es el puertorriqueño dramaturgo, compositor, actor y director de este gran musical dramático de aproximadamente 3 horas de duración. Entre canciones, totalmente originales de la obra, se remontan en el pasado, enfocados específicamente en la vida y obra Alexander Hamilton, quien se convierte en uno de los padres fundadores de EEUU.

La obra se desarrolla, desde sus inicios como inmigrante, huérfano y soñador hasta su constante, trabajado y firme ascenso, y desde su posición e importantísima colaboración a nivel político hasta su vida, relaciones y problemas personales. Ambicioso, dedicado, esforzado e inteligente, con sed de satisfacer sus deseos de superación y reconocimiento, se muestra cómo va logrando un posicionamiento más alto dentro de la política como desarrollador del primer sistema monetario de EEUU, el banco nacional, entre otros, y, en consecuencia, su esmero por escribir de día y noche lo va alejando de su familia y le causa problemas. A su par, empieza a causar envidia y enfrentamientos. También, se tocan temas como el amor, la pasión, amistad, traición y muerte.

Este musical es llamativo para el público de este tiempo por la forma en cómo está escrito, entre drama y escenas de comedia, sin embargo, al ser asesinado el protagonista es evidente que su género es tragedia.

El hecho de que sea la historia de un político de otro país al que no pertenezco y, que logre envolverme el texto, sintiéndome entretenida, entenderlo, empatizar con todos sus personajes y, SOBRE TODO disfrutarlo, me hace considerar que la obra de teatro está escrita para que cualquier persona pueda tener una excelente clase tanto de historia como de dramaturgia.

Es emocionante leer letras de canciones de hip hop que hablan de muertes, triunfos y traiciones. Me demuestra una vez más que no hay limitaciones para unir cosas lejanas que, bien hechas, pueden hacer historia, así como lo hizo Hamilton y como también lo está haciendo el musical de Lin-Manuel Miranda.

En cuanto a la escenografía, las tablas están vestidas con un escenario cambiante de madera, donde varios andamios que permanecen en el fondo recrean desde un pueblo, una casa, hasta una oficina. En medio del escenario, se utilizan pocos recursos y únicamente cuando es necesario como algunas mesas o sillas, pero sus apariciones no son tantas.

El protagonismo de la escenografía se lo lleva el escenario giratorio que se encuentra en el medio de la tarima y es utilizado con bastante provecho, dando efectos de retroceso, enfrentamientos o dos historias paralelas. No son pocos recursos los que utilizaron, más bien diría que fueron los suficientes, para que la visión y movimiento no fueran torpe, recargada o incómoda.

El vestuario y maquillaje están totalmente ajustados a la época, sin ningún tipo de distorsión: los políticos con su respectivo uniforme, impecable y representativo, las mujeres con sus anchos vestidos con estampado y colores pasteles, maquillajes sutiles, corrección de imperfecciones, nada de rasgos extra marcados, ningún maquillaje llamativo o que diferencie a alguno de otro. Algunos personajes utilizaron una peluca para acercarse a las características físicas de quien representaban.

A nivel musical, tiene una cantidad de matices increíbles y conmovedores, desde ópera que saca a la luz con sus letras, las emociones y sentimientos de los personajes hasta hip hop que cuenta las historias y enfrentamientos entre ellos. Es importante mencionar que todas las canciones sin importar el género están sobre la melodía del piano. Cada canción tiene una personalidad muy marcada, ya sea por la historia que esté contando o por quien la esté cantando. Definitivamente, logran comunicar el mensaje que desean transmitir y logré entender lo que sucede en el escenario, desde un “Tengo que esperar mi momento” (frase repetida por un mismo personaje en diferentes instantes de la obra) hasta recibir la información completa en escenas silenciosas de alta tensión donde el único diálogo es la expresión corporal.

Aunque se ve lejano y que no tiene nada que ver, el maravilloso álbum de hip hop en este musical sí tiene más en relación si se compara la habilidad de rapear con la habilidad de Hamilton, su fortaleza al escribir, cuando él claramente representa la habilidad de las palabras para hacer la diferencia. Y, definitivamente es una de las razones que más ha cautivado al público, se podría decir “su gancho”.

En el formato digital que vi Hamilton, la iluminación está centrada principalmente en los rostros al momento de hablar cosas claves o importantes, los sigue mientras se desplazan y cantan con, especialmente, luz cálida y blanca. También, le suma y da protagonismo a los momentos que ponían en acción el escenario giratorio para colocar toda la atención y peso de la escenografía en esos recursos, que se alineaban maravillosamente causando placer al espectador.

A nivel actoral, hay algo que me conmovió mucho y es que, como espectadora, esperaba ver a los personajes históricos como se muestran de forma clásica: decididos, seguros, firmes, sin errores, sin miedo, dispuestos a dar todo por el todo y, aunque en muchas oportunidades es así, aquí se presenta a humanos como cualquier otro, con miedos, tentaciones, envidia, cobardía, tristes, infieles, impulsivos, que cometen graves errores y son totalmente vulnerables. Esto me hace ver en escena una gran carga emocional a nivel psicológico porque ellos se mantienen acordes con su situación social. Las acciones de cada uno son motor para ser mejores, para simplemente conformarse y quedarse en el mismo lugar, o de otra forma, para no avanzar por miedo y siempre actuar de forma impulsiva y poco inteligente para lograr lo que se desea. La relación entre los personajes está clara y cómo conectan entre ellos a nivel emocional o social. Así como la vida misma, los personejas logran dar una visión diferente de que un héroe sigue siendo un humano.

Sería increíble que no solo yo me quede con esta obra de arte en la cabeza. A mí me inspiró artísticamente, contigo también lo puede lograr.

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De vuelta al mar

Por Jesús Pérez

En marzo del 2024 se presentó en el marco del Festival Internacional de Teatro Progresista: Mar, obra de la agrupación boliviana Teatro de los Andes.

La obra trata de tres hermanos que emprenden un viaje para dar sepultura a su madre en el mar. Durante su travesía, cargada de simbolismos, se va mostrando la importancia que tiene la madre para sus hijos y cómo el deseo de volver al mar pesa sobre ellos como un deber más que como un querer.

En ocasiones, la travesía se ve interrumpida por otros escenarios donde se muestran conversaciones más directas entre otros grupos ajenos a la familia principal sobre la pérdida del litoral. Estas subhistorias dan más claridad al tema de la obra, que no son solo unos hijos intentando cumplir el último deseo de su madre, sino el sentir de los bolivianos respecto al mar y su anhelo de recuperarlo algún día.

A veces confusa, a veces directa, a medida que se va desarrollando el viaje vamos entendiendo el porqué de las cosas, por qué los hermanos se tratan así, por qué la madre pesa tanto sobre sus hombros, por qué tan fuerte el deseo de llegar al mar y por qué, a pesar de las dificultades, no hay vuelta atrás.

La puesta en escena es simbólica. Una puerta representa a la madre y la interacción de los actores con los elementos del escenario representan el avance de los hijos hacia el mar. Una revelación de la teatralidad en todos los momentos, vemos como todos los elementos del escenario van cambiando a medida que la historia progresa. Por momentos, una tela en el piso representa la arena y vemos cómo se retira y pasa a representar la bruma del mar o el mismo oleaje con un cambio de iluminación.

La escenografía es simple a la vista, pero bien pensada. Es reacomodada en escena por los mismos actores: una mesa y unas sillas que muestran que están en su casa; una puerta que hace las veces de madre y de puerta. Todo tiene más de una interpretación, más de una función. La escenografía te obliga a imaginar, integrándote más en la historia.

Con la iluminación, se crea un ambiente soñado, a veces iluminando todo el escenario, a veces solo a un personaje. Se deja bien claro con el trabajo de luces que la intención de la obra no es apegarse a la realidad, sino que el subtexto salga a la luz a través de una atmósfera soñada.

El vestuario sin mucha ostentosidad cumple con la función de identificar a los personajes, cada hermano con un vestuario que va acorde con su personalidad. En las secciones de los sueños, los actores cambian el vestuario para evidenciar que los personajes que interpretan en el sueño no son los mismos.

La agrupación Teatro de Los Andes demuestra a nivel actoral unos personajes bien construidos, todos con sus personalidades diferentes y marcadas, interacciones que en ningún momento rompen con la imagen que nos proyectan. Incluso en las secciones de los sueños donde los actores interpretan otros personajes, nos dejan bien claro que estos son otros completamente diferentes al trío principal. 

La obra deja un muy buen sabor en la boca y un mensaje muy claro también: a los bolivianos les duele haber perdido el mar y, después de haberla visto, a mí también me duele.

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Detalles de una historia en el humo

Por Estefany García

La antigua Plaza de Toros de Caracas fue el escenario del espectáculo Toñito, dramaturgia venezolana realizada por Nestor Caballero, dirigida por Carlos Arroyo y producción de la Compañía Nacional de Teatro.

El texto es una historización de la vida de Antonio José de Sucre. Nos presenta a través de flashback momentos memorables del prócer, reflejando sus pasiones, batallas y su conexión con Simón Bolívar. Esto no es algo nuevo para el autor ya que se caracteriza, como lo expresó el Maestro Leonardo Azparren Gimenez, “Por una relación espacio/tiempo en la que coinciden situaciones y personajes para que el espectador tenga una visión positiva del héroe”. El texto entonces nos permite conocer un Toñito que quizás no nos cuentan en los libros de historia donde lo onírico es un recurso protagónico y nos hace viajar a través de la imaginación.

Este espectáculo que los medios denominaron “performance” posee una puesta expresionista con un vestuario escaso de referencias históricas que abstrae el texto y un Toñito que se perdía entre un compás de bragas negras en escena, salvo los colores negro y rojo que se justifican con el uniforme general de esa época. Las máscaras evocan una sensación que te lleva a pensar en la imagen del Minotauro ¿Será que representa el asesinato del héroe? ¿o los miedos y oscuridades del mismo? Aún la duda sigue en la psique de los que asistimos.

¿Funcionó? No soy quien para decir qué funcionó. Hay proyectos que requieren de resultados; pueden ser factibles para unos o para otros quizás es suficiente con “presentar” y eso basta.  En consecuencia, un elemento de utilería circense: el fuego se llevó el protagonismo. Un encendido de antorchas que elevaba el humo alcanzaba a los espectadores y poco a poco desaparecía la imagen del héroe en la atmósfera de la antigua Plaza de Toros. Quizás la distracción del fuego es un recurso que contiene espectacularidad y carece de sentido. Este héroe, en esta puesta en escena, se pierde en el humo de las antorchas y malabares de fuego que encendían los intérpretes en el lugar escénico, junto a un sonido deficiente que entorpece por completo al momento de entender lo que decían los personajes y quedan, en el espectador, solo con lejanos gritos y exclamaciones. Sobre las actuaciones, considero importante recalcar el ímpetu de los intérpretes al tratar de levantar un espectáculo aún desprolijo de una dirección definida de actores. Me quedé hasta el final para aplaudir el hecho de que el elenco sacara el trabajo adelante, por su compromiso, su labor y entrega pese a las dificultades. Me quedo con esta última energía que me invita a reflexionar en los detalles que, a estas alturas, no nos podemos permitir pasar por alto y continúe como una cultura dominante de trabajo teatral.

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El Feng Shui del Tenedor: Una viaje visual a través de la psique

Por Alejandra Lollett

Luego de ver El Feng Shui del Tenedor, en la Sala Rajatabla y la Sala Plural del Trasnocho Cultural en mayo, les dejo mis impresiones.

Este es un monólogo escrito por Roma Rappa, la dirección por Luis Alberto Rosas y la producción de Ana Sofía Afanador. Es una creación de las filas del Teatro Sensible Amuni, la cual invita a transitar ideas, sensaciones y conflictos del alma de cada espectador.

La obra presenta un drama psicológico profundamente arraigado en la introspección del protagonista, Ander Cruz, un arquitecto atrapado en un espacio-tiempo fragmentado, donde las vivencias pasadas resurgen para tejer su presente lleno de incertidumbre. El texto se adentra en una narrativa no lineal, destacando las tribulaciones que han marcado al protagonista: un diagnóstico revelado tras cuarenta años, la soledad, una relación fallida, las aguas emocionales que lo envuelven sin lograr dar pie por sí mismo y la compleja relación con "Lucecita", su mamá. Estos elementos hacen de la obra un retrato claro y honesto de las crisis emocionales que cualquier individuo puede enfrentar a lo largo de su vida. Un punto clave en el desarrollo de la trama es el elemento sorpresa, una hoja de papel que el actor guarda en un bolsillo de su espalda, la cual describe el diagnóstico que lo ha perseguido toda su vida. Muestra la posibilidad de despertar y asumir su realidad. El acto de esconderla de nuevo en el mismo sitio sugiere una incapacidad para superar su crisis, cerrando puertas a una posible catarsis emocional. Es un gesto simple pero profundo, que encapsula la lucha interna del protagonista por reconciliar su pasado con su presente.

La puesta en escena complementa el tono introspectivo de la trama. El uso de video mapping para abrir la obra no solo crea un espacio simbólico que refleja el estado mental de Ander, además intensifica la sensación de vacío y desconexión. Esta herramienta visual se combina con un vestuario minimalista y terrenal: un pantalón quimono acompañado por una chaqueta, ambos en tonos terrosos, lo cual permite que la gestualidad y el lenguaje corporal del actor se proyecten con mayor fuerza. Esta elección de vestuario, lejos de ser ornamental, parece enfatizar la vulnerabilidad y humanidad del personaje. Los pies descalzos presentes como en ceremonia de iniciación, permite que el personaje conecte con la energía terrenal. La escenografía sencilla, utiliza paneles y el recurso audiovisual del video mapping de manera eficaz para expandir o contraer el universo personal del protagonista, dependiendo de la sala en la que se presente.

En la sala Rajatabla, la escenografía es fluida y expansiva, permitiendo una conexión más clara entre el cosmos y el microcosmos de Ander Cruz. En la sala Plural, el espacio más íntimo con los paneles superpuestos, creando una sensación de claustrofobia emocional que se alinea con la crisis interna del protagonista. Aunque ambas versiones parecen efectivas, el uso de iluminación y diseño espacial en Rajatabla se destaca como una opción más rica visualmente.

La música, utilizada de manera dosificada, actúa como un puente emocional que une los diferentes cuadros de la obra, dándole coherencia y acompañando el ritmo de la historia. Este recurso, amalgama los elementos visuales, narrativos y emocionales, contribuyendo a la inmersión del espectador en el universo psíquico de Ander Cruz.

El actor Theylor Plaza asume su rol de manera orgánica. Su cuerpo transmite el mensaje de acuerdo al desarrollo de la trama, pasando de un adulto, a movimientos corporales en un baile de sensualidad, a un niño que pierde la verticalidad para caer en la imposibilidad de superar sus emociones. ¡Una actuación impecable!

Esta obra ofrece una mirada profunda al drama psicológico de un hombre atrapado en el laberinto de su mente y recuerdos. La escenografía, vestuario, música y la sutil utilización del video mapping crean un ambiente que refleja fielmente la fragmentación emocional y el duelo del protagonista, mientras que la actuación permite una inmersión emocional que conecta con la audiencia.

Les invito para el disfrute de una obra que conmueve y sensibiliza.

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Post Sho’ah                                 

Por Gustavo Lara Jr.

          El romance como eje central, aborda desde el deterioro de la memoria, los recuerdos de Anna y Zygmunt, una pareja de inmigrantes polacos sobrevivientes al holocausto, o como los judíos se refieren en hebreo: sho’ah.

          Un recuerdo después del Holocausto, es un drama escrito por Carolina Perelman y Samuel Rotter, ahondando en las historias de sus antepasados. Fue dirigida por Andrés Moros y producida por Humberto Viteri. Se estuvo presentando durante dos fines de semana en el teatro del Trasnocho Cultural. Particularmente, el 21 de septiembre, la obra comenzó 48 minutos tarde, producto del retraso en la llegada de uno de los miembros del elenco; consideremos el respeto que merecemos como público y, al menos, una disculpa al final de la obra hubiese sido aceptable.

          La superación, las limitaciones. Gueto de Varsovia, campo de concentración en Cracovia. Dificultades para comunicarse en otros idiomas. Colombia, Venezuela, Latinoamérica, Miami. Empezar de nuevo. Olvidar. Olvidar. Son algunas de las palabras que van titulando las escenas, que, por momentos trasparentes, permiten identificar la continuidad de las acciones. Algunos instantes, se encuentran tan distantes que sólo podrían tener un significado para quien los recuerda o para quien forma parte del contexto, algunos diálogos en lengua extranjera sin una traducción posterior, nos da evidencia de ello. Junta alegorías de la historia judía con la cotidianidad de la cultura occidental. Por momentos biográfica, en otros onírica. La memoria juega un papel protagónico cuando empieza a justificar las acciones. De alguna forma, el romance lo puede todo y ello nos incita a superarnos cada día más, nos invita a salir adelante, aún después de haber vivido las situaciones tan trágicas que quedan en la memoria de los protagonistas. Lenta en sus pausas testimoniales. Cíclica en símbolos. Recurrente para buscar nuestra reflexión sobre lo significativo de los detalles en nuestra inevitable nostalgia.

          Al establecer vínculos con la experiencia del teatro entre sus épocas, encontramos un abordaje de la tendencia del absurdo, en hallar relevancia en el sentido de la vida, sin que su representación –en sí misma– lo tenga. Una reminiscencia al Sr. y Sra. Smith, desde el drama, desde el expresionismo. Recordamos lo que nos marca y, dependiendo del momento en el que nos encontramos, los detalles tienen diferente significado. Anna recuerda una foto con cariño, pero en edad avanzada, se permite volver a conmemorar cómo sufrió, quizá ya no con imágenes, pero sí con cartas; al cabo de unos instantes, asimila por qué Zygmunt siente tanto resentimiento y entre recuerdo y recuerdo, han pasado 20 años, 9 años, 34 años, ¿realmente importa?

          La escenificación va tomando sentido cuando los códigos establecen vínculos con el espectador entre su simbología y las situaciones, la narradora siempre procura realidad en la abstracción, pues conjuga los elementos de contexto e ilación de las imágenes para ubicarnos en edad, años, lugares o detalles que se escapan del recuerdo que persiste en Anna.

          Entrando ya en materia de los elementos de producción que constituyeron esta puesta en escena, el expresionismo toma un papel protagónico como estilo predominante y constitutivo de sus componentes.

          Unos decorados al fondo del escenario, para ser más específicos, unos backings que establecen la función de ventanales; estos –pintados artesanalmente– refieren a una paleta de marrones, y con ello, la primera relación con Anna y su armonía cromática entre marrón, mostaza, dorado. Una barra y unas mesas, evocan la estancia de un bar, luego descrito así por la narradora, quien además es caracterizada por una separación cromática con respecto al decorado y a Anna, en un azul Francia. Zygmunt más bien de tonos verdes bien oscuros, pantalón que se pierde entre los zapatos por falta de ruedo. Igual ocurre con el ruedo del pantalón del fotógrafo. Traje bicolor como sus zapatos, unos wingtip propios de las décadas de 1920 o 1930; traje ocre y pantalón marrón; sobrecargado con camisa, chaleco, pañuelo, boina; los zapatos blanco y negro. La amiga luce fucsia y un chaleco floral.

          El attrezzo se va descomponiendo en un grupo de elementos apilados a medida que la obra avanza y los cambios permiten revelar la teatralidad. Funcionalidad en todo aspecto, la vitrina se puede deformar, girar y desplazar con facilidad por un arreglo de ruedas en su parte inferior, y llega a decir tanto a lo largo de la escena, que genera incertidumbre saber si en las últimas, se ha averiado o es tan flexible su deformidad, que aparenta su desmantelamiento real.

          Sobre los vestuarios, un enlace con los años 50, por medio de una interpretación actual de cómo sugiere arte, que se vestían en París. Pueden dar una clara referencia hacia la mitad del siglo XX, pero se pierde entre los detalles con acabados, patrones y colores mucho más actuales. La estética, parece obedecer a varios estilos, muchas referencias dispersas que acaban por generar un collage de épocas –muy a pesar de su definida temporalidad–. Al margen, algunos otros elementos anacrónicos como la cámara, el ruedo de los pantalones de los hombres, los peinados o los detalles en trajes y vestidos, no permiten definir cuál es la propuesta de dirección de arte para con estos elementos –independientemente de que sea un espacio onírico–. La progresión decadente de la escenografía, también está presente en el vestuario, que va perdiendo intensidad y brillo, así como la vida va disipando esplendor, alejándonos de la nitidez de sus recuerdos.

          Sobre la iluminación, precisa, nos ayuda en la narrativa del intercambio entre momentos de recuerdo testimonial y los propios de la síntesis onírica; una disposición concreta de luz general mantiene la escena siempre iluminada, juegos de contrastes entre verde y rojo, o fucsia y verde, o ambientes azules, turquesa. En los testimoniales cálida luminiscencia ámbar.

          Entrando ya en temas de banda sonora, el uso de sonidos para referenciar a un reloj o algunos otros inmersos en la escena, tenían un excedente de reverberación que limitaba la apreciación o el entendimiento de primer momento; por instantes, la música opacó –por su intensidad o volumen– la proyección vocal del elenco. Al inicio, se presenta una grabación, parece una referencia a los protagonistas, pero la incorrecta ecualización en los graves, evita que se entienda lo que se reproduce. Uso frecuente de múltiples temas de varias películas muy reconocidas, distancian de la escena en sí misma. La referencia a que Zygmunt, realmente está presente en la Lista Schindler, por medio del tema compuesto por el maestro John Williams, lejos de permitirme concentrarme en la escena, me distancia hacia el filme de Spielberg. Lo mismo ocurre con la incorporación de la composición de Hans Zimmer, que me traslada hacia un planeta de importante oleaje y, además, recuerdo el estrés por el tiempo transcurrido. Algunas de las canciones también están muy relacionadas con tendencias en RRSS y es importante su contexto porque va inscrito en el mensaje –y así como tú, querido lector o querida lectora, has perdido completamente la atención en el montaje escénico en este momento, yo la perdí el día de la función–. Ausente de relación musical en términos estéticos, referencia a cualidades sonoras muy diferentes entre sí y estilos musicales no vinculantes ni en tonalidad, armonía, mucho menos en género. Parece una selección musical, más bien, caprichosa. La interpretación del elenco cantando en vivo, es otro de esos vestigios que aplauden el talento de los actores y actrices, en el contexto de saber aprovechar y potenciar los recursos con los que cuenta la dirección.

          Bárbara Arez, nos espera en el escenario interpretando a la narradora, su expresión corporal acompaña a la escena y a veces la incorpora como uno de los símbolos; sin embargo, la transparencia entre su rol como camarera, como enfermera a cargo de Anna, como narradora, pierde un poco al espectador sobre a cuál hacer referencia; romper la cuarta pared, puede ser un buen punto de partida para ubicarse en escena; trabajada expresión facial y prolija en su expresión corporal, prácticamente danza por el escenario con desenvoltura; distanciada e incómoda cuando comparte acciones con el fotógrafo, interpretado por José Gregorio Martínez, quien, en su afán por intrigarnos sobre sus motivaciones para abordar a las personas para tomarles fotos, interrumpe los diálogos de otros personajes; de aspectos físicos exagerados y estilizados, aborda su interpretación en sincronía con el elemento onírico que lo fundamenta, nunca resolvemos si es un estafador o sólo tiene fama de serlo, pero recordemos que sólo es relevante su estancia, mas no lo que realmente hace; a veces tropieza con el attrezzo o con otros personajes sin que parezca dentro de las didascalias del texto escénico; hace llave con Virginia Rivero, con quien procura una pareja de parejas, una grafía de las distintas personalidades que pudieron haber concurrido en el café al mismo tiempo, y que no necesariamente existieron. Virginia evoca amistad, cercanía, quizá ese necesario personaje que nos ha presentado a otros, su paso es netamente un trámite; su expresión también exagerada, genera balance que le permita sobriedad a los protagonistas. Ellos tres arriesgan su expresión dentro del drama, para que hallemos identidad y realismo en Anna y Zygmunt. Ellos –El fotógrafo, La Amiga, La Narradora– interpretan, desde el extremo de la acción, para poder balancear la escena.

          Zygmunt es interpretado por Alejandro Miguez, quien adopta –desde su expresión vocal– una caracterización a la que ya nos tiene acostumbrados en sus actuaciones. Interpreta al único personaje que siempre conserva sus orígenes, logra concretar la conducta del inmigrante, a veces ajena, a veces incómoda. Consigue, en muchas ocasiones, invitarnos a refugiarnos en Anna, porque lo demás, es hostil para él. Esos vestigios de delirio de persecución, de que todo el mundo le está esperando para devolverlo a la tortura de donde escapó, sus enemigos en todos lados, permiten que ese conflicto entre su justificado estrés, ansiedad, su claro trauma y su interés por Anna, generen una interpretación física del compromiso psicológico. Rasgos característicos de inmigrantes de Europa del Este en su hablar y su gesto más bien rígido, aún en escenas oníricas, mantiene dudas sobre si es presente o recuerdo, de tal forma que, durante el avance de las escenas, su deterioro en el odio y resentimiento por lo vivido, permite enlazar con otra verdad, él existe por el recuerdo de Anna y nos hace reflexionar sobre la percepción que tienen los demás sobre nosotros, ¿siempre esperan recordarnos como la primera vez?

          Y así, llegamos al origen de estos recuerdos, la memoria de Anna, interpretada por Grecia Augusta Rodríguez: prolija, regia, sobria y en contraposición con el resto de las actuaciones, se mantiene interpretando desde la pre-expresividad, un esfuerzo que sólo concluye en la acción única y suficiente, un empleo de expresiones resueltas a reproducir sólo lo necesario y con ello, permiten empatizar con lo más humano y con lo más vivo. Su actuación en los testimoniales, se aleja del estilo de sus compañeros de elenco, para ayudarnos a entender lo que es real para ella, y justifica totalmente la excesiva expresión de los demás, frente a la de ella. De técnica cuidada y cultivada, el marcaje a veces le impide continuar con su actuación, pero está justificado en su rol operativo entre tramoya, símbolo y recuerdo. De escucha activa en escena, espera y da paso a los demás, receptiva y viva ante el diálogo del elenco, busca la complicidad, y atiende a la comunicación en gestos y detalles con sus pares, para advertir la continuidad del siguiente movimiento, del siguiente diálogo; parece siempre fluida la escena, porque se amolda al estado actual de la energía, sabe que los demás la transforman y ella fluye, una protagonista que se ilumina por su elenco y ella retroalimenta al montaje: se subordina. Encontré la humildad, en la propia humildad.

          Dos caminos se presentan para el resultado de la dirección: una ausencia de guiatura o fundamentos de técnica actoral para unificar o, por el contrario, una reunión de elementos a los cuales el director se subordinó ante el elenco y la química que se fue desarrollando presentación a presentación. El excesivo y libre movimiento de los actores por la escena en los diálogos y la improvisación en los movimientos de tramoya, dejaban colar un conjunto muy grande de puntos de falla, entre los cuales, no sólo el espectador se pierde intentando suponer si algún elemento de la escenografía o utilería corresponde al sitio, o está ahí producto de un olvido de la escena pasada, sino que, además, pone en riesgo al elenco de cara a prepararse ante contingencias. Otro momento de dispersión, lo presentan en la constante limpieza de una barra o unas mesas que ya, a la vista, se aprecian prolijas; un apresurado movimiento para asegurar los pilares de la parte derecha, mientras un reposado y singular movimiento para afianzar su contraparte en la izquierda, origina suspicacia sobre la cantidad de tiempo destinado a su ensayo y la claridad sobre el marcaje. Tanta diversidad en el estilo de actuación sin elementos unificadores, ¿acierto? ¿el elenco llevó propuesta y no fue guiada hacia una misma visión? ¿La visión del elenco obedece a lecturas muy distintas? ¿Hubo carta blanca para la creación de personajes sin alcance definido? ¿Realmente llegamos a plasmar la idea de la propuesta original?

          Ya para concluir con este recuerdo, quisiera destacar la importancia de agradecer al final de la obra –también–, a quienes apoyaron el proyecto para que todo esto fuese posible. Gracias a: Espacio Anna Frank, Unión Israelita de Caracas, Activalores, Grupo Mimesa, Fundación La Compañía Humana, y el Colegio Moral y Luces Herzl-Bialik.

          Encontrémonos con nostalgia en el pasado, sin olvidar que debemos y podemos, seguir adelante.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Ejercicios finales del Taller de Iniciación a la Crítica Teatral para el TNT (Taller Nacional de Teatro) de Rajatabla

Textos escritos como ejercicio final del Taller de Iniciación a la Crítica Teatral, facilitado por Joaquin Lugo, para los estudiantes del programa de formación TNT (Taller Nacional de Teatro) de la Fundación Rajatabla.

 

La lluvia nunca había sido tan extraña

Por Jay González

Llueven Vacas es una obra dirigida por Omar Churion, quien fue el séptimo (7mo) ganador del Festival Jóvenes Directores del Trasnocho Cultural. Esta obra se estrenó en Venezuela el 12 de octubre de 2023 en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural y fue llevada a la sala de la Fundación Rajatabla, del 27 de octubre al 5 de noviembre del mismo año, donde tuve el placer de verla en su función del 28 de octubre a las 6: 00 pm. Escrita por el dramaturgo español Carlos Be, Llueven Vacas es un drama que nos muestra la historia de Fernando y Margarita (interpretados por Antonio Delli y Grecia Augusta Rodríguez). Ellos llevan una relación de pareja en la cual él manda y ella obedece, además de la presencia de un tercer personaje llamado Carol, interpretado por Nathaly Ordaz.

El texto refleja la codependencia, el maltrato y la violencia de género por la que atraviesan muchas personas dentro de una relación. Donde Fernando, por medio de la poesía y lo absurdo, es capaz de influenciar y manipular la manera en la que Margarita ve la realidad, al lograr que ella se pierda a sí misma y tenga que soportar la presencia de Carol, la amante de Fernando, que es todo lo contrario a Margarita. Esto vuelve su mundo, un tanto surrealista, en el cual los límites los coloca Fernando y en donde todo es posible, incluso: llover vacas.

Tocar este tema es de suma importancia todavía en esta época, debido a que a pesar del movimiento feminista que existe y la inclusión por la que se ha venido luchando, es preciso saber que aún se mantiene vigente la violencia de género y que Margarita no solo grita por todas las mujeres que ya no están, sino por todas las personas sin importar su género. Considero que ese es el mayor objetivo del escritor Carlos Be y del director Omar Churion, al hacer que el público se identifique con la obra.

Tener en escena a Grecia Augusta y Antonio Delli como protagonistas de esta pieza, hizo que valiera aún más la pena verla, por la experiencia que ambos tienen en las tablas, sin despreciar el trabajo de Nathaly Ordaz. Debo decir que la interpretación de Grecia como Margarita fue excelente porque su corporalidad, sus expresiones y su manera de hablar, con suma naturalidad y franqueza, demostró el gran trabajo que realizó a la hora de construir el personaje. Desarrolla una variedad de matices y sentimientos, que iban del amor y felicidad a la confusión, tristeza y desolación. En cuanto Antonio como Fernando, fue interesante verlo con un personaje que tiene una fuerte carga machista y egoísta, que se aleja totalmente de como es el actor en su vida cotidiana, aunque debo resaltar, que me hubiese gustado que su expresión corporal hubiese sido más trabajada, al igual que su manera de abordar este texto porque, por momentos, me recordaba a personajes que ha interpretado anteriormente y eso causó que tuviese pequeñas desconexiones con la historia. Por otro lado, Nathaly como Carol, considero que fue un personaje al que se le podía aprovechar más, no digo que su actuación no estuviese bien ejecutada, pero creo que la construcción del personaje estuvo insuficiente y con falta de veracidad.

La puesta en escena fue muy atractiva visualmente y correspondía perfectamente con la trama de la obra, ya que la implementación de cuerdas que iban amarradas del techo al suelo en forma de enredadera, reflejaba no solo el encierro y la opresión en la que vive Margarita, sino también la metáfora, de que las cuerdas son los hilos con los que Fernando controla a su mujer como si fuese un títere y que, adornados con rosas, dan a entender la sutileza con la cual la maltrata. El cajón que se encuentra dentro de la escena fue una gran idea y se relaciona con lo surreal del texto porque nos brinda una manera diferente de cómo cambiar de espacio a través de un simple cajón que funciona como puerta, pared, mesa, cama, comedor y hasta como urna. Es una obra estéticamente minimalista debido a que los vestuarios son bastante sencillos y cotidianos, acompañados con un maquillaje neutral, en el cual solo resaltan los labios rojos de Carol.

El trabajo de iluminación, estuvo acordé a cada escena, brindando esa sensación de estar en otro sitio y también se conectaba con lo que estaban viviendo en ese momento al lograr que cada imagen se transmita con éxito. Esto es un aspecto que Omar Churion destaca de sus trabajos: las imágenes, junto a la simbología a través de la corporalidad de sus actores. En este caso, acompañando la pieza con la canción Creep de Radiohead, que quedó como anillo al dedo al montaje, por lo que esta describe.

En general, es una pieza bastante completa, a la que solo le mejoraría el ritmo, porque tiende a volverse un poco lenta, sin embargo, igual hago la invitación a disfrutar de esta obra que nos lleva a la reflexión y la visibilización de lo que sufren algunas personas y lo callan. Porque el teatro y cualquier forma de arte, no solo sirve para expresarse, sino también como un medio de denuncia.

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Un grito de libertad en la escena

Por Moira Hernández

Credo del autor francés Enzo Corrman, con traducción de Fernando Gómez, fue presentada en la Fundación Rajatabla del 23 de septiembre al 08 de octubre de 2023, bajo la dirección de Marisol Martínez.

Se trata de la historia de una mujer cuya identidad siempre se ha visto supeditada a una sociedad conducida por hombres y ella desea encontrar su liberación de alguna forma, por lo tanto, esta mujer es presentada a través de una confesión: ha decidido cometer un crimen. A través de su monólogo, no vamos introduciendo en un drama que abarca pasado, presente y futuro; y una realidad emocional que pasea por el dolor, la violencia y el desamparo a través de la protagonista que narra su cotidianidad, sus recuerdos y sus pulsiones.

Esta resulta ser la primera obra escrita de Corrman, quien abandona el periodismo para dedicarse al teatro, porque se inclina a una comunicación menos estructurada y más poética, sin que eso signifique que el mensaje que quiere transmitirse tenga por qué perder fuerza. Esto creo que se manifiesta perfectamente en el texto, en el que las palabras se hilan de forma hábil y poética y, aun así, el entendimiento y la vinculación con la voz, vida y deseos de esta mujer están siempre presentes.

En el texto original, se nos presenta un monólogo, mientras que en esta versión se aborda el mismo texto a través de cuatro personajes. El tema principal es la violencia de género, pero también se abordan otras aristas como la soledad y la frustración ante ciertos estándares sociales tradicionales. La forma en la que se entrelazan las distintas etapas de la vida de nuestra protagonista permite que se establezca una relación de causalidad que permite comprender el momento presente del personaje, por tanto, la estructura del texto en tres tiempos me parece certera, siendo un recurso valioso no solo para su comprensión sino también para la movilización y la vinculación del espectador con la historia.

En Credo, se presenta una puesta en escena que explota al máximo la división del personaje central en sus 4 versiones, con elementos escenográficos que no solo esbozan la realidad escénica de una casa y. además, crean una atmósfera de soledad y confinamiento, sino que, también, generan símbolos o códigos que comunican un mensaje al espectador. Por ejemplo, una de las mujeres se encuentra dentro de la nevera y se manejan elementos como las botellas de vino, bandejas, agua... eso genera pensamientos de frialdad, el refugio en el alcohol, la muerte en vida. Elementos como la radio, que está ubicada justo sobre la nevera, me hace pensar en cómo los pensamientos del personaje, en ese punto de su vida, se encuentran sumidos en toda esta debacle emocional, están llenos de interferencia. La televisión proyecta imágenes en blanco y negro en los que la figura masculina es el personaje preponderante y esto, en conjunto con la posición del personaje que ocupa este espacio escénico, transmite pensamientos de rutina y resignación. Una mesa central con muñecos amarrados en sus patas es bastante impactante y se torna en uno de los golpes de realidad más fuertes vinculados a la infancia y al sometimiento. Estos y muchos otros elementos fusionados con ciertos instantes de rompimiento, como las repeticiones y las pausas, dan el espacio para sumergirnos como audiencia en este tipo de reflexiones.

El vestuario es magnífico, pues no solo fortalece esa sensación de vulnerabilidad a la que ha estado sometida esta mujer, sino que también la dota, aunque suene paradójico, de cierta fuerza y sensualidad, así como también se produce una fuerte proyección de la feminidad. Hay uniformidad entre las cuatro, lo que robustece la certeza de que es una misma mujer en cuatro partes y, aun así, hay pequeños elementos que nos permiten distinguir a una de otra y entender que cada una de sus etapas y vivencias tiene implicaciones diferentes. De igual forma, el uso de los sacos como representación de la figura masculina y como cada una de ellas tiene un saco distinto me parece inteligente, creativo y muy bien pensado y logrado. El uso de las máscaras en conjunto con el desempeño corporal de las actrices es algo que vale la pena destacar, lo que se potencia, además, por una musicalización maravillosa e inolvidable que te sumerge en la carga emocional que viene implícita en la historia.

La iluminación es factor clave tanto para desarrollar las distintas atmósferas que se van presentando a lo largo de la pieza como para delimitar los cambios temporales y hacer que el espectador comprenda como se va produciendo el paso de las horas. El recurso fue manejado de forma brillante.

Al hablar de maquillaje, recuerdo algo en particular ya que en general me parece que las cuatro actrices cuentan con un maquillaje bastante natural, lo que dadas las circunstancias observo como un acierto. Sin embargo, en algún momento de la puesta, se encuentra la acción en que el personaje que representa la infancia le pinta los labios al personaje que encarna el presente de la mujer. Emplear así este elemento, significa que aún, en momentos atribulados, se asoma la posibilidad o la necesidad de querer renacer, brillar, bailar, levantarte y seguir adelante.

Valentina Garrido nos obsequia un trabajo sublime con su actuación, muy buena construcción del personaje, del manejo de la gestualidad y del cuerpo, un foco potente, directo. Ella siempre está presente en todos los sentidos, sus inflexiones y el manejo de la voz son impecables y su presencia escénica es arrolladora. Jessica Arminio con un carisma sin igual, transmite de forma perfecta la ingenuidad de la infancia, la sorpresa, la confusión, los descubrimientos y suele representar en algunos momentos cierto alivio cómico en un contexto tan denso, lo que hace que sus escenas más fuertes o conmovedoras sean más sentidas pues siento que es uno de los personajes con los que el espectador conecta rápidamente. Se nota que también hubo un gran trabajo de construcción del personaje porque mantiene una actuación orgánica de principio a fin y cuida de igual manera las inflexiones y matices necesarios. Estas dos actrices en mi opinión constituyen una dupla poderosísima. De hecho, antes del estreno en la Fundación Rajatabla, para ser exactos en el mes de marzo 2023, se presentó una especie de adelanto en la Alianza Francesa de Caracas en el marco del día de la mujer y, en esa oportunidad, las únicas intérpretes eran Valentina y Jessica. Posteriormente, ya para el estreno en Rajatabla, se unen al elenco Karla Vieira y Karen Rosales. Karla, con un manejo de la expresión corporal que indudablemente vale la pena destacar y con un trabajo de “muñequización” muy interesante, que me atrevería a señalar inclusive como uno de los momentos más interesantes de la obra y Karen con un manejo profundo e intenso de la voz, que aporta mucho a lo que es la existencia paralela de estas cuatro mujeres que al final son una misma.

La seguridad de cada una de estas actrices y, sobre todo, la conexión manifiesta entre las cuatro y la complicidad que se experimenta en sus interacciones hace que las dimensiones de este trabajo alcancen los niveles deseados y que en conjunto con todo lo antes descrito, sea una pieza en la que cada segundo vale absolutamente la pena. Un trabajo para aplaudir de pie, con un mensaje claro, contundente y muy bien contado. Espero que, en el futuro, haya más presentaciones de este magnífico trabajo y de ser así, no lo dudes, asiste al teatro y disfruta de una experiencia que no vas a olvidar.

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Rota

Por Rosa M. Padrón

La pieza teatral Rota, con extractos del monólogo del libro La mujer rota, de la filósofa francesa Simone de Beauvoir, es una versión libre de Jericó Montilla donde refleja las historias de deslealtad y desamor que las mujeres experimentan con sus parejas o familiares. La obra fue estrenada el 7 de junio del presente año en la Sala Rajatabla, y vuelve con nuevas funciones a la Sala plural del Trasnocho cultural en el marco del Festival círculo escénico.

Rota nos sumerge en historias de mujeres que son víctimas de relaciones agobiantes y dolorosas. Esta obra se centra en la mirada y el sufrimiento de una madre que lucha por reconstruir su existencia después de la muerte de su hijo, también en el quiebre de una relación y donde una mujer busca desesperadamente respuestas, se culpa sin sentido y se hace miles de preguntas. Es un texto muy bien escrito, muy duro y a la vez conmovedor, no desde la emoción, sino desde el sufrimiento. Resulta interesante el enfoque que se le dio a esta obra.

Es una experiencia teatral que atrapa de forma directa al espectador una vez que ingresa a la sala rajatabla, con un escenario bifrontal donde el público tendrá distintas percepciones de la obra. Además, nos conmueve al ver a estas mujeres sufriendo. El vestuario refleja su feminidad y al mismo tiempo el maquillaje nos manifiesta el sufrimiento que están viviendo. Por su parte, el diseño de luces tenue fue muy acertado porque recrea un ambiente tenso, un clima perfecto que solo un gran director sabe construir. Durante la obra se utiliza un recurso: la puerta, un gran y simbólico elemento durante la puesta en escena que se fundamenta en el trabajo físico de las actrices.

Jericó Montilla, es actriz y directora del Teatro Ceres, con una trayectoria extensa en el mundo del teatro y reconocidos montajes a lo largo de su carrera en los que la línea que sigue la directora va muy relacionada con el feminismo. La gran parte de su dirección va muy ligado al teatro físico y Rota no es excepción. Hay siete mujeres en escena: María Alejandra Tellis, Andrea Padrón, Yenny Vegas, Katherine León, María de los Ángeles Aponte, Keili Veloz y Margarith Sosa, quienes realizaron un trabajo dancístico para reflejar el sufrimiento de las mujeres. Ahora bien, a nivel interpretativo todas destacan. La proyección se mantuvo en todo momento y nos permite seguir el hilo de la historia aun cuando hay trabajo físico de por medio. Las actrices permanecieron en escena y aunque no poseen texto, su presencia era notable.

Rota es una obra muy fuerte, que les aseguro que no va a pasar desapercibida en ningún espectador. Es una obra que incomoda y que remueve sentimientos. La historia de estas mujeres nos invita a viajar por el mundo femenino, conectando con su sensibilidad extrema, intensa y sutil.

 

Rota o rotos

Por Daniel Ramírez

"Estaba asqueada de mi cuerpo" es uno de los primeros textos de La mujer rota, adaptada al teatro y presentada en la Sala Rajatabla por Jericó Montilla. Podemos apreciar una libre versión del texto La mujer rota de Simone de Beauvoir que, fiel a su trayectoria, se nos presenta, como ha sido a lo largo de su obra, la problemática de la mujer contemporánea y su búsqueda de una voz feminista. Ya desde El segundo sexo plantea todo el marco conceptual con el que seguiría trabajando toda su vida.

Desde el primer momento, muestra una mujer que efectivamente está "rota". ¿Quién tiene la culpa de esto? ¿Será de su marido, su hijo? ¿Las presiones que pone la sociedad sobre sus hombros, de otras mujeres o hasta de ella misma? Son preguntas que la obra tratará de responder de alguna manera y, aunque, se muestre como la historia de tres mujeres, todas ellas son borradas individualmente porque sus problemas no son solo de ellas, sino de todas las mujeres. Así que estas tres mujeres son todas y a la vez ninguna, ya que, independientemente, de sus logros o vidas diferentes y de lo mucho que intenten alejarse del estereotipo de una mujer, siempre son juzgadas como tal. Ninguna de ellas es capaz de escapar a la consideración que tiene la sociedad de lo que debe ser una mujer, una madre, educadora y responsable de los cuidados del hogar. Una mujer que no cumpla con estos requisitos, automáticamente, ya no es considerada como mujer y, al no cumplir con su rol social, eso genera un problema de identidad.

No hay que olvidar que Simone de Beauvoir era una filosofa existencialista y una de sus preocupaciones principales es ¿qué le queda a una mujer cuando no cumple su rol? ¿Quién es ella luego de perder su condición social? En un mundo sin Dios y sin identidad, solo queda la crisis y el auto desprecio. La versión de Jericó trabaja sobre estos mismos principios. Ahora, llevadas a la escena en la Sala Rajatabla, con varias obras que retratan la condición femenina desde todos los ángulos posibles, en esta ocasión, transforma las tres mujeres de Beauvoir en seis actrices de diferentes contexturas, colores y edades, despersonificando el problema y mostrando como esta no es una historia individual sino un problema social que afecta a todo tipo de mujeres. Desde esa visión, muy inteligentemente. Jericó aumenta el número de actrices en escena con un excelente trabajo corporal que muestra lo que sienten, su mundo interior y psicológico y cómo reaccionan de forma distinta ante la misma violencia.

El uso de la puerta como único elemento escénico, funciona como un precioso símbolo de escape de la violencia, pero, también, es un encierro o representa lo que distancia a todas ellas, a veces enemigas una frente a la otra y a veces aliadas contra la sociedad. La puerta funciona como un gran símbolo que puede cambiar de acuerdo al contexto para representar diferentes significados: es la salvación y el encierro en un mismo objeto. La austeridad de toda la obra es llevada al máximo desde el maquillaje, el vestuario y un diseño de luces tan rompedor como sencillo que, sin el uso de ningún color, con un diseño basado en puras luces, genera mucha intimidad y te lleva a un lugar muy común y cotidiano.

Las actuaciones están marcadas por un trabajo corporal expresionista y muy físico, como es costumbre en los trabajos de Jericó. Nos transmiten muchísimo del dolor y las dificultades internas de ser una mujer, pero llevadas a su expresión corporal, las seis actrices se complementan muy bien. Ninguna destaca en particular con ningún personaje siendo todo muy coral, los personajes se desdibujan hasta el punto de ser solo fragmentos, pedazos de esa mujer rota a la que hace alusión el título de la obra. Finaliza de manera sorprendente cuando junta todos los fragmentos en una decisión definitiva, donde no hay vuelta atrás.

La obra nos invita a reflexionar hacia nosotros mismos y la realidad en que vivimos, una realidad llena de necesidad de aceptación social, de presiones externas que inhiben nuestra identidad y nos despersonalizan, nos rompe hasta volvernos muchos pedazos, fragmentos de uno mismo, rotos e inservibles. Solamente, juntar esos fragmentos y hacerle frente a la sociedad que nos aliena es que podemos encontrar una voz interior que nos dé esperanzas en un mañana mejor. Una obra sumamente necesaria en los tiempos en que vivimos.

 

Pedazos de mi alma… Apología de una mujer que renace

Por Airam Palomo

Rota, dirigida por Jericó Montilla, se presentó en la Sala Rajatabla el 14, 15 y 16 de junio a las 6:00pm. Esta obra lleva a cabo las ideas y situaciones principales del monólogo La mujer rota de Simone de Beauvoir, un drama que nos sumerge en el viaje de lo que día a día vive una mujer en su entorno familiar y cómo lidia con la deslealtad, sintiéndose perdida e inferior ante los demás. Al final de este camino, ocurre la liberación y afronta las consecuencias que esto conlleva. El texto es una versión libre de la directora Jericó Montilla.

Me parece un acierto realizar este montaje teatral en nuestra Venezuela de hoy porque nos hace darnos cuenta que mujer NO es sinónimo de conformismo ni de “agüante”, al recalcar la importancia de tener metas personales y no abandonarlas aun cuando formas una familia. Estamos en la época donde las mujeres se consolidan a sí mismas y la línea artística de Jericó nos muestra estos matices de denuncia, exposición contra la violencia de género, trata de personas, racismo y esclavitud. La obra fue interpretada por Teatro Ceres quienes llevan más de 5 años de trayectoria y sus integrantes se especializan en el manejo del cuerpo como motor escénico, por ello, el grupo teatral encaja perfectamente con la pieza y su propósito. Las actrices involucradas nos hacen transitar cada escena de una manera sublime y con sus movimientos nos cuentan la historia de una mujer al punto de transmitir muchas emociones sin que te des cuenta.

Se lleva a cabo en un espacio bifrontal y maneja una estética minimalista. El elemento principal de la escenografía es una puerta movible que funciona como símbolo para la mujer del monólogo, fragmentada en las 7 actrices, Representa la liberación del rol de dama perfecta, huir, pero también quedarse porque abrir la puerta puede ser un proceso difícil para todas. Otro elemento de utilería son los tacones, símbolo de la feminidad. Durante el transcurso de la obra, se los ponían, los llevaban en la mano y sí… también escaparon por la puerta. Considero que la disposición frontal que utilizaron como recurso para ingresar a más público en la sala, no favoreció al disfrute de la puesta teatral debido a que se perdían muchos movimientos que si se apreciaban en la bifrontalidad.

Lo más atrapante de la obra fue, sin duda, la expresión corporal de cada actriz, siendo mi favorita Margareth Sosa que, desde el primer momento, llamó mi atención con su energía y su foco. Utilizan el micrófono como herramienta para transmitir cercanía e intimidad, sin embargo, por momentos lo que se decía en el resultaba inentendible. Manejan una atmósfera de soledad y melancolía apoyándose en la iluminación algo opaca y cenital. Destaco el trabajo de todas las intérpretes: María Tellis, Andrea Padrón, Yendy Vegas, Katherine León, María Aponte, Keily Veloz y Margareth Sosa, porque sostuvieron hasta el final la atención del espectador y representaron de manera desgarradora y violenta situaciones que, lamentablemente, la mayoría de las mujeres identifican. Cada gesto era diferente como si hurgáramos en cada emoción de esta mujer, como si fuesen muchas experiencias, pero al mismo tiempo una sola conclusión, como decía la directora Jericó Montilla con respecto a la agresividad de los movimientos: “La infidelidad no es suave, no es tranquila” y eso se refleja en toda esta puesta teatral. Me hubiese gustado que durara un poco más. pero objetivamente por el texto y la energía que manejan las actrices resultaría tortuoso para el público, así que su duración es la necesaria.

Por mi parte, los invito a que se den la oportunidad de sumergirse en esta creación que en 40 m te hará sentir, reflexionar y apreciar lo que puede vivir alguien que ha sido traicionada en todas las formas posibles, incluso a ella misma. Date la oportunidad de ver otras realidades. ¡VE AL TEATRO!

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Mierda y Miseria

Por Isis García

La obra teatral venezolana de José Ignacio Cabrujas Profundo se presentó el 30 de mayo en el teatro Alberto de Paz y Mateos, bajo la dirección de Francisco Denis.  La obra mantuvo la estructura original propuesta por Cabrujas, cuyo drama relata la historia de los Alamo, una familia venezolana de clase media baja que tiene la sospecha de que yace un tesoro en alguna parte de las profundidades del terreno de su casa.

Así mismo, los personajes y las situaciones que viven guardan profunda relación con el país, pues refleja el conformismo criollo y la viveza venezolana. El agujero de alguna forma representa una alegoría a la sociedad, aquella que se hunde en apostar por el dinero fácil y que reniega el trabajo en conjunto para salir adelante como familia y como país, por lo que acaba envuelta en mierda y miseria.

En esta oportunidad, la obra se presentó como parte de la celebración del 40 aniversario de la Compañía Nacional de Teatro, institución que cuenta con el elenco de actores más grande del país y ha producido numerosas obras de teatro, además de trabajar con reconocidos directores y participar en festivales internacionales.

A nivel escenográfico, se utilizaron apenas unas hileras de ladrillos para representar la estructura de toda una casa. El proscenio estaba completamente cubierto de tierra y se percibe a primera vista una excavación profunda, lo que evidencia el conflicto de la obra. Cada una de las habitaciones de la casa contaba con la utilería indispensable para ubicar al espectador espacialmente (una cama en el cuarto, una bañera en el baño). Las prendas de los personajes tienen marcas visibles de mucho uso, arrojando información sobre el estatus social de la familia. Los sonidos emitidos en vivo a lo largo de toda la obra generaban un sentido de cercanía con el público porque permitían escuchar desde la resonancia de una lluvia torrencial hasta el susurro de una cucharilla rozando con la taza de porcelana. 

El elenco conformado por Aníbal Grunn, interpretando a Buey; Aura Rivas, a Magra; Francis Rueda, a Lucrecia; María Brito, a La Franciscana; Yhannelys Medina, a Elvirita y Luis Domingo González, a Manganzón, logró una interpretación coherente y emotiva, que destaca no solo por su talento actoral, sino también por su dominio de la gestualidad y técnica vocal. Cada uno de los actores contribuyó a una representación rica y compleja de la obra de Cabrujas y permite a los espectadores verse reflejados en la historia y crear una conexión emocional que va más allá del escenario.

Si buscas una experiencia teatral que no solo entretenga, sino que también te haga reflexionar sobre la realidad venezolana, Profundo de José Ignacio Cabrujas es una obra que no te puedes perder. Esta obra ofrece una mirada profunda y conmovedora de las dinámicas familiares, las luchas económicas y las aspiraciones de una sociedad conformista. Su mezcla de humor, drama y crítica social, te invita a reflexionar y dialogar sobre nuestra identidad y nuestras verdaderas aspiraciones como venezolanos.

 

Desentierro Insondable

Por Mildredt Alvarado

La obra Profundo, escrita por José Ignacio Cabrujas y dirigida por Francisco Denis, con una temporada de cuatro semanas en junio de este año; se presentó en el marco de la celebración del 40 aniversario de la Compañía Nacional de Teatro, en el Teatro Alberto de Paz y Mateos de Caracas.

Se trata de un drama que juega con la comedia y relata sobre una familia con creencias religiosas muy marcadas que, a partir de una supuesta visión, se abocan a desenterrar algo que creen se encuentra en la casa. A medida que van tratando de desenterrar el "tesoro", se va poniendo en evidencia cómo las creencias, bien sean religiosas, sociales y familiares, pueden arrastrar y sepultar a una persona, a una familia. Sacrifican y anulan una vida por la ignorancia y se dejan sumergir en lo más profundo de la nada. Someten los propios sentimientos y deseos por otros, ahogando su voz y su vida hasta convertirla en un espectro sin ningún sentido. Desde la ignorancia de una generación, se manipula a todos los miembros de la familia, incluso aún a los más jóvenes.

Desde que se entra en la sala, se puede intuir que ha sido un trabajo donde los detalles han sido cuidadosamente dispuestos. A pesar de la escenografía minimalista, la presencia de la tierra, los bloques que delimita y la cavidad en el piso, traslada a un espacio que parece real y no un escenario como tal. Aunado a la atmósfera que producen las luces, tanto la iluminación de la sala, como las lámparas de mano, nos imbuyen de nostalgia y pasado.
Y mucho más aún, los efectos de sonido producidos en vivo con objetos, en sincronía con los movimientos o en juego con la iluminación, fue realmente impresionante y muy bien logrado.

El vestuario también nos relata tanto la época como la condición social de los personajes, al unísono con el maquillaje y utilería, todo perfectamente conjugado. Las actuaciones no dejaron nada que desear, por el contrario, impecablemente nos conducen a vivir y experimentar emociones, en cada momento. Todos, absolutamente, se destacaron al llevar a la esencia de los personajes: Elvirita, interpretada por Yhannelys Medina, la más joven, nos presenta a una chica con una ingenuidad suspicaz, un trabajo corporal bellísimo, artístico y muy profesional. Lucrecia, personificada por Francis Rueda, quien le imprime y nos regala la candidez y sencillez de una esposa sumisa, crédula y encerrada en las creencias religiosas. Su voz de mujer pueblerina, pausada pero convincente, aunque su diálogo sea contradictorio y confusa su narrativa. La Franciscana, interpretada por María Brito, magistralmente, tanto en corporeidad y corporalidad, nos muestra un personaje aprovechado, embaucador y que a pesar de su discapacidad física (muy bien logrado) tiene y ejerce una fuerza y poder psicológico sobre toda esta familia. Magra, quien se presenta como una señora sosegada, parca en su hablar muy contrario al carácter impetuoso al que Aura Rivas nos ha acostumbrado. Por su parte, Luis Domingo González nos regala un personaje que, en su esencia, nos devela todo el drama que a lo largo de los años en esta familia lleva represado y que consigue en sus características físicas y de personalidad, Su tartamudez y timidez son trabajadas en una coherencia total desde principio a fin. Además, muestra una sexualidad tan sutil que nos puede resultar inocente. Buey, personificado por Aníbal Grunn, denota un trabajo excelente de la voz, donde el actor se pierde por completo en la carraspocidad del tono vocal del personaje. No podemos dejar de mencionar a Gerardo Ávila, quien trae al escenario mismo los sonidos, haciéndolos visibles con la magia de los efectos especiales.

En resumen, esta obra es de las que te envuelve desde los minutos antes de comenzar y te mantiene embelesado entre la actuación y la curiosidad de descubrir el verdadero tesoro que se esconde en su trama. Estaremos pendientes de la próxima temporada que, tentativamente en octubre, volverá. Esperemos que en la nueva sala se logre tan magistralmente los efectos como en esta pasada.

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Laberinto inconcluso

Por Desiree Martínez

1998 Destinos al confín, obra escrita por el dramaturgo novel Ángel Pelay, se presentó en la sala de la Fundación Rajatabla desde el 21 al 30 de junio del presente año. El estilo teatral de la pieza es bastante simbolista y de género dramático con una estética contemporánea. La historia se desarrolla en torno a la vivencia de 2 individuos migrantes que narran su travesía en tierras lejanas y soportan tratos quizás humillantes debido a su status migratorio. El escritor muestra la vulnerabilidad que representa esta realidad para los personajes y cómo esto los lleva a tomar decisiones que los involucra en un crimen hasta que llegan a la decadencia.

El autor de esta obra busca hacer un juego psicológico para llevar al espectador a emitir un juicio de valor acerca de quién sería el culpable y el inocente de esta historia. Trata así el condicionamiento clásico o instrumental que va desarrollando a través del estímulo de los sentidos mediante los elementos escénicos. El tema de la migración, a los que muchos venezolanos se ven expuestos debido a la masiva diáspora ocurrida en el país aproximadamente a partir del 2017 (según datos de la ONU) y que, además, ha causado xenofobia en muchos países, es el eje central o tema principal de esta pieza teatral que, combinada con el estudio psico-social  que plantea el autor mediante el manejo de cambio de la versión de los hechos en cada presentación, hace que el espectador se cuestione según se plantea su desenlace y que tome una decisión final sobre cuál de ellos es el culpable del crimen cometido. Sin embargo, su idea se torna bastante ambigua, ya que se denota redundancia en su discurso, y el conflicto se diluye en el transcurrir de la historia.

Ángel Pelay no solo es un artista, sino un profesional de la psicología, que busca a través del teatro realizar planteamientos de estudios de la conducta humana que son motivo de su investigación, y así lo hemos visto en las obras que ha llevado a escena; lo que me parece muy interesante y da un sentido a su discurso escénico.

Ahora bien, Pelay no solo fue el escritor de esta pieza, sino el encargado de verticalizar el texto. Hace uso del espacio escénico como una especie de laberinto que te conduce a “algo” y, así, da luce de lo experimental que plantea como autor. La iluminación tenue, roja y la musicalización electrónica al entrar a la sala da un ambiente de estar en una disco y la participación de los actores con el público hace una invitación a que seas parte de lo que está pasando. En líneas generales, creo que la iluminación jugó un papel importante dentro de la puesta, ya que sus cambios estuvieron acertados. Por otro lado, la música luego de aquel inicio al antro, no nos dejó escuchar a los actores por el volumen tan elevado, y luego la música usada de fondo durante la obra no me pareció acertada porque, más que mantenerme activa, para escuchar la historia, me ocasionaba cierto estupor. A su vez, el vestuario con bragas, entiendo que, para el director, por estar vestidos iguales pudiera tratarse de la misma persona, o a su vez que habla la historia de uno o de muchos, no me quedó claro del todo. El uso de la multimedia como recurso me pareció acertado para ayudar al espectador a recrear la historia en su imaginario, sin embargo, se dejó ver lo improvisado de su uso por las diferentes fallas técnicas y emisión de videos.

Lo que al principio me llamó la atención fue el dibujo del laberinto en el piso, luego perdió sentido en la dirección de los actores. Creo que se podía explorar mucho más en él, ya que el accionar de los personajes llegó un momento en que se volvió estático e, inclusive, llegaron a solo sentarse en el piso a contar más y más de su historia, que combinado con la música de fondo y la falta de acción escénica generaba cierto letardo que me impedía seguir el hilo. Creo que se pudo explorar muchas maneras de cómo decir el texto y hacer uso de ese planteamiento del laberinto y accionar activamente en él. Ahí, se guarda el mensaje de lo que el director quiere decir en la puesta, lo que no se vio claro, solo eran dos personas narrando una historia y nada más.

Los actores involucrados en esta puesta: Douglas Suniaga, César Núñez y Antonio Urdaneta, fueron los encargados principales de la interpretación. En rango generales, celebro que tenían buena articulación y pronunciación de las palabras, que tenían una presencia escénica, pero siento que faltaron inflexiones a sus textos, mayor organicidad al decir, para que no solo fuera una lectura. Quizás para el momento en que vi la obra (día del estreno) aún estaban descubriendo cosas de sus personajes y no estaban del todo claros, porque tuve la oportunidad de ver a César en otra obra y me pareció excelente su interpretación.

Creo que esta pieza teatral puede llegar a funcionar mejor si se hacen ajustes al texto, al tratar de evitar la ambigüedad del tema, ser más preciso en la historia y profundizar en los elementos para el experimento del estudio de la conducta humana. Debe hacer uso del recurso teatral, la acción escénica es fundamental en la puesta de la escena, estamos hablando de una verdad que nos atañe a los venezolanos, es nuestra la historia y no se puede atender de manera superficial a la hora de interpretarlo. Por eso, considero que se debe ahondar más, no en la historia sino en cómo nos afecta y lo que nos hace sentir, mostrar su verdad. De igual forma, invito a que, en una nueva oportunidad de temporada, vayas y saques tus propias conclusiones sobre esta pieza teatral.

 

Nacidos el mismo año, una obra que llega al corazón del migrante

Por Cindhy Bastidas Ortiz

Dos inmigrantes venezolanos se ven envueltos en un violento crimen durante su búsqueda de una mejor vida en Estados Unidos en esta historia el director y dramaturgo Angel Pelay que busca abordar el tema de la migración y cómo los ciudadanos de otros países ven a los emigrantes. El texto nos presenta la historia de dos personajes que comparten su fecha de nacimiento, pero cuya vida es muy diferente.

Dos personas conocían de forma distinta a la víctima del crimen, entrelazados con él ya sea por el trabajo o por el romance. En la prisión y bajo interrogatorios de tortura, vamos conociendo por la voz de los personajes su historia y cómo terminaron envueltos en el crimen. 

Angel Pelay, que también es psicólogo egresado de la UCV con posgrado en psicología clínica comunitaria en la UCAB, califica 1998 Destinos al confín como una experiencia psicológica de condicionamiento clásico, donde busca analizar el entendimiento del espectador al inducir diferentes estímulos a lo largo de la obra. Estos estímulos se presentan para manipular el inconsciente del espectador y buscar que señale como culpable al personaje que así ellos apuntan. Pelay ha dedicado su carrera a enlazar la psicología con el teatro, creando su propio ensayo de cómo reacciona el público a una obra de teatro.

Este drama busca crear conciencia en el espectador, no solo en cómo viven los migrantes fuera del país, sino como los medios pueden manipularnos para creer lo que ellos quieren creamos. Es un texto que pudiera ser aún mejor si dejara de dar vueltas con finales falsos.

El montaje es minimalista, apenas un laberinto trazado con tirro que no se puede apreciar del todo. Al inicio de la obra, te recibe una música estridente y los tres actores te invitan a bailar y disfrutar de la fiesta. Luego, los de la primera fila son elegidos como los jueces del juicio que estamos por ver.  Porque al final nos están contando la historia de estas dos personas para que nosotros espectadores elijamos el culpable. 

La puesta se sostiene con material audiovisual encarnado en la gran pantalla donde vemos a las reporteras revelar pistas sobre la investigación del crimen, también con un soporte auditivo que puede resultar atronador (cabe destacar que es una obra que podría causar un ataque a alguien fotosensible). 

Ángel Pelay no tiene un grupo teatral estable como tal. Pero los actores que encarnan a los personajes de la obra los hemos visto en otros montajes como a Antonio Urdaneta a quien ha trabajado en Las Criadas, dirigido por Marisol Martínez, a César Núñez que ha participado en montajes como César y Cleopatra, de José Tomás Angola y Eduardo Viloria y Díaz, presentado en el Teresa Carreño; y Douglas Suniaga que pertenece al grupo de Teatro de la Penumbra y lo hemos visto en Coriolano y Ana y la Muerte.

Desde mi perspectiva, las actuaciones dejan mucho que desear, la interpretación estaba floja. Los actores tenían buen cuerpo a la hora de llevar a cabo acciones más dinámicas, pero en cuestión de voz todo era tan plano que ni la dinámica de las ratas recibiendo estímulos podían sostenerla. Resultaba pesada y es triste porque el texto te invita a empatizar, pero la manera tan robótica que era expresado sin duda cortaba cualquier sentimiento ¿Era eso lo que se buscaba o simplemente fue mala interpretación de los actores? Puede quedar a la decisión del espectador. 

Analizando desde un punto de vista más neutral, se puede decir que el experimento que realiza el director sí estuvo bien encaminado, en cuanto a los estímulos, que eran pequeñas cosas que podrían pasar desapercibidos a un primer vistazo, pero que resultan tener un peso en cómo vemos a estos dos hombres. 

Si te gusta la psicología, los juegos mentales y conoces a alguien que haya migrado a otro país, entonces 1998… es una obra que puede resultarte enternecedora y con la cual empatizar.

 

Entre teorías y adversidades

Por Diana Colmenares

1998 Destinos al confín es una obra escrita y dirigida por el psicólogo, dramaturgo y director Angel Pelay, estrenada el viernes 21 de junio a las 6:00 pm en la Fundación Rajatabla. Este montaje presenta la historia de dos jóvenes (Andrés e Igor) que comparten similitudes tanto en la edad, la fecha de nacimiento y su carrera universitaria, así como diferencias en la clase social y aspectos personales e íntimos. Ambos emigran en busca de nuevas oportunidades. Allí se ven involucrados en un delito (homicidio) que los convierten inmediatamente en los sospechosos principales. Luego, ocurre un largo juicio en el que los personajes defienden su postura ante dicha situación, presenciándose estímulos de condicionamiento clásico como lo fue torturar a los detenidos con corriente eléctrica. Ambos personajes empiezan a cuestionar y a recordar sus experiencias vividas en su país de origen, cuestionan sus experiencias a la hora de tomar dicha decisión, hasta crear una reflexión en la que, a raíz del condicionamiento principal seleccionado por el director, los espectadores son participes del juicio final decidiendo así cuál es el verdadero responsable. Esta pieza de género dramático describe “la migración” como tema principal, aunque si bien; la psicología conductual y los condicionamientos clásicos forman una parte fundamental de este montaje.

En el texto se analizan situaciones de problemáticas migratorias, el racismo y aspectos psicológicos que juegan en contra de los objetivos de estos personajes, ya que la inseguridad de establecerse en una nueva nación, implica emociones como el miedo, la frustración, la incertidumbre y la supervivencia. Es un texto moderno y contemporáneo, es original del dramaturgo.

Como director, propone un montaje simbólico en que el minimalismo y los elementos teatrales juegan un papel fundamental. La pieza comienza con un ambiente de disco, una atmósfera festiva, oscura pero con luces retro que iluminaban en direcciones variadas.
A medida que esta fue avanzando y colocaron las luces frontales, la escenografía no era más que el símbolo de un laberinto, lo que hace una alegoría al confinamiento y experimento de ratas en laboratorio. El espacio escénico es donde más se aprecia el recurso del símil, con los condicionamientos clásicos conductuales. Luces rojas y blancas fueron las que destacaron. Las rojas eran utilizadas para los momentos de tensión, de estrés y de desesperación a la hora de torturar a ambos personajes. Esta luz me daba una atmósfera de violencia y considero que se adecua a la circunstancia. Las blancas eran momentos neutros en la que el personaje narraba alguna parte de su historia, en momentos de interpretaciones de agonía y reflexión. Jugaban con las luces laterales, frontales y cenitales. La musicalización al principio, en la escena de la disco, estaba adecuada, pero luego se sentía muy alta y en algún punto llegaba a aturdir, sobre todo cuando el científico torturaba a los personajes con la corriente eléctrica. Un vestuario casual y sencillo. Ambos llevaban el mismo: una braga y botas negras para simbolizar la época en la que está ambientada. No tenían maquillaje. La utilería eran cosas muy puntuales (incluso formaban parte del vestuario). No desagrada, pero tampoco impresiona.

El efecto multimedia en esta obra es una pantalla reflejada en el fondo del escenario que mostraba una reportera narrando el caso. Este aspecto técnico resultó ser un fracaso para la puesta, ya que el sonido, y el video proyectado tenía muy mala calidad. Se entrecortaba el audio y no era claramente visible.

Esta pieza se llevó a cabo junto a las actuaciones de: César Núñez, Douglas Suniaga y Antonio Urdaneta. Fueron actuaciones poco convincentes. Sus interpretaciones no fueron creíbles, había una caracterización del personaje ya que tenían rasgos distintivos, pero se percibió un habla muy monótona sin inflexiones. En su mayoría, su lenguaje corporal y expresión facial no iban acorde con la emoción que estaban sintiendo. Tenían textos muy largos y al no realizar una buena interpretación, se hace tedioso el montaje.

Una obra que engloba en sí misma dos importantes mensajes, la migración como tema central y los estímulos que condicionan al ser humano como experimento social.
Obra para todo público, en especial. para aquellos que se sientan identificados con situaciones migratorias y les interese inmiscuirse en el mundo de la psicología conductual.

 

El público teatral como muestreo de una investigación

Por Andrea Yépez

A finales del mes de junio de 2024, durante dos fines de semana, la Sala Rajatabla fue escenario para un viaje psicológico a través de la obra 1998 Destinos al confín, una pieza escrita y dirigida por el actor y psicólogo Ángel Pelay, bajo la producción de Zanjav Producciones.

En 1998 Destinos al confín, nos encontramos con un drama psicológico que explica, con distintas pruebas de condicionamiento clásico, las razones por las cuales dos migrantes venezolanos llevaron o no a cabo un supuesto homicidio y cómo estas condiciones nos predisponen a tomar determinadas decisiones. Como protagonistas de esta historia, encontramos con dos hombres de la misma edad y mismo nombre, interpretados por César Nuñez y Douglas Suniaga, que son encerrados y comparados temporalmente por un doctor y policía interpretado por Antonio Urdaneta.  Ellos exponen las características y realidades que los unen en un mismo tema: la vida del venezolano en el exterior no es tan sencilla como parece. La visión crítica de la migración del autor se expresa exponencialmente a medida que los personajes son interrogados, sin embargo, las dimensiones sociales y psicológicas que el texto contempla se pierden dentro de la estructura dramática en la que se encuentra porque los escenarios temporales de los personajes se sobreponen entre ellos y resulta confuso comprender a quién pertenece cada historia, si es una bifurcación de la misma o en qué momento exacto se encuentran. El tema migratorio, como punto de partida dentro del texto, hace impacto en el público por su relación directa con la situación socioeconómica actual que enfrenta Venezuela (aun teniendo en cuenta que los personajes no revelan su nacionalidad hasta más o menos la mitad de la obra), donde el éxodo supera, hasta 2023, los siete millones de personas según datos del movimiento global Amnistía Internacional.

Así mismo, 1998… está acompañada de una propuesta escénica minimalista y simbólica. Su elemento principal es un laberinto inamovible dibujado en el suelo que nos muestra la búsqueda casi imposible de la libertad de estos hombres. Ellos, a su vez, tienen un vestuario diseñado por Ghislaine Latorraca, compuesto por unas bragas en color gris con un estilo retro e infantil que contrasta con la iluminación roja y amarilla realizada por Valentina Sánchez. La mezcla de estos tres elementos tiene un claro mensaje: estamos en un experimento y estos son tus sujetos, debes juzgarlos por igual. No hay uso de utilería más que una prenda transformable y un aparato de electroshock que refuerza el condicionamiento operante que trata la obra. Simultáneamente, aparecen en escena elementos audiovisuales como grabaciones de chats, videos de noticias y una franja roja en movimiento constante. Es interesante cómo las herramientas digitales le dan una nueva dimensión a esta realidad ficticia, no obstante, es necesario acotar que la inclusión de estos elementos técnicos debe estar muy bien ejecutada, de lo contrario, ensucian la pieza, detalle que sucedió en la función de estreno.

De forma general, la obra logra crear este ambiente de duda o incertidumbre en medio de la búsqueda o la verdad mientras se hacen saltos entre el pasado, presente y posible futuro de los personajes, donde los intérpretes se apoyaron en un diálogo narrativo muy lineal y escaso trabajo de expresión corporal. Los elementos están colocados en lugares precisos pero que solo logras entender del todo si los observas y analizas desde un punto de vista “psicológico” pues a pesar de ser señales y signos conductuales para que de forma subconsciente te lleven a tomar una decisión en el experimento, no están tan bien desarrollados cómo se esperaría para que el espectador dé en el clavo, teniendo en cuenta que el desenlace de la trama está casi enteramente sostenido en que el público entienda estos símbolos que en su mayoría están en la puesta y no en las actuaciones. 1998 Destinos al confín es una obra que puedes ver una única vez para disfrutar de un acercamiento creativo al mundo de la psicología y ser parte de un experimento social en tiempo real.

 

La mente del espectador al pie de la escena

Por Gregori Escalona

      1998 Destinos al confín es una pieza teatral escrita y dirigida por Angel Pelay, dramaturgo, director y psicólogo egresado de la UCV. Creada en primera instancia desde un análisis psicológico según la mirada del espectador, cada uno demuestra según su atención quién es el acusado a raíz de varias referencias que te da el director en el transcurso de la función, referencias que, desde mi punto de vista, no estuvieron del todo acertadas, ya que en opinión de los espectadores había respuestas confusas y no concordaban con lo mostrado e interpretado.

El autor propone mostrar al espectador una visión personal de los migrantes y según cómo pasan distintas situaciones donde se confían de lo que ellos consideran necesario, muchas veces por necesidad o por libertad propia, se desencadena una serie de consecuencias por las que tienen que pasar. Por el simple hecho de ser extranjeros, la pieza conlleva a mostrar distintas visiones psicológicas que expresan en el espectador ciertas conductas emocionales que son las que el dramaturgo quiere conseguir como él mismo menciona: fobias, malestares, incomodidades, el agrado o desagrado.

La pieza teatral contó con las interpretaciones de Douglas Suniaga, César Núñez, Antonio Urdaneta y las participaciones especiales de Mabel Lemus e Yngrid Silva. Las actuaciones, desde mi punto de vista, carecen de veracidad en algunos momentos, podría ser por un propósito del director y la manera de jugar con la mente del espectador o simplemente hizo falta más compromiso actoral.

En cuanto a la escenografía utilizada, como ya hemos mencionado es una obra tipo experimento psicológico, por lo cual implementaron la recreación del condicionamiento operante o laberinto de las ratas que es muy directo en el implemento psicológico para que todos nos acondicionáramos a esa realidad. El condicionamiento operante es un método de aprendizaje que se produce a través de refuerzos y castigos con una determinada conducta. La escenografía era el laberinto plasmado en el piso y los actores se desplazaban en la escena por él.

La puesta contaba con una iluminación acorde a la escena y manejada de una forma aceptable a la representación escenográfica ya que te daban distintos ambientes, acompañadas de una pantalla donde el director representó varios audiovisuales y con ellos también implementó varios métodos para jugar con la psicología del espectador.

En cuanto al vestuario, jugó un poco con los colores neutros grises, blancos, azules, que podríamos interpretar como: empleados, personas privadas de libertad, o en parte de la escena siendo niños ya que llevaban una braga corta y la utilizaron en varios momentos para demostrarnos su inocencia con distintas prendas representativas.

No considero que el director haya conseguido en esta pieza el 100% de la finalidad que se había propuesto, sin embargo, parte de lo que de lo que el autor buscaba al lograr que el espectador conectara con la historia en ciertos puntos estuvo presente. No considero que haya cumplido con su objetivo en su totalidad porque el mensaje que quiso transmitir no quedó tan claro y las personas se llevaron solo los detalles encontrados a lo largo de la función que tuvieron la oportunidad de disfrutar. Aun así, la experiencia de verla es muy interesante.

Función del día del estreno: 21/06/2024

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Y almas marchitas

Por Alfredo Torres

Con olor de flores agonizando, es una total obra maestra, original del dramaturgo venezolano Benjamín Farías, llevada a la escena teatral venezolana por primera vez, bajo la dirección del destacado director de teatro y profesor Costa Palamides, con funciones durante tres fines de semana en la sala Horacio Peterson de Unearte en junio del presente año.

La trama revela un mundo dual de feminidad con un juego mortífero de vivencias tragicómicas, al igual se pasea por todas las edades y todas las carencias de los dos personajes principales y protagónicos, Aurora y Armonía, que continuamente se enfrentan, se atan y desatan, se flagelan y flaquean en un carnaval agónico donde la mujer reina sobre la vida y la muerte, pese a todo, pese a todos.

Con la fantasmagórica pieza, se inauguró el ciclo de representaciones teatrales continuo: LA DRAMATURGIA NACIONAL A ESCENA, que reunirá a autores de nuestro transitar escénico como Aquiles Nazoa, Gustavo Ott, Lolimar Suárez, César Rojas, José Gregorio Maita Pulgar, Cruz Noguera y Franklin Tovar, con importantes piezas de sus creaciones dramáticas. Esta pieza fue presentada por primera vez en lectura dramatizada en un ciclo de nuevos dramaturgos venezolanos propiciado por el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas en el 2015 con las actuaciones protagónicas de Ludwig Pineda y Costa Palamides.

Con una interpretación apasionante y desbordante en escena, a fin de egresar como profesionales de las Artes Escénicas de Unearte, las actrices Fabiana Gómez y Maylen Garcés dan vida a las emociones oscuras de las morochas descendientes de una familia marcada por una maldición.

La puesta en escena es enigmática y burlesca. Se presenta el sensacionalismo visual antes los espectadores con una escenografía en telas que se convierten en los elementos escénicos gracias a la propuesta del director de construir y armar sobre el escenario. Desde los personajes y el color como fuente de emociones mediante las luces y la musicalización, se marca una atmosfera emocionante. Lo eclíptico y psicodélico de la estética teatral desde el maquillaje clown y el vestuario, despierta la curiosidad de las miradas atentas del público, sumergido en el transcurrir de la historia, teniendo un final inesperado y aleccionador.

Un trabajo apasionado y posible gracias al apoyo de un equipo de destacados en la movida teatral como lo son: el Actor y Profesor Somar Toro (Tutor de Actuación), Stalin Rodríguez (Tutor de Producción) y la Coach Vocal Eyla Barroeta. En la asistencia de dirección, Laura Marquina; Diseño teatral, Mairym Martinez; Asistencia de diseño, Wilner Fonseca; Asistente técnico, Dorwis Yuncosa, y para mí un placer formar parte en la Asistencia en producción. Las Fotos son de Manuel Roos y la Producción Audiovisual y RRSS de Rafael Vásquez.

Será renacer y florecer, recordando el olor de las flores en el cementerio.

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Teoría, juego y ¿qué más?

Por Diego Domínguez

En su primera semana de junio, la Sala Horacio Peterson de UNEARTE, se arropó con la nueva propuesta de uno de sus habituales directores, Costa Palamides, que con Teoría y juego del duende, nos trajo una curiosa adaptación teatral de una conferencia homónima que Federico García Lorca dio en Buenos Aires, Argentina en 1933. Dicha conferencia, se ha transcrito y acreditado a Lorca en el formato de ensayo y, en ella, se buscaba localizar aquella “energía” particularmente fuerte e inspirada que emanan los espectáculos firmados con la herencia gitana de la que tanto se valió el poeta español. Estos escritos vuelven a la vida bajo una directriz escénica, no solo en la fecha de nacimiento de Lorca, sino también en una realidad cargada de dificultades para las artes venezolanas, donde ese duende y ese juego se pueden ver comprometidos por circunstancias ajenas al puro proceso de creación.

La propuesta, desde dicho recordatorio, es asumida por un elenco de variadas experiencias, desde jóvenes estudiantes hasta grandes docentes, quienes convergen en una práctica acompañada de coreografías y cantos, con búsquedas estilísticas que transitan entre lo místico, lo dramático y, finalmente, lo crítico. El carácter experimental de la Horacio Peterson es aprovechado con una disposición multifrontal que logra que las imágenes corporales varíen según el lugar donde el espectador se sienta. Ausente de elementos escenográficos, la obra refuerza la esencia del duende al sostenerse enteramente por las interpretaciones, así como en sus vestuarios, totalmente negros, que no permiten otro foco de atención, obligando al público a entrar en el actor y su energía. Unas canciones de época españolas, cantadas siempre “a capella”, se intercalan con el ensayo lorquiano en una atmosfera coral, como de ritual, que los jóvenes Jonaudy Castillo, Rosy Arvillar, Manuel Fernandez y Kelifer Valero refuerzan en sus casi dancísticos transitares. Nyrma Prieto y el mismísimo Costa Palamides intervienen, con su amplia experiencia, en ese decir poético a la par que dramático imprescindible en el sello lorquiano. Jhonny Rivas, tiene una de las intervenciones más particulares, pues su personaje rompe todo rastro de poesía y le habla directamente al público casi como aquel Lorca que visitaba la ciudad argentina tres años antes de su muerte.

En esencia, el montaje logra construir su propia realidad a partir de un texto poco convencional, sin embargo, es la naturaleza teórica de este texto la que impide que la pieza sea estructuralmente más satisfactoria porque queda en términos narrativos, como un trabajo meramente performático, más que teatral, que puede convencer mucho más desde el puro rendimiento de sus actores y no tanto por un recorrido o un discurso emocional con variables.